Textos:
1 San Juan 1,5-10.2,1-2
San Mateo 2,13-18
La festividad de hoy nos invita a contemplar a estos niños inocentes que mueren en manos del rey Herodes, al no querer a éste como el Mesías, como lo verdadero rey que rige la vida. Esto es una realidad, pues podemos constatar efectivamente que la actitud de Herodes sigue presente en nuestros días, pues no se desea que los valores del evangelio reinen en la vida. Como respuesta a ello busca apagarlos a toda costa, tachándolo de anticuados o bien de irreales.
Sin embargo, la última palabra la tiene Dios y no esté despótico personaje, pues a partir de su decisión escalofriante de mandar matar a los niños, curiosamente el don de la vida tiene la última Palabra, pues el dueño de la vida (Jesucristo) se salva y da vida nueva a todos los hombres. San Mateo coloca este relato haciendo un paralelismo con el relato del libro del Éxodo (Ex 1-2), en donde se habla del Faraón que manda matar a todos los niños israelitas, y curiosamente como una paradoja se salva uno que el mismo Faraón cuida, alimenta y educa; y que después de cierto tiempo será el libertador de Israel. Ahora en el Evangelio de Mateo, Jesús es presentado como el nuevo Moisés que se escapa de las manos del nuevo Faraón, que es representado por Herodes, y que finalmente traerá la liberación del pueblo y una liberación no sólo de la esclavitud de un pueblo, sino de la esclavitud del pecado.
Jesús se salva, y en medio de esto un despótico rey manda asesinar a tantos niños, para lograr su cometido, que no es otra cosa que seguir siendo el dueño de la historia. A primera vista podríamos pensar que esto es injusto, porque no había necesidad de que tantos niños murieran por culpa de uno, e incluso hay quien coloca a Jesús, y a Dios mismo como culpable de la muerte de estos niños inocentes. Pero el culpable realmente es Herodes, él es quien los manda matar, es él, quien no quiere perder poder y dominio sobre la población; es él y sólo él, quien prefiere optar por la muerte para evitarse problemas; es él, quien no se plante un cambio de vida, iniciando una nueva historia; es él, quien no es capaz de de confrontarse y ser distinto, y prefiere matar que tratar de descubrir lo que Dios quiere en él.
Herodes ha escogido la salida fácil, es mejor quitar del camino, es mejor matar, que meditar, que querer cambiar, que permitir que Dios entre en la vida.
Celebrar Navidad es precisamente confrontarnos y dejar que Dios entre e ilumine en nuestras vidas. Es muy fácil hacer todo a un lado, es muy fácil hacer como que nada pasa, es muy fácil imponerse y decir que se cumpla sólo nuestra voluntad; pero que difícil es permitir que Dios entre y nos ayude a cambiar, iniciar el esfuerzo y transformar nuestra vida. Navidad no sólo es un festejo, sino que, es el compromiso de permitir que Jesús entre en nuestras vidas y se inicie un cambio, siendo iluminados `por los criterios del evangelio.
Podemos optar y ser como Herodes, evitando que su Palabra llegue, haciendo oídos sordos a su propuesta de amor y de justicia; o bien podemos cambiar y dejar que Jesús niño inicie un nuevo caminar en nuestra historia. Creo que al leer el evangelio de este día muchos de nosotros podríamos horrorizarnos y ver como este rey despiadado manda exterminar a los niños, podríamos quedar estupefactos al ver el dolor de estas madres que les asesinan a sus hijos frente a sus ojos; pero de nada serviría este asombro, si caemos en la misma situación y acallamos el cambio que deberíamos iniciar en nuestra vida, sacando a Jesús de nuestro corazón. Que la contemplación del martirio de los santos inocentes nos mueva a cambiar siempre en nuestra vida, dejando que Cristo nazca en nosotros y no sacándolo y eliminando los criterios del evangelio.
Sin embargo, la última palabra la tiene Dios y no esté despótico personaje, pues a partir de su decisión escalofriante de mandar matar a los niños, curiosamente el don de la vida tiene la última Palabra, pues el dueño de la vida (Jesucristo) se salva y da vida nueva a todos los hombres. San Mateo coloca este relato haciendo un paralelismo con el relato del libro del Éxodo (Ex 1-2), en donde se habla del Faraón que manda matar a todos los niños israelitas, y curiosamente como una paradoja se salva uno que el mismo Faraón cuida, alimenta y educa; y que después de cierto tiempo será el libertador de Israel. Ahora en el Evangelio de Mateo, Jesús es presentado como el nuevo Moisés que se escapa de las manos del nuevo Faraón, que es representado por Herodes, y que finalmente traerá la liberación del pueblo y una liberación no sólo de la esclavitud de un pueblo, sino de la esclavitud del pecado.
Jesús se salva, y en medio de esto un despótico rey manda asesinar a tantos niños, para lograr su cometido, que no es otra cosa que seguir siendo el dueño de la historia. A primera vista podríamos pensar que esto es injusto, porque no había necesidad de que tantos niños murieran por culpa de uno, e incluso hay quien coloca a Jesús, y a Dios mismo como culpable de la muerte de estos niños inocentes. Pero el culpable realmente es Herodes, él es quien los manda matar, es él, quien no quiere perder poder y dominio sobre la población; es él y sólo él, quien prefiere optar por la muerte para evitarse problemas; es él, quien no se plante un cambio de vida, iniciando una nueva historia; es él, quien no es capaz de de confrontarse y ser distinto, y prefiere matar que tratar de descubrir lo que Dios quiere en él.
Herodes ha escogido la salida fácil, es mejor quitar del camino, es mejor matar, que meditar, que querer cambiar, que permitir que Dios entre en la vida.
Celebrar Navidad es precisamente confrontarnos y dejar que Dios entre e ilumine en nuestras vidas. Es muy fácil hacer todo a un lado, es muy fácil hacer como que nada pasa, es muy fácil imponerse y decir que se cumpla sólo nuestra voluntad; pero que difícil es permitir que Dios entre y nos ayude a cambiar, iniciar el esfuerzo y transformar nuestra vida. Navidad no sólo es un festejo, sino que, es el compromiso de permitir que Jesús entre en nuestras vidas y se inicie un cambio, siendo iluminados `por los criterios del evangelio.
Podemos optar y ser como Herodes, evitando que su Palabra llegue, haciendo oídos sordos a su propuesta de amor y de justicia; o bien podemos cambiar y dejar que Jesús niño inicie un nuevo caminar en nuestra historia. Creo que al leer el evangelio de este día muchos de nosotros podríamos horrorizarnos y ver como este rey despiadado manda exterminar a los niños, podríamos quedar estupefactos al ver el dolor de estas madres que les asesinan a sus hijos frente a sus ojos; pero de nada serviría este asombro, si caemos en la misma situación y acallamos el cambio que deberíamos iniciar en nuestra vida, sacando a Jesús de nuestro corazón. Que la contemplación del martirio de los santos inocentes nos mueva a cambiar siempre en nuestra vida, dejando que Cristo nazca en nosotros y no sacándolo y eliminando los criterios del evangelio.
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