Textos:
Hechos de los Apóstoles 6,8-10.7,54-59
San Mateo 10,17-22
Al día siguiente de la Navidad la liturgia nos presenta la fiesta de san Esteban, el primero de los Mártires. Podríamos preguntarnos que significa que al día siguiente de la Navidad se celebre su fiesta, qué tiene que ver con el acontecimiento de la Navidad. Sin embrago, esta fiesta nos coloca con una realidad verdaderamente extraordinaria, pues al día siguiente de la Navidad la liturgia nos invita a contemplar el misterio de la cruz sobre el pesebre de Belén. El mismo Papa Benedicto XVI nos dice: «En el clima de alegría de la Navidad no está fuera de lugar la referencia al martirio de san Esteban. En efecto, sobre el pesebre de Belén se cierne ya la sombra de la cruz. La anuncian la pobreza del establo donde el Niño da vagidos, la profecía de Simeón sobre el signo de contradicción y sobre la espada destinada a traspasar el alma de la Virgen, y la persecución de Herodes, que hará necesaria la huida a Egipto.»
Así la liturgia nos hace comprender que la Navidad implica la capacidad de dar la vida. No es posible celebrar Navidad si no se entrega y se da la vida. Si alguien celebró la Navidad pero, lo hizo en un ambiente de egoísmo, sin compartir lo que tenía, haciendo distinciones, humillando a los demás, entonces esa persona no ha celebrado la Navidad. Tal vez hizo una fiesta a su ego, pero no una fiesta de Navidad. Navidad es dar la vida así como san esteban la dio para identificarse totalmente con Cristo. Celebrar la Navidad es identificarse con Cristo, es tener la capacidad de dar la vida.
Navidad se vuelve entonces en donación, compartiendo lo que tengo, dando de mi tiempo al que lo requiere, escuchando a aquellos que usualmente no escucho, comprendiendo a las personas que me rodean para acercarme a ellos. Sin este tipo de cosas es imposible dar la vida y por tanto imposible de celebrar la Navidad. Es momento de reflexionar y de pensar si realmente celebramos Navidad, porque si nos peleamos con alguien, deje de hablarle a alguna persona, estuve discutiendo con alguien de mi familia, fui envidioso y no compartí mis cosas, creo que no podríamos decir que estamos celebrando la Navidad.
San Esteban, siempre dio testimonio de Cristo y finalmente al finalizar su vida vio al Señor delante de él, marcando así que toda su vida estuvo orientada totalmente hacia esta realidad, mientras que las autoridades religiosas simplemente se negaron a reconocerlo, pues solo les interesaba sus ritos, sus preceptos, su poder, pero habían dejado de lado totalmente la experiencia de Dios, de modo que al sentirse amenazados, no se dieron la oportunidad de conocerlo, de meditar, sino que simplemente destruyeron, optaron por la muerte. Nosotros podríamos ser igual, y solo ver nuestras conveniencias, sin que perturben nuestra paz, nuestros negocios, nuestros intereses, nuestra aparente paz; pero sin ver realmente a Dios en nuestras vidas. Esta fiesta nos invita a no ser como esas autoridades que sólo se veían a sí mismos, pero no veían a Dios; y abrirnos como san Esteban en nuestras vidas para comprender qué es lo que Dios quiere de nosotros y a dirigir nuestros pasos siempre hacia él, dando totalmente lo que somos y así hacer de nuestra vida una auténtica Navidad.
Hechos de los Apóstoles 6,8-10.7,54-59
San Mateo 10,17-22
Al día siguiente de la Navidad la liturgia nos presenta la fiesta de san Esteban, el primero de los Mártires. Podríamos preguntarnos que significa que al día siguiente de la Navidad se celebre su fiesta, qué tiene que ver con el acontecimiento de la Navidad. Sin embrago, esta fiesta nos coloca con una realidad verdaderamente extraordinaria, pues al día siguiente de la Navidad la liturgia nos invita a contemplar el misterio de la cruz sobre el pesebre de Belén. El mismo Papa Benedicto XVI nos dice: «En el clima de alegría de la Navidad no está fuera de lugar la referencia al martirio de san Esteban. En efecto, sobre el pesebre de Belén se cierne ya la sombra de la cruz. La anuncian la pobreza del establo donde el Niño da vagidos, la profecía de Simeón sobre el signo de contradicción y sobre la espada destinada a traspasar el alma de la Virgen, y la persecución de Herodes, que hará necesaria la huida a Egipto.»
Así la liturgia nos hace comprender que la Navidad implica la capacidad de dar la vida. No es posible celebrar Navidad si no se entrega y se da la vida. Si alguien celebró la Navidad pero, lo hizo en un ambiente de egoísmo, sin compartir lo que tenía, haciendo distinciones, humillando a los demás, entonces esa persona no ha celebrado la Navidad. Tal vez hizo una fiesta a su ego, pero no una fiesta de Navidad. Navidad es dar la vida así como san esteban la dio para identificarse totalmente con Cristo. Celebrar la Navidad es identificarse con Cristo, es tener la capacidad de dar la vida.
Navidad se vuelve entonces en donación, compartiendo lo que tengo, dando de mi tiempo al que lo requiere, escuchando a aquellos que usualmente no escucho, comprendiendo a las personas que me rodean para acercarme a ellos. Sin este tipo de cosas es imposible dar la vida y por tanto imposible de celebrar la Navidad. Es momento de reflexionar y de pensar si realmente celebramos Navidad, porque si nos peleamos con alguien, deje de hablarle a alguna persona, estuve discutiendo con alguien de mi familia, fui envidioso y no compartí mis cosas, creo que no podríamos decir que estamos celebrando la Navidad.
San Esteban, siempre dio testimonio de Cristo y finalmente al finalizar su vida vio al Señor delante de él, marcando así que toda su vida estuvo orientada totalmente hacia esta realidad, mientras que las autoridades religiosas simplemente se negaron a reconocerlo, pues solo les interesaba sus ritos, sus preceptos, su poder, pero habían dejado de lado totalmente la experiencia de Dios, de modo que al sentirse amenazados, no se dieron la oportunidad de conocerlo, de meditar, sino que simplemente destruyeron, optaron por la muerte. Nosotros podríamos ser igual, y solo ver nuestras conveniencias, sin que perturben nuestra paz, nuestros negocios, nuestros intereses, nuestra aparente paz; pero sin ver realmente a Dios en nuestras vidas. Esta fiesta nos invita a no ser como esas autoridades que sólo se veían a sí mismos, pero no veían a Dios; y abrirnos como san Esteban en nuestras vidas para comprender qué es lo que Dios quiere de nosotros y a dirigir nuestros pasos siempre hacia él, dando totalmente lo que somos y así hacer de nuestra vida una auténtica Navidad.
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