5/9/09

«Effetá»

Meditación del XXIII Domingo ordinario
Ciclo /B/

Textos:
Isaías 35,4-7
Santiago 2,1-5
San Marcos 7,31-37

Una de las problemáticas más grandes de nuestros tiempos son precisamente la falta de comunicación, pues el hombre muchas veces no logra darse a entender o dar a conocer lo que quiere decir, pero sobre todo hay una ruptura grave que se da al interno del hombre. El hombre no es capaz de darse a entender entre los suyos, o no le interesa conocer a los demás limitándose simplemente a una vida tranquila y sin preocupaciones. Pero la problemática va creciendo en la medida en la que se va generando un terrible vacio entre las personas imposibilitando el conocer al otro. De esta manera el otro se convierte en alguien ajeno a mí, en donde no tiene nada que decirme, coloca una terrible barrera que no da la posibilidad de encontrarme con el otro.Sobre esto nos marca el evangelio. Se aparece con Jesús un sordomudo.
Este enfermo que aquí aparece es sin lugar a dudas el prototipo de la total incomunicación, por un lado es sordo, es decir está imposibilitado para escuchar a los demás, los otros no le dicen nada, no puede conocer que piensa el otro, quién es el otro. En segundo lugar es mudo, por tanto no tiene palabrea que ofrecer, no tiene nada que decirles a los demás, es alguien que no se da a conocer.
¿Cuántas veces somos sordo mudos en la vida? Somos sordos porque la palabra de los demás es vacía para mí, no me importa lo que el otro opine, piense, sueñe, yo sólo vivo para mí, y no me importan los demás. Cuantos papás son sordos con sus hijos, porque no saben que piensan, que anhelan, por qué hacen ciertas cosas, y sólo se encierran en sí mismos. O bien cuantas veces somos mudos porque no comunicamos nada a los demás, no somos capaces de encontrarnos con los que nos rodean y darnos a ellos.
¿Pero por qué ser sordomudos? Tal vez por miedo a que el otro me conozca y me domine, o porque el otro puede aprovecharse de mí, o porque puede conocer mi debilidad o incluso porque me he vuelto tan egoísta que no soy capaz de abrirme a los demás porque no me interesan. La sordomudez es algo muy actual que va afectando nuestra vida, es algo que va destruyendo lentamente a nuestra sociedad, a nuestra familia, a nuestra persona, porque el egoísmo, la autoridad o el miedo son más fuerte que nosotros y somos incapaces de ser solidarios, de ser amigos, de ser compartidos, de sentirnos necesitados de otros.
Ante esto Jesús no permite que pase inadvertido este hombre, va directamente a curarlo y para ello emplea un signo extraordinario lo toca con sus dedos y su saliva, hace la total cercanía con él. La única manera de romper con la sordera, con el ensimismamiento es la cercanía, el descubrir que el otro es importante, que el otro no necesariamente es amenaza, que no soy el único en la vida, que el otro es parte esencial de la vida y le dice: «Effetá», ábrete. Es momento de abrirse a los otros y conocerlos, es momento de abrirse y dejar los miedos y los egoísmos e iniciar una construcción nueva, una nueva familia, una nueva sociedad capaz de comunicarse y transformarlo todo.
Un detalle curioso del evangelio es que cuando Jesús hace esto, lo aparta de la multitud, es decir, lo quita de las ideas del mundo, no es posible curar al hombre de su sordera si vive imbuido por los criterios del mundo, por los criterios materialistas, hedonistas (puro placer), egoístas, es necesario romper con esto e iniciar una transformación total partiendo del evangelio, de criterios que no pertenecen a este mundo y entonces se puede comenzar a hablar y a comunicarse.
El día de hoy también el Señor nos grita “effetá”, ábrete al amor, a la comprensión, a la solidaridad, a la comprensión; ábrete a tu familia, a tus hijos, a tu esposo, a tus compañeros, y descubrirás una nueva manera de vivir, en donde rompes con el individualismo y comienzas a formar parte de una comunidad y no de un exacerbado individualismo. “Effetá” es la invitación en donde descubres que el otro es valioso e importante, donde el otro es un complemento de tu vida, donde descubres que no puedes hacerlo todo por ti mismo y necesitas de los demás. “Effetá” es un llamado de Dios para que te des la oportunidad de escuchar lo que los demás te dicen, para que conozcas las problemáticas de tus hijos, de tu familia, para que comprendas la serie de situaciones, problemas, traumas y dificultades que el otro vive; para que compartas y te alegres con los gozos y los logros de los demás.
Es momento de escuchar ese “effetá” que te pide una transformación total en tu vida, una apertura a la acción de Dios con los tuyos. Porque la fe sólo se vive en la, medida en la que estás abierto a la acción de Dios manifestada en los demás.
Que este domingo sea efectivamente un domingo del “effetá”, porque escuchamos a Dios, lo conocemos, nos dejemos interpelar y dejemos que los demás sean parte vital de nuestra vida.

2 comentarios:

  1. PADRE, que DIOS nos ayude a adaptar SU PALABRA a nuestra vida familiar y enla comunidad.
    Con gratitud,lo saluda la familia González Bastida.
    Especialmente y con alegría, Miguel Angel.

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