Meditación del Jueves XXIV de tiempo Ordinario
Ciclo Ferial / I /
Año impar
Textos:
1 Timoteo 3,14-16
San Lucas 7,31-35
El día de hoy nos topamos en el texto evangélico con un texto extraordinario, pues descubrimos varios elementos. Por un lado vemos a un Jesús dispuesto a perdonar, por otro una mujer arrepentida, dispuesta al cambio en su vida, y finalmente a un Fariseo duro que no entiende a Dios desde la perspectiva de la misericordia y del perdón.
Esto nos lleva a considerar un poco más el tema de la vida de fe que en estos últimos días hemos estado reflexionando. Partamos del fariseo, en el fondo la vida de fe de este hombre se ha limitado simplemente al cumplimiento de la Ley, no hace nada más que cumplir y cumplir. Su fe se reduce a lo que está escrito, pero nunca a una experiencia viva. La vida de fe debe partir por tanto de una experiencia viva, no sólo de cosas escritas, de letra, de ritos, sino que todo debe de confluir al encuentro vivo con Dios. Cuando los hombres permiten que su vida de fe se limite simplemente a lo prescrito, a lo que todos hacen, pero no al encuentro personal con Dios, la fe es sosa, vacía, sin vida, porque en realidad no sabemos lo que hacemos, sólo nos dejamos llevar por la corriente. La fe no puede ser eso, porque en cuanto se saca dl esquema todo queda fuera de Dios, sin llegar a descubrir realmente quien es Dios.
En cambio la mujer pecadora se ha dado la oportunidad de tener un encuentro, no le ha bastado con lo que le habían dicho, no le satisface simplemente lo que la institución le marca, sino que se sabe pecadora, sabe lo que ha hecho, lo que ha vivido, y por tanto sabe lo que necesita: el perdón. Ciertamente la sociedad de esos tiempos la marginaba, la condenaba, sin embargo sabe que requiere del perdón, y por ello tiende a buscarlo.
Da un paso más y se dirige a buscar ese perdón, un perdón que si bien no se encontraba dentro de los estatutos de la institución imperante y del ámbito de la sociedad; sí que lo puede encontrar con por medio de un encuentro personal que rebaza todo estatuto escrito e impenetrable, todo escrito colocado y escrito. Va más allá.
Ahí es donde se puede hablar de vida de fe, cuando el hombre no se conforma sólo con lo que le dicen y vive, sino que busca encontrarse con Dios. Curiosamente este encuentro surge de la necesidad de perdón. Surge en medio de una situación complicada, cuando se sabe que uno no es perfecto (a diferencia del fariseo que se cree perfecto y no busca nada más, permaneciendo estático y estéril en su vida de fe) y va en busca del perdón. Pero el perdón se da sólo en el ámbito personal. El perdón no es algo que ya esté escrito, o dicho, se requiere buscarlo, así, al ir al sacramento de la penitencia es necesario el encuentro, hablar, ser escuchado, porque si sólo se escribiera “lo que hagas te perdono”, pues ciertamente pensaríamos que estamos perdonados, pero en el fondo necesitamos del encuentro.
La fe por tanto surge de un encuentro con Dios. –no basta que nos hallan enseñado un cate cismo u oraciones, sino que se requiere el encuentro, y generalmente ese encuentro en la vida de fe se da cuando experimentamos el perdón.
Munchas veces la fe no logra cuajar porque no hay un encuentro con Dios y ello implica que no hay verdeara experiencia de su amor y de su perdón. El perdón, la cercanía con Dios y su amor es lo que hace suscitar esa fe, ese encuentro con Dios. No es que me digan que crea y ya, sino que lo busco, busco constantemente a Dios, y curiosamente siento su amor, siento su misericordia, siento su perdón. Esta experiencia se vuelve de este, modo en el motor que logra transformar al hombre y suscitarle realmente la fe.
Si nosotros somos hombre de fe, deberíamos preguntarnos si realmente hemos tenido experiencia de Dios, o nos hemos quedado en lo que nos dijeron y enseñaron. Y si no por qué no vamos acercándonos a él, y sobre todo, por qué no vamos sintiendo su perdón, y a partir de ahí tener una auténtica vida de fe, que parte de ese encuentro de amor, y de ahí seguir creciendo y alimentando esta vida de fe.
Ciclo Ferial / I /
Año impar
Textos:
1 Timoteo 3,14-16
San Lucas 7,31-35
El día de hoy nos topamos en el texto evangélico con un texto extraordinario, pues descubrimos varios elementos. Por un lado vemos a un Jesús dispuesto a perdonar, por otro una mujer arrepentida, dispuesta al cambio en su vida, y finalmente a un Fariseo duro que no entiende a Dios desde la perspectiva de la misericordia y del perdón.
Esto nos lleva a considerar un poco más el tema de la vida de fe que en estos últimos días hemos estado reflexionando. Partamos del fariseo, en el fondo la vida de fe de este hombre se ha limitado simplemente al cumplimiento de la Ley, no hace nada más que cumplir y cumplir. Su fe se reduce a lo que está escrito, pero nunca a una experiencia viva. La vida de fe debe partir por tanto de una experiencia viva, no sólo de cosas escritas, de letra, de ritos, sino que todo debe de confluir al encuentro vivo con Dios. Cuando los hombres permiten que su vida de fe se limite simplemente a lo prescrito, a lo que todos hacen, pero no al encuentro personal con Dios, la fe es sosa, vacía, sin vida, porque en realidad no sabemos lo que hacemos, sólo nos dejamos llevar por la corriente. La fe no puede ser eso, porque en cuanto se saca dl esquema todo queda fuera de Dios, sin llegar a descubrir realmente quien es Dios.
En cambio la mujer pecadora se ha dado la oportunidad de tener un encuentro, no le ha bastado con lo que le habían dicho, no le satisface simplemente lo que la institución le marca, sino que se sabe pecadora, sabe lo que ha hecho, lo que ha vivido, y por tanto sabe lo que necesita: el perdón. Ciertamente la sociedad de esos tiempos la marginaba, la condenaba, sin embargo sabe que requiere del perdón, y por ello tiende a buscarlo.
Da un paso más y se dirige a buscar ese perdón, un perdón que si bien no se encontraba dentro de los estatutos de la institución imperante y del ámbito de la sociedad; sí que lo puede encontrar con por medio de un encuentro personal que rebaza todo estatuto escrito e impenetrable, todo escrito colocado y escrito. Va más allá.
Ahí es donde se puede hablar de vida de fe, cuando el hombre no se conforma sólo con lo que le dicen y vive, sino que busca encontrarse con Dios. Curiosamente este encuentro surge de la necesidad de perdón. Surge en medio de una situación complicada, cuando se sabe que uno no es perfecto (a diferencia del fariseo que se cree perfecto y no busca nada más, permaneciendo estático y estéril en su vida de fe) y va en busca del perdón. Pero el perdón se da sólo en el ámbito personal. El perdón no es algo que ya esté escrito, o dicho, se requiere buscarlo, así, al ir al sacramento de la penitencia es necesario el encuentro, hablar, ser escuchado, porque si sólo se escribiera “lo que hagas te perdono”, pues ciertamente pensaríamos que estamos perdonados, pero en el fondo necesitamos del encuentro.
La fe por tanto surge de un encuentro con Dios. –no basta que nos hallan enseñado un cate cismo u oraciones, sino que se requiere el encuentro, y generalmente ese encuentro en la vida de fe se da cuando experimentamos el perdón.
Munchas veces la fe no logra cuajar porque no hay un encuentro con Dios y ello implica que no hay verdeara experiencia de su amor y de su perdón. El perdón, la cercanía con Dios y su amor es lo que hace suscitar esa fe, ese encuentro con Dios. No es que me digan que crea y ya, sino que lo busco, busco constantemente a Dios, y curiosamente siento su amor, siento su misericordia, siento su perdón. Esta experiencia se vuelve de este, modo en el motor que logra transformar al hombre y suscitarle realmente la fe.
Si nosotros somos hombre de fe, deberíamos preguntarnos si realmente hemos tenido experiencia de Dios, o nos hemos quedado en lo que nos dijeron y enseñaron. Y si no por qué no vamos acercándonos a él, y sobre todo, por qué no vamos sintiendo su perdón, y a partir de ahí tener una auténtica vida de fe, que parte de ese encuentro de amor, y de ahí seguir creciendo y alimentando esta vida de fe.
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