Ciclo ferial /I/
Año impar
Textos:
1 Carta a Timoteo 1,15-17
San Lucas 6,43-49
Hay muchas cosas que a primera vista parecen buenas, porque lo anuncian mucho en TV, porque prometen una vida genial y extraordinaria. Si embargo muchas veces nos dejamos embaucar por estas cosas y no descubrimos que son puras mentiras, pues sólo son apariencia pero no son una realidad. Y esto nos hace frustrarnos e incluso enojarnos.
Muchas veces también sucede con las personas con las cuales nos rodeamos. Y descubrimos que no son tan buenas, ni tan santas, e incluso que son hipócritas. Eso lleve a decepcionarnos fuertemente, pues descubrimos de lo que están hechos, descubrimos sus intenciones que son totalmente falsas. Lo peor puede suceder cuando en nuestra vida de fe nos descubrimos como falsos, en donde nos presentamos con una fachada de hombres de bien, pero estamos lejos de ello. Ante esto Jesús nos pone alerta: «No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos: cada árbol se reconoce por su fruto.»
De ahí que deberíamos ver nuestros frutos. No lo que aparentan nuestros frutos, no que parezcan buenos, sino que realmente sean buenos. Porque cada uno de nosotros podemos aparentar ser buenos frutos pero al probarlos podrían ser frutos secos, sin sabor. A lo mejor pueden decir “que buen fruto, mira como hace oración, como explica y ayuda”, pero a lo mejor vamos a descubrir que ni es una verdadera oración; ni explica lleno del mensaje de Dios, sino de su soberbia; o bien ayudan pero para sacar un provecho o un privilegio.
Si somos malos nunca sacaremos un buen fruto; si somos buenos nuestras obras serán buenas. Deberíamos de meditar que tan buenos son nuestros frutos. Porque lo que importa no es como se ven, sino lo que llevan. Si hoy el Señor viniera y cortara uno de tus frutos cómo lo encontraría, sería un fruto sabroso, lleno de jugo; o sólo sería un fruto seco, vacío, sin que sea apetitoso. Lo que vale la pena es que seamos buenos frutos, de ahí que mejoremos siendo de mejor calidad y realmente seamos testimonio para los demás. Porque de apariencias no vamos a vivir, pues como dice Jesús: «¿Por qué ustedes me llaman: 'Señor, Señor', y no hacen lo que les digo?» Porque no bastan las palabras, lo externo, las apariencias, sino los verdaderos frutos que dan vida a los demás.
San Lucas 6,43-49
Hay muchas cosas que a primera vista parecen buenas, porque lo anuncian mucho en TV, porque prometen una vida genial y extraordinaria. Si embargo muchas veces nos dejamos embaucar por estas cosas y no descubrimos que son puras mentiras, pues sólo son apariencia pero no son una realidad. Y esto nos hace frustrarnos e incluso enojarnos.
Muchas veces también sucede con las personas con las cuales nos rodeamos. Y descubrimos que no son tan buenas, ni tan santas, e incluso que son hipócritas. Eso lleve a decepcionarnos fuertemente, pues descubrimos de lo que están hechos, descubrimos sus intenciones que son totalmente falsas. Lo peor puede suceder cuando en nuestra vida de fe nos descubrimos como falsos, en donde nos presentamos con una fachada de hombres de bien, pero estamos lejos de ello. Ante esto Jesús nos pone alerta: «No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos: cada árbol se reconoce por su fruto.»
De ahí que deberíamos ver nuestros frutos. No lo que aparentan nuestros frutos, no que parezcan buenos, sino que realmente sean buenos. Porque cada uno de nosotros podemos aparentar ser buenos frutos pero al probarlos podrían ser frutos secos, sin sabor. A lo mejor pueden decir “que buen fruto, mira como hace oración, como explica y ayuda”, pero a lo mejor vamos a descubrir que ni es una verdadera oración; ni explica lleno del mensaje de Dios, sino de su soberbia; o bien ayudan pero para sacar un provecho o un privilegio.
Si somos malos nunca sacaremos un buen fruto; si somos buenos nuestras obras serán buenas. Deberíamos de meditar que tan buenos son nuestros frutos. Porque lo que importa no es como se ven, sino lo que llevan. Si hoy el Señor viniera y cortara uno de tus frutos cómo lo encontraría, sería un fruto sabroso, lleno de jugo; o sólo sería un fruto seco, vacío, sin que sea apetitoso. Lo que vale la pena es que seamos buenos frutos, de ahí que mejoremos siendo de mejor calidad y realmente seamos testimonio para los demás. Porque de apariencias no vamos a vivir, pues como dice Jesús: «¿Por qué ustedes me llaman: 'Señor, Señor', y no hacen lo que les digo?» Porque no bastan las palabras, lo externo, las apariencias, sino los verdaderos frutos que dan vida a los demás.
Así como cuando nos desilusionamos porque un producto sale defectuoso, también Dios se desilusiona, pues si la casa se cae con la tormenta, no es para alegrarse, sino para lamentarse porque Dios es lo que menos quiere, pues quiere hombres bien sólidos en su vida. De este modo la liturgia nos invita a descubrir qué tipo de frutos tenemos y si no son los convenientes comencemos a cambiarlos y ser verdaderos testigos del amor de Dios.
PADRE ¡QUÉ RESPONSABILIDAD! Yo, a mi edad, me siento "hija" suya y mi responsabilidad es DAR BUENOS FRUTOS...
ResponderEliminarJESÚS, JESÚS, JESÚS AYUDANOS PARA ESCUCHAR, COMPRENDER, TRANSMITIR, REALIZAR BUENAS OBRAS Y DAR TAMBIÉN BUENOS FRUTOS. A SER FIELES A TU PALABRA Y A LAS ENSEÑANZAS QUE, A TRAVÉS DE TUS REPRESENTANTES AQUÍ EN LA TIERRA,LOS SACERDOTES, NOS ENVÍAS.
GRACIAS PADRE.