28/10/09

...Haz que, por intercesión de los santos Simón y Judas, nosotros amemos cada día más a Cristo...

Meditación con motivo de la fiesta de los Santos Apóstoles Simón y Judas

Textos:
Efesios 2,19-22
San Lucas 6,12-19

Hoy celebramos la festividad de los santos apóstoles Simón y Judas, una celebración un tanto peculiar para el pueblo de Dios que frecuentemente atribuye a san Judas Tadeo una especie de poder milagros más extraordinario que ningún otro, siendo que la festividad de hoy al igual que las demás festividades de los santos nos invitan a contemplar un aspecto de la vida de la Iglesia. Y creo que la oración colecta del día de hoy puede ayudarnos:

Dios nuestro que nos has dado a conocer a tu Hijo
por la predicación de los Apóstoles,
haz que, por intercesión de los santos Simón y Judas,
nosotros amemos cada día más a Cristo
y cada vez mayor número de hombres lo conozcan.

Esta oración nos da a entender tres aspectos fundamentales que debemos de considerar el día de hoy. En primer lugar nuestra fe en Cristo. La oración colecta hace hincapié sobre todo que nuestra fe en Jesucristo os ha legado precisamente por la predicación de los apóstoles, de tal manera que deberíamos de preguntarnos en este día que tanto tengo bien afianzada mi fe. Si la fe ha llegado por la predicación de estos hombres, nosotros que tanto vamos permitiendo que esa fe sea importante en nuestras vidas. Qué tanto dejamos que esa fe nos vaya transformando totalmente. Si el día de hoy se despierta una exacerbada devoción a san Judas, que tanto está movido realmente por la fe que él mismo predico. Porque en la mayoría de los casos es movida por muchas cosas menos por una fe auténtica.
En segundo lugar, se pide que la intercesión de estos dos santos (recordando que hoy celebramos a dos santos, y no sólo a uno) nos ayuden a amara más a Cristo. Con esto la oración hace una bella exhortación para que esta festividad nos sirva de medio para alcanzar a Cristo y lo amemos. La vida de la Iglesia implica una cercanía con Jesús que nos lleve amarlo cada día con mayor intensidad. El problema se da cuando nosotros podríamos celebrar hoy esta festividad y no amar totalmente a Cristo. Celebrar una fiesta de los apóstoles es un momento privilegiado dentro de la Iglesia para acercarnos más a Cristo, y vivir con mayor profundidad el amor de Cristo en nuestra vida. De nada serviría celebrar esta festividad si no amamos más a Cristo, sino que limitamos todo a la figura de un ‘santo’, o a una conveniencia material y mágica, pero no una auténtica vida de fe.
Finalmente, la oración pide para que el amor a Cristo se expanda a todos los hombres. Quiere decir que aquí se nos compromete a los demás para anunciar la experiencia de Dios, y así todos amemos a Cristo como Simón y Judas lo hicieron. Es una fiesta que nos invita a ser ‘apostólicos’, a ser ‘enviados’ y dar a conocer lo que es nuestra vida de fe. Sería lamentable que algún devoto de san Judas al finalizar la festividad hablara de todo, menos de Cristo, y de su acción redentora en la humanidad, sería una fiesta absurda y nula, que lejos de dar frutos sólo dio lastima.
Pues si san Judas es el patrono de las causas difíciles e imposibles sería bueno orar y pedirle por la causa más difícil que es precisamente una vida de fe auténtica capaz de acercarse más a Cristo y darlo a conocer, de lo contario habríamos limitado a situaciones difíciles muchas cosas, olvidando la más importante que es la ausencia de Dios en nuestra vida de fe.

26/10/09

«Había allí una mujer completamente encorvada…»

Meditación del Lunes XXX de Tiempo Ordinario
Ciclo ferial /I/
Año impar


Textos:
Romanos 8,12-17
San Lucas 13,10-17


Uno de los problemas más complejos que el hombre debe de enfrentar curiosamente no son los problemas externos, sino los problemas internos, los problemas que vamos generando en neutro interior y que van afectándonos lenta y gradualmente en nuestra psicología. Así, vamos alimentando y cargando tristezas, angustias, egoísmos, rencores, desilusiones, apatías, etc. Toda una gama de sentimientos que en el fondo no nos hace ningún bien sino que va disminuyendo nuestro estilo de vida, va disminuyendo nuestra forma de ser, nuestras relaciones con los demás y nuestro estado de ánimo al punto de creer que ya no podemos seguirá delante en nuestra historia, amargándonos incapacitándonos para seguir adelante.
El día de hoy en el texto del evangelio (Lc 13,10-17) nos presenta esta realidad presentando para eso a una mujer encorvada. Esta mujer es figura del pueblo de Israel, es figura de un pueblo esclavizado por la ley, esclavizado por el Sábado. Por esta razón el contexto es el sábado, porque en lugar de ser un espacio de libertad y de encuentro con Dios e ha convertido en u espacio de preceptos y legalismos absurdos que sólo esclavizan y no dan la verdadera felicidad y libertad que necesita el hombre mismo. Esto se ve reforzado por los mismos fariseos que al ver la curación piden inmediatamente que vengan otros días a ser curados, pero no el Sábado. Con esto se pone de manifiesto que para ellos el Sábado es una institución de legalismo, pero no un espacio de libertad y de amor, un espacio para la salud y la salvación del hombre. Por eso piden que no sean curados en ese día, marcando que ha dejado de ser espacio de salvación y ahora sólo es espacio de destrucción y esclavitud tal y como se muestra gráficamente con la figura de la mujer encorvada.
El mismo san Lucas enfatiza la idea de la esclavitud de esta mujer con otras ideas. En primer lugar nos dice que tenía dieciocho años enferma, y esto expresa un simbolismo profundo. El número 18 en la Biblia es el producto de 6 x 3, el seis dentro de la Escritura es símbolo de lo incompleto, de lo inacabado, y si está multiplicado por tres que implica una perfección quiere decir que esta mujer es imperfecta totalmente, totalmente inacabada. La Ley del Sábado lo único que ha provocado es que existan hombres totalmente incompletos, inacabados, sin la oportunidad de ser totalmente libres, totalmente realizados dueños de sí mismos. Ahora sólo cargan leyes, cargan preceptos, cargan destrucciones, cargan un absurdo que lejos de darles la libertad viven incompletos, inacabados, frustrando el proyecto creacional de Dios.
En segundo lugar dice que «no podía enderezarse de ninguna manera.» Es una manera grafica de decirnos que ya no tiene remedio esta mujer, está condenada a permanecer totalmente encorvada para siempre. Es una figura de la total frustración humana. Pero Jesús al verla así no lo soporta. «Jesús, al verla, la llamó y le dijo: "Mujer, estás curada de tu enfermedad".» Para Jesús no puede haber un hombre incompleto, no puede existir un hombre frustrado, inacabado. Por ello debe de transformar totalmente su vida, por eso la llama, es decir, la trae hacia sí mismo, hacia la plenitud del hombre y es curada. El hombre debe de ser libre a partir de ahora. Porque el hombre debe de dejarse tocar por Dios e iniciar un camino nuevo en la historia, y empezar a ser enderezado porque el hombre que es libre, es dueño de la historia y de la creación es el hombre recto, dueño de todo y lleno de vida. Ahora la mujer –y con ello todo el pueblo- debe aprender cuál es el sentido del Sábado, debe entender el sentido de la libertad y ahora puede ser enderezada, aquella que parecería que nunca lo lograría lo hace una vez que descubre que no puede vivir llena de legalismos, sino que está llamada a la libertad y a la vivencia de salvación y del amor.
Esto quiere decir que el hombre puede ser libre cuando se descubre llamado a la vida y al amor. Si hoy en día en la sociedad estamos rodeados de una serie de frustraciones, de tristezas, se debe a que eso es lo que vamos cargando por la vida. Sólo cargamos tristezas, egoísmos, rencores que lo único que hacen es dejarnos encorvados, esclavos de uno mismo, de esos sentimientos que no nos llevan a ningún lado, sólo a dejarnos insatisfechos, incompletos por la vida, ansiando algo más, un poco de felicidad, un poco de paz, sin alcanzarla, porque eso sentimientos que hemos generado y hemos cargado nos hacen totalmente infelices e inacabados.
Es el momento para permitir que Jesús nos libere, y que reconozcamos que la vida no puede estar hecho de rencores o desilusiones, es momento de quitar esos sentimientos y dejar que la fuerza liberadora de Jesús nos toque y nos transforme totalmente. Podemos ir haciendo una serie de esclavitudes creyendo que eso es la vida, y con ello encorvándonos, o bien ser libres y descubrir que ya no necesitamos más cosas, sino abrirnos al amor y a la sorpresa de lo que Dios hace en nuestras vidas diariamente. A lo mejor pensamos que es demasiado tarde, que así hemos ido creciendo y avanzando por la vida lleva de rencores, parece que todo está acabado, que así seremos para siempre, pero si nos fijamos bien ni los 18 años de esta mujer (totalmente inacabada), fueron lo suficientemente fuertes para que se abriera a esta novedad, lo único que debemos hacer es dejarnos llenar d esta fuerza liberadora iluminada con la Palabra de Dios y dejar de cargar aquello que nos sirve para nada.

24/10/09

«Estaba sentado junto al camino…»

Homilía para el XXX Domingo Ordinario
Ciclo /B/

Textos:
Jeremías 31,7-9
Hebreos 5,1-6

San Marcos 10,46-52

El mundo de hoy, es un mundo bien informado, capaz de enterarse de cantidad de cosas a nivel mundial en cuestión de segundos, sin embargo, sólo se queda en eso, en la mera capacidad de información, pero no de interrelación. Somos incapaces de involucrarnos realmente con los demás, con lo que otros piensan, con las situaciones que se viven. Es muy común saber lo que sucede en la familia, pero en realidad no nos involucramos con lo que les sucede, no vemos como poder ayudarlos en la medida de las situaciones. Muchas veces sólo nos quedamos con la noticia o con el ‘chisme’, pero no somos capaces de interrelacionarnos con los demás. Nos quedamos al margen de todo.
Del mismo modo nos sucede en la vida de la fe, vamos por la vida sin interrelacionarnos con Dios, nos mantenemos al margen, nos limitamos con saber algunas cosas, hacer ciertos rezos, asistir a las asambleas dominicales; pero en realidad no nos relacionemos plenamente con Dios. Dios se queda a nivel de informe, y no damos un paso más para seguir adelante en la vida de fe. Existe una fuerte falta de compromiso para con la vida de fe, ya sea porque es un adorno, o bien porque no nos interesa, o sólo porque lo limitamos a un determinado espacio de nuestra vida, pero nunca repercutiendo fuertemente en nuestra historia.
El día de hoy el relato del Evangelio nos presenta esta realidad. Encontramos a Jesús camino a Jericó y ahí en medio de esto, de la multitud que sigue a Jesús el evangelista nos presenta a un singular personaje: «Bartimeo, un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino.» Este ciego es un personaje sumamente singular, pues tiene tres características fundamentales, para identificarlo. En primer lugar una característica que salta a la vista es que se trata de un ciego. La ceguera dentro de la Biblia simboliza al hombre que no es capaz de descubrir la acción de Dios en su vida, que no puede descubrir que es lo que Dios le pide, no ve como Dios le acompaña en medio de la historia, en medio de su vida. Es ciego el que teniendo ojos se incapacita para descubrir lo que Idos le quiere decir.
¿Pero, por qué es ciego? ¿Qué es lo que le incapacita para descubrir la acción de Dios en su vida? El texto nos da la pista y es precisamente que este hombre -a comparación de todos los demás relatos de curación de parte de Jesús-, es un hombre que tiene un nombre, se llama Bartimeo. Bartimeo, la etimología de este nombre es un poco compleja, pero quedémonos con una interpretación para acercarnos al texto. Bartimeo proviene de un vocablo hebraico y otro griego, Bar-timeos, es decir el hijo del noble, el hijo del honor. Quiere decir que la identidad de este hombre se basa en la búsqueda del honor, la búsqueda del poder, de la nobleza. Si se ha vuelto ciego, si no ve a Dios en su vida, no logra descubrir que es lo que Dios le pide, se debe precisamente a que este hombre lo único que busca en la vida es el privilegio, es incapaz de descubrir a Dios, porque no es capaz de descubrir algo más allá de su absurda búsqueda de poder y honor. Es el retrato del hombre que busca constantemente sus privilegios, su honor, su gloria, su vida, pero eso hace que se encierre en sí mismo sin ser capaz de descubrir lo que Dios le está pidiendo, sin descubrir que Dios le llama, que Dios está cerca de él, pues su visión está puesta en sí mismo y su propio privilegio.
Como consecuencia de esta ceguera el texto nos indica que estaba a la orilla del camino. Esta indicación es sumamente descriptiva, y llena de un gran contenido teológico. El camino es una designación para referirse a la comunidad cristiana, porque en aquellos tiempos a la Iglesia se les llamaba los del camino, los santos del camino. Por tanto, si este hombre está al borde del camino quiere decir que es alguien que ha sido incapaz de hacer camino, es alguien que ha vivido al margen de Dios, y por tanto al margen de la comunidad, no hace el camino, no hace comunidad, no se interrelaciona, es una especie de “espectador” en medio de la vida de fe.
Cuantos de nosotros somos así, somos espectadores en nuestra vida de fe. Sólo vemos a Dios desde lejos, cegados por nuestras situaciones, nuestras ambiciones, nuestros lujos, nuestras envidias, nuestros pecados, pero siendo incapaces de iniciar un camino de liberación, un camino de transformación, dejando que Dios ilumine los aspectos de nuestra vida con la luz de su Palabra, la Palabra que transforma y reanima nuestro caminar por la vida.
El problema de mantenerse al margen del camino no se limita muchas veces a la vida de fe, porque muchas ocasiones también somos ciegos al borde del camino en medio de nuestra familia. Cuantas veces no caminamos con nuestra familia, poniendo a veces pretextos. Muchas veces decimos “Quien sabe porque es así mi hijo, o qué tendrá” y en lugar de escucharlo, convivir con él, preferimos quedarnos al borde del camino y no hacer camino con ellos, sólo nos asombramos o decimos que no podemos más, pero no damos el paso con ellos, ni damos la oportunidad para compartir con ellos. O cuando hay problemas con la pareja, sólo nos mantenemos al borde diciendo que no estamos para soportar sus caprichos, o que están locos, o que ya se le pasará, o bien que es mejor ignorarla/o, y así vamos sin hablar, sin comprometernos, sin hacer camino de pareja.
La verdadera problemática es cuando nos cegamos viéndonos a nosotros, viendo que sólo somos nosotros los que necesitamos algo, somos nosotros el centro del mundo, son nuestras preocupaciones las que valen la pena, son nuestros problemas lo que realmente vale. No vemos al otro, no vemos a Dios, no hacemos el camino que deberíamos para comprometernos e ir cambiando todo. Nos encerramos creyendo que sólo nosotros, o un grupo o una idea es la que vale la pena, pero no somos capaces de descubrir a la comunidad y a los demás para caminar juntos.
Ante esa situación el ciego se da cuenta que esto no puede seguir así, y descubre que alguien le puede ayudar, alguien puede ayudarlo a salir de su angustia, a salir de su egoísmo ciego. Escucha que viene Jesús y grita, marcando así su desesperación y su urgencia, grita porque está pasando la única oportunidad para salir de su situación de ceguera, de egoísmo, de vivir al margen del camina. «Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!» Es un grito de angustia, y de esperanza, de angustia por todo el dolor que se ha ido provocando a lo largo de su vida por no involucrase y meterse en el camino, pero de esperanza, porque la luz se acerca, una luz que le puede hacer ver las cosas distintas y con ello iniciar un caminar nuevo y entonces grita.
Sin embargo, la gente no descubre la situación de este hombre y lo toma por loco. Muchas veces cuando uno cae en la cuenta del daño que ha hecho, de sus errores y trata de cambiar, cuando grita pidiendo ayuda, la mayoría cree que es un absurdo, que sólo lo hace para irla pasando. Por esa razón lo intentan callar, para que siga ciego, con su estilo de vida y al margen del camino. Pero este ciego no se rinde sigue gritando, sigue llamando a Jesús con más fuerza, con más energía, es una situación vital, o inicia el cambio o vivirá frustrado al borde del camino para siempre. Y ahí donde siempre se cree que ya no hay remedio, donde le piden que se calle, cuando se cree que el ciego será ciego para siempre, cuando se cree que el que no ha hecho camino, perdido en su envidia, en su adicción, en su destrucción, ahí donde ya no hay esperanza, resulta ser que hay uno que si cree, uno que si está dispuesto a dar una oportunidad: Jesús, que manda traerlo.
Comienza lo inusitado, comienza el inicio del camino en la vida de este hombre apoltronado por su historia: «Arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él.» Este ciego arroja su manto, es decir el espacio de su vida, dado que no hacía camino necesitaba un lugar donde permanecer y ese es su manto. Arrojar el manto es lanzar su espacio vital, porque ahora ya no vivirá de ese manto, ahora iniciará un camino, iniciará una manera de ser en medio del mundo, en medio de su fe. Ya no necesita ese manto pues ahora hay un camino para hacer camino. Inmediatamente da un salto, es decir, comienza la vida del camino, con un salto que refleja su nueva condición, pues ahora es alguien en movimiento, es alguien que comienza a hacer camino. Salta, y con ello deja todo detrás. Curiosamente dice que se pone de pie saltan do, no dice que lo agarraron, o que se recargó. Saltar implica una acción personal, él sólo salto, porque pata hacer camino es necesario que sea una decisión personal. Además es un riesgo, pues recargándose o apoyándose implica que quiere hacer un camino pero lleno de comodidad, pero si salta, quiere decir que se arriesga, porque un ciego en su sano juicio no salta, porque es un riesgo, al no saber que hay delante de él. Salta, quiere iniciar por sí mismo y tomando todos los riesgos el caminar por la historia, y con ello dirigiéndose a aquel que puede hacer que sea un camino lleno de luz, de ahí que el texto nos diga que va al encuentro con Jesús.
Y entonces el último paso: «Jesús le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?"» y si Jesús le pregunta es porque la decisión de caminar con Jesús, de querer tomar en serio la vida es personal, Jesús no fuerza a nadie. Y el hombre lleno de esperanza da su adhesión aceptando el plan de Jesús en la vida. Esto es lo último: aceptar personalmente el tomar en serio la propia vida. Todo está listo, ahora es un hombre listo para caminar en medio de la historia. Y de manera extraordinaria el texto cierra este texto marcando como este hombre ha iniciado ya el camino: «En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino.» Ahora el ciego hace camino y curiosamente lo hace siguiendo a Jesús, y Jesús va hacia la cruz, y hacia ya va el ciego porque ahora si ha tomado su vida en serio y hace camino como el mismo Jesús, es decir caminado directo hacia la entrega total de la vida.
Porqué no iniciamos hoy una conversión profunda de nuestra vida, y le gritamos a Jesús para que venga a nuestra viuda y la transformemos totalmente. Arrojemos el manto de nuestra indiferencia, de nuestro egoísmo y comencemos a caminar por el camino del amor, la comprensión la cercanía con aquellos que viven cerca de nosotros, comenzando a vivir realmente la vida en comunidad y sobre todo caminar con Dios comprometiéndonos realmente a vivir nuestra vida de fe.

23/10/09

Todavía hay tiempo de cambiar

Meditación del Sábado XXIX de Tiempo Ordinario
Ciclo ferial /I/
Año impar

Textos:
Romanos 8,1-11
San Lucas 13,1-9

Muchas veces vamos por la vida con una actitud meramente conformista, y creemos que como somos es suficiente. Creemos que los demás tienen la obligación de aguantarnos, o de conformarse así como somos. Esto puede abarcar la vida de la fe, la vida social, escolar, de trabajo. Todos los ámbitos. Cuántos estudiantes llegan a decir “yo no voy a estudiar al fin que los maestros ya saben que no hago nada”, o cuantos en el trabajo no hacen nada porque así son, o cuantos hablan con groserías o insultos porque dicen que así son y que ni modo, que los aguanten los demás. Y en la vida de fe muchos opinan que Idos ya saben como son y que así los quiere, que él se aguante porque nosotros no vamos a cambiar, o incluso llegamos a decir que vamos a cambiar luego o al final de la vida, porque Dios es tan grande que finalmente nos va a perdonar, y sobre todo que podemos arrepentirnos al final de los tiempos.
El día de hoy en el evangelio escuchamos una parábola en donde Jesús trata de poner de manifiesto que muchas veces no vamos dando los frutos en la vida, no vamos dando testimonio de nuestra auténtica fe, sino que vamos por la vida como si nada pasara y creyendo que después todo cambiará. Sin embargo descubrimos que el dueño de la viña no está de acuerdo con esto, pues espera los frutos, espera que cambiemos, que vayamos siendo mejores. Cada año va a buscarlos y no haya nada, y finalmente quiere cortarla, porque no hay frutos.
Tener fe, no es simplemente un artículo de lujo que se usa de vez en cuando, sino que debe de ejercitarse de manera constante. Constantemente hay que dar frutos. No vale decir que no podemos o que no vamos a cambiar, sino que debemos de procurar la capacidad de cambio en la vida. Siempre hay tiempo, siempre tenemos la oportunidad de ser mejores, mientras estamos aquí. Hoy es el momento para renovarnos y realmente ser distintos, hoy podemos transformar nuestra vida, nuestras actitudes, nuestras palabras, nuestro trabajo. Hoy y sólo hoy.
Jesús cuneta esta parábola porque muchos creen que Dios ha mandado el castigo de los asesinados por Pilato y la Torre de Siloé porque son malos, pero Jesús los desengaña y les hace ver que todos son malos, y lo importante no es juzgar al otro, por lo que le ha sucedido, sino ver hacia nuestro interior y descubrir que es lo que debo cambiar, si a ellos les ha llegado el fin y a mí no, quiere decir que hoy puedo iniciar un cambio en mi vida, porque finalmente sigo aquí por algo, puedo hacer de mi vida algo mejor para mí y para mis hermanos.
Sería bueno que hoy dejásemos de juzgar lo que a otros les sucede y empezar a vernos a nosotros mismos y lo que debemos cambiar y ver si en realidad damos los frutos que quiere el Señor o simplemente la vamos pasando. Hoy es el día para iniciar un nuevo caminar, iniciar una nueva manera de relacionarnos sin tantas groserías, sin tantas flojeras, sin dejar de creer que nada es importante. Hoy es el día.

«¿Cómo no saben discernir el tiempo presente?»

Meditación del Viernes XXIX de Tiempo Ordinario
Ciclo ferial /I/
Año impar

Textos:
Romanos 7,18-25
San Lucas 12,54-59

En el Evangelio de hoy Jesús les echa en cara a los Fariseos su hipocresía, porque se creen grandes conocedores de la Ley y por tanto, conocedores de Dios, pero en realidad no lo son porque su vida dice lo contrario. Y para ello Jesús coloca un ejemplo muy claro: Cómo es posible que ellos conozcan que tipo de clima existe, pero no sepan que el reino de Dios está en medio de ello. «¿Cómo entonces no saben discernir el tiempo presente?» Es la queja de Jesús en contra de aquellos letrados, pero también es la queja que hoy nos dirige claramente porque cada uno de nosotros tal vez podemos decir que creemos en Dios pero no somos capaces de descubrir los signos de la presencia del Reino en cada una de nuestras vidas.
¿Y Cuáles serían estos signos? Si analizamos nuestra vida podríamos ver varios elementos importantes en donde podemos descubrir esta presencia de salvación. Si descubrimos nuestra vocación, ahí puede verse un signo de Cristo en nuestra historia. Si me descubro como una persona que vive en matrimonio, desde luego que ese es signo de Cristo. El problema es que a veces vemos eso como simple parte en la vida, lo vemos como algo pasajero, lo vemos como algo que elegí, pero que por desgracia hoy ya no lo aguanto, y no somos capaces de vislumbrar ahí un espacio de encuentro con Dios.
La escuela es en sí misma un signo de la presencia de Dios en nuestra vida, de ese Reino que por medio de esas clases o de esos conocimientos hace posible la experiencia de Dios en nuestra historia. A lo mejor lo veo como una obligación, o porque me lo dicen mis papás; lo cierto es que es signo muy concreto de la presencia de Dios en donde puedo encontrarme con él y vivir desde ahora de manera distinta.
Los hijos son un signo de Dios, del Reino en nuestra historia. En primer lugar porque son un signo de vida, de fecundidad en la vida de la familia, y en segundo lugar porque ahí es donde Dios manifiesta la experiencia del reino, cuando los papás se desviven, ayudan y pasan el tiempo que es debido con sus hijos, poniendo todo lo que pueden para estar con ellos, y para darles lo necesario, recordando que también su persona es necesaria en su vida. Cuando se descubre en los hijos la presencia del reino todo es distinto.
Cuando el trabajo no se ve sólo como una carga pesada, o un medio para la supervivencia, sino como espacio de realización y de encuentro, y de desarrollo del Reino, con una nueva mentalidad, una nueva manea de vivir, de encontrarse con los demás, entonces iniciamos el verdadero encuentro con el Reino.
«¿Cómo entonces no saben discernir el tiempo presente?» es la queja que hoy Jesús nos dice. Porque si somos posibles de planear compras, descubrir las rebajas de temporada, si somos hábiles para levantar chismes y defendernos, si sacamos todo lo necesario para prepara una fiesta, cómo no eres capaz de ver el papel que juega Dios en tu vida, y empezando por lo más simple, porque ahí e n la sencillez de tu vida nos da la capacidad de encontrarnos con él, y descubrir lo que realmente vale la pena. Y mucho más, si vemos que en su Palabra y los sacramentos se hace visible, que mejor forma de dejar que nos renueve y nos transforme totalmente, de lo contrario seguiremos igual de ciegos que los fariseos, que vislumbremos y planeamos muchas cosas de la vida, pero no vemos la presencia de Dios en nuestro entorno, haciéndolo todo al margen de él.
«Cómo entonces no saben discernir el tiempo presente…», con tu familia, con tu trabajo, con tus quehaceres, con tus amigos, Cómo es posible que dese estos sigamos del amor de Dios y no hagas crecer la experiencia del Reino y te descubras acompañado por Dios.
Qué esta queja no sea para nosotros porque hoy iniciamos una vida nueva.

17/10/09

Boca y corazón: Identidad del misionero

Homilia para el Domingo Mundial de las Misiones, DOMUND 2009

Textos:
Zacarias: 8, 20-23
Salmo 66
Romanos: 10, 9-18
San Marcos: 16, 15-20

El mundo de hoy está sumamente dividido por muchos caminos a seguir. Encontramos caminos que llevan al amor, a la esperanza, al servicio, pero también hay caminos que llevan al hombre a encerrarse en la tristeza, la desesperación, odio, infidelidad; hay incluso caminos que llevan a hacer el mal o a perder el sentido de la vida. Y podemos ver a nuestro alrededor mucha gente que va triste por la vida, que va sin ánimo, que hace el mal, que toman la vida a la ligera, que está llena de violencia; prendemos la TV y descubrimos muertes, guerras, devaluaciones, negocios, etc. Estamos rodeados de un sinfín de caminos y a veces nos preguntamos por qué la gente ha escogido esos caminos, ¿Por qué vivimos en la violencia, en la infidelidad, en la destrucción, en el odio? ¿Por qué? ¿Cómo hacerle para que cambien de camino y encuentren algo que les haga ser mejores?
El día de hoy la Iglesia celebra la Jornada mundial de las Misiones, el denominado DOMUND. Un día en el que la Iglesia dedica para pedir por las misiones, para que el mensaje del Evangelio y la vivencia del Reino sean una realidad. Pero también el día de hoy la Iglesia se detiene y nos invita a reflexionar en nuestro sentido misionero y para ello nos coloca una serie de lecturas muy peculiares que nos invitan a ahondar en este sentido de misión y encontrar nuestra responsabilidad en nuestra vida, porque el ser católicos, el pertenecer a la Iglesia no se limita simplemente a hacer potación o venir a misa, sino que también nos compromete a ser misioneros, porque el encargo misionero lo ha dejado Jesús para todos nosotros.
¿Pero en qué consiste ser misionero? Ser misionero consiste en llevar a los demás a Dios, ser misionero es que en nuestra vida diría seamos capaces de llevar hacia a Dios a los hermanos con los que vivimos. No consiste en ser misionero porque vamos al África, o a otro país. El misionero, ser católico implica que tengamos la capacidad de llevar a los demás hacia Dios. Y eso es la obligación de todos.
Cuando una mamá le enseña a rezar a su hijo, cuando un papá le trata de explicar quién es Dios a su hija, ahí se está siendo misionero, ahí está el primer paso misionero que acerca a Dios. Pero ello implica que es algo permanente. Analicemos las lecturas del día de hoy y descubramos que consiste la esencia del misionero.
En primer lugar el texto del evangelio coloca esta realidad de ser misionero: «Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará.» Con esto queda claro que todos estamos invitados a esta gran empresa de expandir el Reino, y que no lo hacemos con nuestra s fuerzas, sino que lo hacemos con la fuerza que viene de él. Por esa razón maraca que hay varios signos que acompañan al misionero, poniendo en claro que todo lo que se hace parte de la fuerza de Dios. No son las meras capacidades humanas, sino la fuerza de Dios la que hace efectiva la misión. Por tanto, no debemos tener miedo de hacerlo, porque finalmente parte de la fuerza de Dios.
Sin embargo ¿Cómo debemos llevar a cabo este encargo? La segunda lectura nos enseña precisamente la base del ser misionero y como hacer esa labor en la vida cotidiana: «Porque si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvado. Con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con la boca se confiesa para obtener la salvación.» En otras palabras ser misionero consiste básicamente en dar testimonio. Pues el texto nos indica que el cristiano es el que confiesa a Jesús como su Señor, y curiosamente implica dar el testimonio durante toda la vida, porque el texto nos dice que debemos confesar el Señorío de Jesús con la boca, y la boca dentro del pensamiento bíblico representa la expresión externa del hombre. Con la boca el hombre habla de sí, con la boca el hombre anuncia quién es, qué conoce, qué siente; gracias a la boca el hombre puede expresarse y darse a conocer. Profesar el Señorío de Jesús con la boca no consiste simplemente en decirlo, en articular sonidos, implica una expresión de lo que tenemos realmente dentro; en otras palabras que mi modo de ser, mi carácter, mis palabras, reflejen a Cristo. San Pablo nos exhorta de ese modo a que nuestro comportamiento externo sea de tal manera que demostremos al mundo que Cristo es Señor, que Cristo reina en Nuestra vida. Por tanto no se refiere meramente a las palabras, sino a todo lo que expresamos con nuestros actos, con nuestro ser. Que cuando otros me vean se encuentren con Cristo, porque él es mi Señor.
En segundo lugar nos pide creer en la resurrección en nuestro corazón. El corazón dentro del mundo bíblico es la sede de la sabiduría, es el lugar donde se hacen loas grandes reflexiones de la vida, es la sede de los grandes pensamientos y por tanto de la vida interior. Quiere decir que la base de la sabiduría en la fe del creyente está en la resurrección. La resurrección es la que da sentido a la vida del creyente, la resurrección es la fuerza que transforma, anima, renueva, convierte al hombre. Si hay un mensaje que se ha anunciado desde antiguo, desde los inicios de la Iglesia es precisamente el de la resurrección, es precisamente que Cristo ha vencido a la muerte, que Cristo ha destruido todo aquello que nos esclaviza, que nos disminuye: La muerte. Con ello el hombre tiene la capacidad de levantarse y de transformar su vida. ¡Cristo ha resucitado! Es la única verdad que puede renovar el interior del hombre. Si san Pablo nos pide creer en esto en nuestro corazón quiere decir que el apóstol que el hombre de fe es aquel que no sólo demuestra en su exterior que Cristo es Señor (“Anunciar con la boca”), sino que debe dejarse transformar constantemente en su interior por la fuerza de Dios, por la fuerza de la resurrección ("Creer en el corazón"). El misionero, y todo cristiano por consiguiente, es alguien que constantemente va convirtiéndose, que constantemente deja que Dios lo transforme, que va venciendo su pecado, demostrando con su propia vida la grandeza de Dios.
Este gran texto de san Pablo pone en claro que el misionero es aquel que se ha dejado tocar por Dios y por ello lo trasmite, y que en ciertos momentos ha de hablar para invitar, para atraer y explicar a los demás este don maravilloso de la fe, y a lo cual no hay que tener pues se cuenta con la fuerza de Dios.
Al inicio de la reflexión decíamos que hoy día hay mucha violencia, sin sentido, apatías, en otras palabras muchos caminos en los que el hombre va caminado y que no son los más felices precisamente, ni le hacen bien a la humanidad. Creo que precisamente es ahí en donde hace falta alguien que oriente, que con la propia vida y con la fuerza de la Palabra podamos orientar a los hombres para que encuentre el sentido de sus vidas. Si hay hombres y mujeres que se sienten solos, que viven en la violencia, en el odio, en el sin sentido, en diversas adicciones, en una vida desenfrenada y que finalmente no encuentran la felicidad.
Ahí en donde hay hombres que encuentran el camino que de sentido, hace falta alguien que les indique el camino, que les indique la dirección, que les den una luz en la vida para encontrar un nuevo camino, para encontrar un nuevo sentido en la vida. Y eso implica si somos capaces el día de hoy de aceptar esta propuesta e ir hacia los demás y anunciarles el reino, anunciarles un nuevo camino de felicidad, de plenitud, de realización, que brota de la experiencia de Cristo. Un anuncio que cada día se hace más y más necesario. Un anuncio que se hace con la fuerza de Dios, pero sobre todo expresándolo con nuestra vida y dejando que él sea quien nos vaya transformando cada día con su fuerza. Y entonces sí seremos misioneros, no sólo porque enseñamos de Dios, sino que enseñamos a Dios, a través de lo que ha hecho conmigo, que no hay mejor prueba que esto. Y así presentar un camino nuevo, distinto que hará que se cumpla lo que decía el profeta Zacarías: «En aquellos días, diez hombres de todas las lenguas que hablan las naciones, tomarán a un judío por el borde de sus vestiduras y le dirán: “Queremos ir con ustedes, porque hemos oído que Dios está con ustedes”» … queremos ir al encuentro de Cristo que te ha cambiado y que seguramente me cambiará y encontrará sentido a mi vida.

12/10/09

«…No le será dado otro signo que el de Jonás»

Meditación para el lunes XXVIII Ordinario
Ciclo ferial /I/
Año impar

Textos:
Romanos 1,1-7
San Lucas 11,29-32

La semana pasada meditabamos sobre la persona de Jonás y hoy es el mismo Jesús quien lo hace, por lo que creo conveniente que retomemos esta idea para terminar bien nuestra reflexión sobre este personaje, pero ahora a la luz del Evangelio.
La problemática en la que nos sitúa el evangelio del día de hoy es la situación de los signos. La multitud pide signos para creer. De manera que no les ha bastado todo lo que han visto y aprendido de Jesús, no les basta todo lo que ha ido realizando a lo largo de su ministerio, sino que quieren algo más, como si la fe fuese algo que se sustenta con cosas meramente visibles y llamativas.
Por ello Jesús lanza una fuerte reprimenda: «No le será dado otro signo que el de Jonás.» A que se refiere Jesús con esta frase. A lo largo de la historia de la Iglesia se ha interpretado que el signo de Jonás es la resurrección, es decir, así como Jonás estuvo tres días en el vientre del monstruo marino, del mismo modo Jesús estuvo tres días en el vientre de la tierra y resucitó. De esta interpretación se deduce que el signo de Jonás es el anuncio de la resurrección de Cristo. Sin embargo, creo que debemos meternos más en el mismo texto y no quedarnos con esta interpretación typológica (es decir, una relectura del Antiguo Testamento, en donde se quiere ver un anticipo de la persona de Cristo.)
Si nos detenemos en el libro de Jonás, debemos preguntarnos cuál fue el signo de Jonás, podemos ver que no es el haber quedado en el vientre de un monstruo Marino, porque en realidad eso no es lo más importante del libro, eso es sólo parte del cliché literario que desemboca en la llegada a Nínive, pues al inicio es llamado para ir hacia allá y finalmente llega por boca de ese monstruo, para cumplir con su misión. Y ahí en Nínive hace el anuncio de la conversión y ellos inmediatamente se convierten, una cosa que no es fácil de creer, pues nadie es capaz de iniciar un cambio de vida sólo por una prédica. Por tanto el signo de Jonás es precisamente la conversión de los paganos. Cuando Jesús habla del signo de Jonás habla precisamente de la conversión de los paganos, y ese será el único signo que tendrá esta generación. Para creer no se requiere de cosas portentosas sino la vida de conversión.
Esto es la invitación a reconocer a reconocer que la persona de Jesús nos debe de llevar a una auténtica conversión, basada en su Palabra, basada en su amor, en su fuerza, en su ánimo, lo cual debe de provocar en nosotros una fuerza tal que haga de nosotros ser testigos de su amor. Jesús no viene a dar grandes signos de portentosos o cosas taquilleros, a Dios se le reconoce en lo sencillo, en la vida del amor, en la vida de la fe, en la vida de la sinceridad, ahí es donde podemos descubrir realmente la presencia de Dios. Eso es lo más grande, y eso es la más grande prueba de la presencia del Reino, pues esa fuerza que ha logrado que el hombre se renueve.
Con esto Jesús da una interpretación fundamental del ministerio de Jonás: la conversión. Y creo que con todo lo que hemos analizado sobre Jonás el día de hoy Jesús nos coloca delante de esta realidad para comprender la misión de Jonás que ha logrado el signo más importante en la vida del creyente. Quiere decir que la consecuencia que debiéramos de sacar de ese relato es tener la capacidad de convertirnos, de cambiar verdaderamente nuestra vida. A eso fue enviado Jonás y es el mensaje que quiere darnos. Y ese es el signo que el mundo necesita. No se requieren de discursos, o de signos maravillosos, sino que se requiere de conversión.
Por esa razón Jesús no dará otro signo que la conversión de los paganos, lo cual se hace realidad en la misma obra de san Lucas, dentro del libro de Hechos de los apóstoles en donde vemos como los judíos se cierran y los paganos se alegran convirtiéndose al mensaje del Evangelio.
Y eso es la exigencia de hoy, convertirnos y permitir que Dios nos transforme totalmente para iniciar totalmente nuestra vida con la gracia de Dios. No sólo aparentar, sino vivir desde esa dinámica de conversión y fe en medio del mundo. Y justamente sobre esta realidad el evangelio de Lucas proseguirá reflexionando en los días subsiguientes. Por el momento detengamos aquí nuestra reflexión y quedémonos con esta llamada a la verdadera conversión.

10/10/09

¿Vida de fe o vida de Ritos y preceptos?

Homilía para el XXVIII Domingo Ordinario
Ciclo /B/

Textos:
Sabiduría 7,7-11
Hebreos 4,12-13
San Marcos 10,17-30

La vida de la fe es sumamente amplia y muchas veces se corre el riesgo de disminuirla, de hacerla menos, de limitarla pues a ciertas prácticas. Ese es precisamente el riesgo hoy en día, creer que tener fe, creer que decirnos creyentes se limita única y exclusivamente a cumplir ciertos preceptos, algunas obligaciones y con eso decir que estamos bien, que somos verdaderos hombres de fe. Sin embargo la vida de fe no puede ser reducida sólo al ámbito cultual, que si bien forma parte de ello, no puede ser encerrado simplemente en ello.
Sin embargo la realidad nos marca eso. Muchos podrán decir que son hombres de fe porque van a bautizar a su hijo, porque hacen alguna oracioncita, porque celebran los XV años de la jovencita, o la presentación de 3 años para los pequeños, porque asistieron a alguna misa. Otros podrán decir que son verdaderos creyentes porque van a misa cada domingo, porque se confiesan de vez en cuando. Habrá incluso otros que superen esto y digan que asisten diariamente a misa, o bien que están trabajando dentro de un grupo determinado de pastoral. ¿Pero acaso esto es la vida de fe? Por supuesto que NO. La vida de fe va más allá de un compromiso, o de una obligación dominical o moral de confesión. La vida de fe implica que debe transformar toda la vida misma del hombre teniendo en la mira todo desde Dios, desde Dios que le transforma, le anima, le renueva y hace que toda su vida sea completamente de fe, sea totalmente una experiencia de Dios, sin reducirla solamente a unos momentos.
Ello quiere decir que no se puede ser verdaderamente un hombre de fe solo por ir a misa, ser hombre de fe implica algo más, implica ir más allá de algo meramente ritual. Sobre este tema nos adentra el día de hoy la liturgia.
Hoy el texto del evangelio nos coloca con un joven que se acerca a Jesús, con una pregunta un tanto curiosa:«Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?» Esta pregunta nos haría pensar varias cosas que son importantes. Este hombre quiere saber qué hacer para ganar la vida eterna, ello implica dos cosas o bien que es un buscador de Dios, que trata de encontrar el camino de Dios, o bien que simplemente busca que hacer por el momento, busca un mandato más. El mismo texto nos irá dando la respuesta.
La respuesta de Jesús es tajante: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios», es decir, ¿qué tanto crees, verdaderamente, que yo soy bueno para ti? Y por tanto es una invitación a considerar que tan buena cree su Palabra, su enseñanza, que tan buena puede ser para que realmente vengas conmigo. Con esto Jesús trata de poner las cosas en claro, y tratar de descubrir cuál es la intención de este hombre. Se trata de una confrontación que llega a lo más hondo del corazón y obliga a tomar postura, más allá de las manifestaciones externas se trata de descubrir ¿qué tan dispuesto está este joven a poner en práctica el mensaje de Jesús? Y por ello le pone en claro algo: Nadie es bueno sino sólo Dios”, está volviendo la mirada del hombre hacia el único horizonte de verdadera realización y plenitud. Es como si le dijera vienes a mí, pero el que es bueno es Dios, el que te pide lo necesario para alcanzar la vida eterna es sólo Él.
Y entonces Jesús le manifiesta qué es lo que se necesita para llegar a esa vida eterna, y por tanto para encontrarse con Dios: «Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre.» La única manera de encontrarse con Dios es por medio del cumplimiento de los mandamientos y curiosamente Jesús no cita todos los mandamientos, sino que se limita a citar los mandamientos que se refieren al prójimo, mandamientos que nos invitan a descubrir el valor del otro. Y no cita los tres primeros que nos remiten a Dios, porque lo que Jesús trata de enseñar es que la única manera de encontrarnos con Dios es por medio de los demás, la única manera de encontrarnos con el Señor y tener la vida eterna se da sólo en el encuentro con los otros. Es imposible el encuentro con Dios, si vivimos al margen de los que nos rodean. Jesús pone en claro que el camino para alcanzar a Dios no es otro sino el del amor al prójimo, sólo a través de los demás llegaremos al encuentro de la vida entrena.
Y curiosamente este hombre resulta que todo lo ha cumplido cabalmente. Y entonces Jesús le asegura algo: «Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme.» Si el hombre ha vivido a la perfección todos los preceptos, si tiene una relación armoniosa con Jesús, es el momento decisivo, es el momento de ser un verdadero discípulo y dejarlo todo y encontrarse con él, dejar todo y permitir que sea Dios su absoluto en la vida. Pero curiosamente cuando se pide ese momento de liberación, este hombre da un paso atrás: «Al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes.»
El joven piadoso no lo sigue, sino que se retira. ¿Por qué? La respuesta es sencilla, el hombre buscaba un precepto más, el ya cumplía todo desde su juventud, por tanto veía los mandamientos como un cumulo de actos, de acciones, pero que en el fondo no repercutían en su vida, ni en la relación con los demás, simple y sencillamente cumplía, y ahora esperaba de Jesús un nuevo mandato, que fuese novedoso, que llamase la atención, para seguir subiendo más peldaños en el camino de su perfección. Cumplir por cumplir. Pero Jesús no le da otro mandato, al contrario le da una orden que venda todo y lo reparta a los pobres.
Esta orden que da implica entonces algo más profundo. Jesús le quiere hacer entender que lo importante en su vida es precisamente vivir orientado hacia Dios, dejar todo tipo de atadura y encontrarse con Él. Sin embargo, él no lo quiere dejar, es feliz con sus ataduras, es feliz teniéndolo todo y cumpliendo externamente leyes. Para él las leyes, los actos externos son la vida de fe; sin embargo para Jesús la vida de fe se garantiza, no por lo exterior, sino por el interior, por el verdadero encuentro con Dios que desliga y hace de Dios el único absoluto de la vida.
De nada sirve decir que se cumplen las leyes, si en mi corazón hay ciertos intereses que no son necesariamente los de Dios. Cuantos creemos que por ir a misa, comulgar o confesarse, ya tiene vida de fe. Pero por dentro tiene un corazón atado a la riqueza, al poder, a la belleza, al honor. Cuantos van a misa y en su vida son las personas más déspotas que pueden existir; o cuantos hacen grandes rezos, pero su corazón está atado a la riqueza y la injusticia; Cuántos tienen un corazón orientado al tener, o al envidiar las cosas, aunque estén en algún grupo de pastoral. La fe no se mide con actos cultuales, con leyes externas, con mandamientos sosos, con cumplimientos momentáneos. La vida de fe se mide sólo y únicamente con la vivencia de Dios en la vida. Descubriendo realmente que Él y sólo Él debe de reinar el corazón.
Sería bueno que hoy a la luz de esta Palabra descubriéramos realmente que reina en nuestro corazón. Siendo capaces de ver que realmente no podemos llamarnos hombres de fe sólo por algunos actos, como ir a misa, o ir al catecismo, más bien deberíamos ver si realmente Dios gobierna en nuestra vida, en nuestros pensamientos, nuestras decisiones, nuestras relaciones. Porque si dejamos que el poder, la ambición, el rencor, la manipulación, la injusticia vaya dejando que guíe nuestros pasos, pues muy difícilmente podemos llamarnos cristianos y hombres de fe.

7/10/09

Jonás: Invitación a vencer el materialismo

Meditación del Miercoles XXVII de Tiempo Ordinario
Ciclo Ferial /I/
Año impar


Textos:
Jonás 4,1-11
San Lucas 11,1-4

El día de hoy contemplamos el final del libro de Jonás. Hemos visto dos características de este gran texto, por un lado la huída de la llamada de Dios, el no querer ser corresponsable con lo que Dios nos pide en medio de la vida; y por otro hemos meditado el porqué la llamad de Dios deja una huella en nosotros, que nos hace no dejarla tan desapercibida, lo cual toca al hombre, aunque éste no permita la total acción de la Palabra.
El día de hoy lo contemplamos haciendo un berrinche porque Dios no ha cumplido su sentencia de destruirlos, y para ello aduce a un argumento fundamental: «Yo sabía que tú eres un Dios bondadoso y compasivo, lento para enojarte y de gran misericordia, y que te arrepientes del mal con que amenazas.» Descubrimos el enojo de Jonás causado porque Dios no cumple su amenaza destructora. Si él había huido era porque sabía que Dios no cumplía y salvaba a los demás, y él no quiere que se salvaran, por ello hizo una predicación escasa de un día para que no se convirtieran y se condenaran. Se puede ver que Jonás es aquel que no quiere el bien del otro y se enoja, se suscita en él la envidia porque Dios no ha cumplido con la destrucción.
Podemos contemplar aquí un deseo malsano por el mal que le puede suceder al otro, y a veces existen creyentes que piden y desean el mal para los demás. Hay veces que pedimos por la destrucción de los demás, que pedimos para que le vaya mal a alguien, parece absurdo, pero así sucede. Esto es generado por la envidia, por el coraje de que al otro de va bien, o incluso obtiene el favor de Dios.
La problemática de esto va en aumento cuando descubrimos que somos más interesados por lo meramente material, que por lo que realmente vale pena. Por qué si lo pensamos la envidia que surge en nuestro corazón se da por lo material, lo pasajero, envidiamos un coche, una ropa, un don personal, un circulo de personas que rodean a otro, la fama, la belleza, etc. Son en el fondo cosas que rodean a la persona, y hacen que al envidiarla le deseemos lo peor, deseamos que le suceda algo. Pero en realidad la envidia nos ciega al punto de no descubrir que lo importante es la persona, y sólo vemos lo que le rodea; es más poderoso lo externo que el valor de la persona, su dignidad. Esto mismo se ve reflejado en el pasaje de Jonás, por un lado porque Dios no cumple su antojo de destruir al pueblo de Nínive, pero por otro lado, porque el árbol de ricino que crece se seca. Este dato refleja su total materialismo. Así como se preocupa por una planta, se preocupa sólo por lo exterior por sus antojos
El coraje por ese acontecimiento de perder la sombra hace que pida la muerte. Con esto vemos que su vida se valúa sólo en lo material: “He perdidó mi planta de Ricino, mejor me muero”. Con esto vemos el total desprecio de la vida, al enfocar todo en lo material. Así como deseaba la muerte de ese pueblo por puro capricho, por creer que no son dignos de la salvación, ahora él prefiere la muerte por otro capricho: perder una planta que no le da la sombra y le calor. ¿A caso el calor, o una planta son más fuertes y valiosos que un hombre, que la vida de alguien? Al parecer si en muchos contextos, pues pareciera que si no se cuenta con lo material, es mejor morir. Cuantos no sufren y se apenan si no lucen bien su belleza, o si no están a la moda, o si no compran lo último en tecnología. A veces disminuimos lo más grande que puede existir, –la vida del hombre- en lo más mediocre e insignificante –lo material-. Jonás es un claro ejemplo de esto, no le importó la vida de un pueblo y ahora ni su vida le importa, en primer lugar porque Dios no cumplió sus caprichos y en segundo porque le quitó el árbol. Dios debe ponerlo en su lugar: «Tú te conmueves por ese ricino que no te ha costado ningún trabajo y que tú no has hecho crecer, que ha brotado en una noche y en una noche se secó, y yo, ¿no me voy a conmover por Nínive, la gran ciudad, donde habitan más de ciento veinte mil seres humanos que no saben distinguir el bien del mal.» Con esta expresión Dios trata de hacerlo entender que hay cosas más valioso que lo material, que es la misma vida del hombre. Es más valioso la salvación del pueblo que su condenación, por consecuencia ha de descubrir que es más valiosa su vida que su árbol con sombra.
Además el gusano llega a representar dentro del mundo bíblico la pequeñez y fragilidad del hombre (cfr. Isaías 41,14; 66,24; Job 25:4-6), de ahí que en realidad quien destruye el árbol es la pequeñez, la precariedad del hombre. El gusano en el fondo refleja la pequeñez y pecado del profeta Jonás, que al quedarse en el límite de lo material destruye la vida misma. Con esto Dios le quiere dar a entender que cuando uno se queda en lo meramente material, uno destruye la vida y no se sabe capaz de reconocer lo grande en la vida encerrándolo todo en nuestros deseos egoístas, que llevan a destruirlo todo.
Creo que este texto nos ilumina fuertemente en nuestro contexto mundial, en donde todo es tan relativo y materialista, pues vamos por la vida sólo juzgando, valorando y envidiando, sólo por lo externo, lo material sin llegar a descubrir lo que realmente es valioso, sin ver lo grande de nuestra vida, de nuestras facultades, de nuestro ingenio, de mi persona que es única y que es grande, y no hay nada que pedirle a los demás.
Y me surge una pregunta más: ¿Por qué no se fue?!!! Si ya se había enojado, porque Dios los perdonó, por qué no decidió irse, por qué no se regreso a su casa, sino que sólo se va al este de la ciudad. El texto, como lo encontramos hoy, parece sugerir algo: «…allí levantó una choza y se sentó a la sombra de ella, para ver qué iba a suceder en la ciudad.» De alguna manera Jonás todavía quiere que algo le suceda a la ciudad, tiene una esperanza de que la conversión sea aparente y Dios los castigue. Marcando así su deseo de cumplir su gusto, no se conforma con el perdón de Dios, quiere que algo le pase. Eso sin duda es parte de materialismo exacerbado que se vive, pues buscamos medios para conseguir todo, buscamos medios, colocamos planes, con tal de alcanzar o quitarle algo a alguien. Por eso Dios manda ese gusano, para que todo cambie, para que caiga en la cuenta de que él no cambiará su postura de amor y misericordia por un deseo mezquino que no brota de la experiencia de Dios.
Con este texto se nos invita reflexionar y pensar que tan materialistas y egoístas somos, con el fin de iniciar un cambio. Un camino para lograr esto se da por medio de la interiorización, la capacidad de dejar lo material y entrar en el ámbito espiritual, ya analizar lo grande de mi existencia, y más aún, lo grande del don de la vida. Curiosamente junto con el texto de Jonás aparece el texto del evangelio que propone un camino para esta interiorización: La oración. Hoy Jesús deja una gran enseñanza: la oración del Padre Nuestro. Y con esta oración se ve la importancia no por lo material, sino por la vida, reconociendo que nos viene de lo alto, que viene de Dios. Que mi vida se convierte en medio para testimoniar a Dios, a mi creador y santificarlo; Que es posible un Reino donde los valores no es la apariencia y lo material, sino valores más altos; Un Dios que me da lo necesario para la vida, que no necesariamente es lo material, pues el pan del que habla, no es lo material simplemente es el pan de la vida, el pan de la fuerza, del amor, de la sabiduría, de la paciencia todo aquello que necesitamos en nuestra jornada y que es básico para seguir adelante; finalmente es la capacidad de experimentar su misericordia, su perdón y darlo a los demás, mostrando lo valioso de la vida que no se encierra en lo meramente, material, sino que hay cosas más trascendentes. Así, el Padre Nuestro se convierte en una oración para comprender el misterio de Dios en nuestra vida, valorando y descubriendo lo que realmente es importante.
Y hoy además celebramos la fiesta de Nuestra Señor del Rosario, una invitación más para la oración, que no consiste en repetir rezos, sino en contemplar a Cristo y con ello descubrir otros valores vitales en nuestra vida. Con esto podemos decir que un medio para vencer el materialismo es la oración el encuentro con Dios que me abre el horizonte para valorar otras realidades vitales en mi vida. No por ello quiere decir que caigamos en un espiritualismo o una fuga del mundo, pues como dice el Santo Padre Benedicto XVI: «Para un cristiano orar no equivale a evadirse de la realidad y de las responsabilidades que implica, sino asumirlas a fondo, confiando en el amor fiel e inagotable del Señor» (4 de marzo de 2007).

6/10/09

Jonás: Una Palabra que llega y no se va

Meditación del Martes XXVII de Tiempo Ordinario
Ciclo Ferial /I/
Año impar

Textos:
Jonás 3,1-10
San Lucas 10,38-42

Continuamos con la lectura del libro de Jonás. El día de ayer contemplábamos como este profeta está renuente para ir a Nínive, pues no quiere la salvación para los paganos, mostrando así la total cerrazón, no sólo de este hombre, sino el pueblo de Israel. Ante esta negativa decide escaparse, y cuando Dios lo encuentra decide que lo arrojen al mar y así morir, pues prefiere su destrucción a la salvación de los ninivitas, y así con esta instrucción puede evitar cumplir su encargo. Pero resulta que un monstruo marino se lo traga y es arrojado en las orillas de Nínive para cumplir con el encargo del Señor.
Me hace pensar en algo muy peculiar. Si Jonás no quería ir, ¿Por qué simplemente no fue? Es decir, porque no ignoró la voz de Dios y se quedaba en su vida como si nada hubiese sucedido; o incluso pudo darle la dirección de otra persona o esperar que dios le dijera a alguien más para que las cosas no las hiciera él. Eso hubiese sido lo más lógico, para que ir a un barco, para que pedir que lo arrojen al mar y arriesgar su vida, pudiendo vivir en la ignorancia del mensaje. Creo que se debe a la fuerza de la Palabra de Dios, que en el fondo nos marca y no podemos dejar de hacer lo que nos pide, por eso decide huir, porque en el fondo sabe que lo tiene que hacer, y al escaparse trata no sólo de escaparse de Dios, sino de sí mismo, de esa palabra que lo ha tocado totalmente en su ser, de su misión y obligación en la vida. La Palabra de Dios es tan grande que cuando toca el corazón del hombre no es posible escaparse de ella, no es posible olvidarla tan fácilmente, deja una huella profunda en la vida. Lo mejor es tratar de olvidarla, de escaparse de ella, de hacerse a la idea de que nunca me ha hablado, uno trata de huir de eso. Jonás lo hizo, porque esa Palabra en un momento determinado lo dejó totalmente marcado. Tan marcado que en lugar de ignorarla, se escapa, y por eso Dios lo busca, porque la Palabra ha llegado a lo más profundo de su ser, que no la puede ignorar, el hubiera querido que Dios lo olvidara, y así no sentirse tan mal. Se escapa a ver si Dios se le olvida y de paso él se distrae pero no fue así: Dios lo busca, sabe lo que hay en su corazón, sabe que su Palabra está cavando hondo. Y esto se puede corroborar con la lectura del día de hoy.
Hoy encontramos a este profeta en la tierra de Nínive, y ahí en lugar de irse, de no hacer nada, de regresarse a su casa, comienza a predicar, comienza a hacer el anuncio de conversión. Y lo hace porque es precisamente la Palabra de Dios quien le mueve a realizarlo, es una fuerza tan grande que puede hacer precisamente del hombre un motor para iniciar un cambio. Encontramos entonces al profeta que al ver que no pudo escapar entonces decide hacer lo que esa Palabra le decía, por un lado porque así se quita ese remordimiento y misión de encima; y por otro porque esa Palabra taladra su corazón y le pide hacerlo, debe hacerlo.
Pero a pesar de que siente la necesidad de hacerlo nos topamos con la libertad del hombre que en su ser no le gusta su misión, y si bien la hace porque Dios lo pide, lo hace a su modo, para manifestar su descontento al respecto. Esto lo descubrimos cuando hace el anuncio de conversión n un solo día, siendo que se necesitaba de tres para recorrer la ciudad según nos marca el texto. Esto quiere decir que en realidad sólo hizo el anuncio en 1/3 parte de la ciudad, para que no se enteraran todos y así no se salvaran. Por un lado, cumple lo que le pide la Palabra, y por otro lo hace según lo dicta su corazón egoísta. Podemos ver por tanto la ambivalencia del corazón del hombre, que por un lado es tocado y cuestionado por Dios; y por otro, su pecado, que le impide seguir adelante en ese proyecto o hacerlo a medias.
Por otro lado, podemos ver la capacidad que tienen los Ninivitas para recibir la Palabra de Dios y hacerse dóciles a ella, pues en cuanto oyen el mensaje se pasan la voz y se inicia el proceso de conversión. Ellos a diferencia de Jonás permiten que la Palabra entre y la ponen en práctica iniciando ese camino de conversión.
Si hiciéramos un balance cabría preguntarnos ¿Qué tanto permito que la Palabra de Dios entre en mí? ¿Qué tanto soy como Jonás cerrándome a esa Palabra? ¿O qué tanto como los ninivitas que ponen en práctica el mensaje de Dios? Cuántas veces hemos escuchado la Palabra de Dios y vamos por la vida huyendo de ella, tratando de que no nos alcance, de que no se cumpla algún proyecto de Dios en nuestra vida. Cuantas veces Dios te pide algo en tu vida, que tu sabes que es necesario, algo que debes cambiar, y sin embargo dices que a ti no te toca, que cambien otros, que hay personas más capacitadas, y así vamos por la vida sin dejar que esa Palabra vaya siendo fecunda en cada uno de nosotros. Cuantos años llevamos huyendo de esa Palabra, que pide el cambio de nuestro ser y con los demás. O bien cuántas veces se huye de una misión o vocación determinada, porque no nos favorece, o simplemente porque no queremos. Lo cierto es que la Palabra está en mí. Si analizáramos nuestra vida podríamos descubrir que es lo que dios nos pide, y veríamos como esa Palabra toca constantemente nuestras vidas para transformarla, porque no dejamos que hoy entre esa Palabra y a ejemplo de los Ninivitas dejemos que nos renueve y haga de nosotros mejores personas, porque finalmente eso es lo que hace que el hombre de fe vaya siendo mejor y vaya transformándose, pues el evangelio nos lo ha dicho hoy al colocar a María escuchando la Palabra, y el mismo Jesús lo rectifica diciendo: «Una sola cosa es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada.» Porque es ahí en la escucha de la Palabra y la docilidad a ella en donde se inicia una verdadera y auténtica transformación.

5/10/09

Jonás: Huída de la llamada de Dios

Meditación del lunes XXVII de tiempo Ordinario
Ciclo ferial /I/
Año impar

Textos:
Jonás 1,1-17.2,1.11
San Lucas 10,25-37

Hoy iniciamos el teto del profeta Jonás con el cual se nos propone un tema fundamental del pueblo de Israel: la salvación universal. Este texto fu escrito después del Destierro para demostrar que todos pueden ser destinatarios de la salvación que Dios nos da. De ahí que Dios mande a Jonás a anunciar la salvación a los ninivitas, a anunciar la salvación a aquellos que no pertenecen al pueblo de Dios, y como respuesta encontramos la cerrazón del profeta, que representa al pueblo de Israel que no quiere que esto se cumpla, que no quiere que la salvación sea para todos, porque ello incluye a los pueblos que en algún momento de la historia los ha esclavizado, y por supuesto que ellos no deben tener la salvación.
Encontramos así un deseo de Dios, una misión que le encomienda al profeta; y una cerrazón de su parte. Por esta razón decide huir, no quiere aceptar este proyecto de Dios. Muchas veces así somos, huimos de lo que Dios quiere. Huimos porque nos da miedo el proyecto de Dios, porque a veces es exigente o bien porque nonos conviene. Podemos así vislumbrar que el hombre huye ante los proyectos de Dios.
Podemos encontrar a una sociedad que huye de la propuesta de la vida, de la justicia, del amor; y huye porque eso implica dejar el confort, los placeres, las responsabilidades, los lujos. Es más fácil cerrarse a la vida, vivir a la ligera, vivir oprimiendo para que sólo unos se beneficien.
Nosotros mismos huimos cuando no queremos dejar nuestros rencores, o nuestros intereses; cuando preferimos seguir siendo los mismos a costa de lo que le suceda a los demás para no afectar nuestras vidas o nuestra economía; e incluso para que no se favorezca a más, y levantamos chismes para que otros no se levanten porque no lo merecen o porque no queremos que nos hagan competencia, simplemente porque nos caen mal y creemos que no lo merecen.
Y justamente en medio de su huída aparece la tormenta símbolo del actuar de Dios y un dato teológico que nos coloca ante la tormenta que el profeta vive por dentro al tratar de huir de Dios. Creo que también deberíamos de tener esta tormenta en nuestra vida de vez en cuando y cuestionarnos realmente que tanto somos testigos del amor de Dios para con los demás, que tanto escuchamos a Dios y lo dejamos actuar en nuestra vida, o bien que tanto tratamos de escapar, de darle vueltas y de no asumir responsablemente la misión que día a día nos encomienda para ser mejores. Si Dios le dijo a Jonás que fuera a Nínive se lo dijo para que ellos fueran mejores y él mismo se hiciera más sensible a las necesidades de los demás, en el fondo trataba de hacer de él una buena persona y un mejor mundo. Pero huyó. También nosotros podríamos empezar a cambiar y dejar de criticar y de escuchar a los demás, abrirme al evangelio del amor, de la vida, de la justicia y ser el mensajero que el mundo necesita anunciándolo con la propia vida, y siendo cercanos a los demás, haciendonos prójimos de los que nos rodean como lo pide hoy Jesús en el Evangelio de hoy. Es momento de dejar nuestros temores y dejar que Dios nos sacuda con una tormenta para que iniciemos un buen cambio en nuestra vida.

3/10/09

« No es bueno que el hombre esté solo...»

Homilia para el XXVII Domingo ordinario
Ciclo /B/

Textos:
Génesis 2,18-24
Hebreos 2,9-11
San Marcos 10,2-16

El hombre por Naturaleza necesita del otro, no puede entenderse a sí mismo sin los demás, no puede captar su identidad sin el encuentro con el otro. Uno de las dificultades que existen y dañan al hombre es que se encierre en sí mismo, que por sus propias fuerzas trate de salir delante de todo, creyendo que todo se concentra en sí. Sin embargo llegue el momento en la que el hombre sabe y reconoce que no puede hacerlo todo sin la fuerza de los demás. Y cuando no cae en la cuenta de ello, entonces el hombre vive una situación tan terrible que todo se pierde, que todo pierde un horizonte que puede llevarlo incluso a perder el sentido de su realidad y de su existencia.
La primera lectura que hemos escuchado n este día nos presenta una base fundamental para entender esta realidad fundante del hombre. El Relato del libro comienza diciendo que Dios reconoce que «No conviene que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada.» Eso quiere decir que en el plan original de Dios, no contempla al hombre como un ente solitario, sin nadie que esté cerca de él.
La soledad es algo para lo cual no fue creado el hombre, el hombre necesita de los demás. Aclaremos que al decir “hombre” no nos referimos simplemente al hombre en sentido masculino, sino que remitimos a hombre en sentido de humanidad. Decir hombre dentro de la escritura es decir “humanidad”. Por tanto lo que Dios nos está diciendo es que no es bueno que la humanidad sea solitaria, todo ser humano necesita de los demás.
Por ello el texto de modo pedagógico nos va diciendo la ayuda que requiere el hombre. En primer lugar nos dice que forma a los seres vivos y los trae ante el hombre para que les de un nombre, marcando con esto un símbolo de dominio. Poner nombre quiere decir que los domina. Con esto el texto del Genes nos coloca ante una realidad, el hombre que entra en contacto con su entorno, el hombre que entra en contacto con la naturaleza, con la ciencia, con la técnica. Sin embargo el texto termina diciendo una vez que termina esto: «pero entre ellos no encontró la ayuda adecuada», manifestando que el entorno no es suficiente para el hombre, pues requiere de algo más.
El texto da un paso más: «Entonces el Señor Dios hizo caer sobre el hombre un profundo sueño, y cuando este se durmió, tomó una de sus costillas y cerró con carne el lugar vacío.» El hombre entra en un sueño y ello quiere decir que se aproxima una experiencia de Dios, pues el sueño es un símbolo de la desaparición del hombre, para que Dios sea el protagonista, para que Dios actúe. En el fondo la creación del otro es acción de Dios, es un acto divino, es un acto que viene de Dios, y sólo de él; no viene de la fuerza del hombre y de su inteligencia, viene sólo de Dios.
Y curiosamente viene de la costilla, lo cual es un símbolo de la igualdad, pero sobre todo hay que considerar que la costilla es una especie de caja que resguarda y protege tres órganos fundamentales: El corazón, los pulmones y los riñones. Con ello el texto nos pone de manifiesto diversas cosas que pone de manifiesto el encuentro con el otro.
El corazón es el símbolo de la sabiduría, por tanto quiere decir que la auténtica sabiduría se da cuando me encuentro con el otro. Los pensamientos que valen la pena, la sabiduría en la vida se da únicamente cuando me topo con el otro, pues es el otro quien me reta, quien me da la capacidad para meditar y vivir esa sabiduría.
Los pulmones son el símbolo del encuentro con Dios. Por tanto el camino para encontrarnos con Dios no es la sola superación, el encerrarse en sí mismo, sino es por medio del encuentro con el otro. A Dios se le encuentra en el otro, por medio de los demás.
Los riñones son el lugar de las pasiones, de ímpetu. El otro es quien hace que tenga las más grandes experiencias, mis más grandes pasiones, mis logros más importantes, el querer caminar y seguir adelante, se debe únicamente por el otro, que me da la fuerza para seguir adelante.
El hombre ha entrado en un sueño profundo y con ello ha llegado aquel que es la ayuda adecuado, que le llena y le complemente, aquel que puede hacerle tener auténtica y verdadera sabiduría, que se vuelve camino para el encuentro con Dios, que le hace vivir las experiencias más profundas de la vida.
Con este fuerte simbolismo el texto del Génesis nos coloca de frente a una realidad fundamental en la vida del hombre, necesitamos de los demás, pues son parte esencial de la historia de la salvación. De ahí que en el evangelio Jesús se oponga al divorcio, pues no es simplemente una separación; sino que es una ruptura, equivale a decir “tú no eres importante para mi”, lo que interesa del divorcio es precisamente hacer del otro algo insoportable, una carga terrible que debemos de desechar, y eso no es así, pues eso no sería considerar al otro como camino de salvación.
Creo que cuando un se opone al divorcio no debe de ser simplemente por salvaguardar la institución matrimonial, sino que más bien se debe salvaguardar la identidad del hombre que está llamado a encontrarse con el otro, a unirse a los demás, y no simplemente a separar, a dividir o alejarse, pues ello contradice nuestra vida, nuestra costilla, que no es otra cosa sino nuestra esencia. Y que finalmente esa identidad es la base y motor de matrimonio.

2/10/09

Ángeles custodios: Presencia de Dios

Meditación con motivo de la memoria de los ángeles custodios

Texto:
San Mateo 18,1-5.10

El Día de hoy celebramos a los Santos ángeles custodios y al igual que lo marcaba en la reflexión de los arcángeles, lo ángeles son mensajeros de Dios. Su nombre se deriva del hebreo “Malak Yahveh”, son los enviados por Dios para ayudar a la vida del hombre y mantenerla. Esta fiesta de hoy nos invita a reconocer que no vamos solos por la vida, sino a descubrirnos acompañados y protegidos por Dios.
El hombre por tanto no camina solo en medio de la historia sino que lo hace acompañado por Dios y se va haciendo presente para cuidarnos y ayudarnos a seguir adelante en medio de nuestra historia. Esto debe de ayudarnos a reconocer que ciertamente en nuestras vidas existen crisis, tristezas, soledad, pero ello no quiere decir que todo esté perdido, al contrario Dios camina junto a nosotros. Al festejar los ángeles estamos celebrando que Dios coloca y pone todos los medios para alcanzar nuestra salvación, para hacerse presente y ayudarnos a salir adelante, para que no nos demos por vencidos, sino que estemos caminando con la fuerza del Señor.
En el evangelio del día de hoy Jesús dice: «Les aseguro que sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial.» Con ello se puede ver que Dios tiene sus mensajeros, pero también nos muestra que Dios nos protege y da lo necesario para seguir adelante en la vida.

1/10/09

Santa Teresita y la vocación al amor

Meditación sobre Santa Teresita de Lisieux

El día de hoy celebramos a Santa Teresa del Niño de Jesús y ello es de gran importancia para la vida de la Iglesia pues es la doctora de la iglesia más joven que hay dentro de la historia de la Iglesia. Acemas es patrona de las misiones y justamente hoy al inicio del mes de las misiones considero fundamental meditar en su persona y enseñanza; y sobre todo en lo que marcaba al terminar la meditación del día de Hoy del Jueves XXVI Ordinario donde decía que todos tenemos la vocación al amor.

Comencemos diciendo que María Francisca Teresa Martin nace el jueves 2 de enero de 1873. Nace en el seno de una familia religiosa, tiene cuatro hermanas y a los cuatro años muere su madre la Beata Celia Guierin, lo que sin duda marcará su vida, será tímida y obsesiva. Ante este deceso, su hermana María Paulina se hace cargo, una mujer fuerte que impulsa a sus hermanas, dándoles valores, con una educación dura que los forja en la austeridad y pobreza para que tengan entereza en su vida. Todas sus hermanas entraron a la vida religiosa por y ella no era la excepción, sin embargo por su corta edad no se le permitía hacerlo, por esta razón su padre le ayudo para llevándola hasta Roma, en donde hablará con el mismo Papa León XIII para que le conceda entrar, el cual le dice ue espere la voluntad de Dios. Sin embargo, logra entrar, pese a las contrariedades que se le presentan el 9 de abril de 1888, en donde adoptará el nombre de Teresa del niño Jesús y de la santa Faz. Aquí es en donde comenzará un ascenso en su vida espiritual, se hará sensible al dolor del Señor y descubrirá que su caminar es de Dios, como ella misma lo marca «¡Que misericordioso es el camino por donde me ha llevado siempre Dios! Nunca me ha hecho desear nada que luego no me haya concedido» (Manuscrito A. En: Obras completas, 220).
Siete años después de su entrada al Carmelo comienza una nueva etapa dentro de la vida espiritual de Teresa, comienza a experimentar un amor que es difícil de explicar porque marca por un lado el misterio de Dios, un misterio que oprime ante el Dios implacable y por otro el sentirse amada, por un amor que le abrazaba y ella sabía que no podía seguir sino con la ayuda de Dios. Dentro del Carmelo su hermana mayor Sor Inés de Jesús, que era la superiora, le obligó a escribir su vida denominado hoy día Manuscrito A, y posteriormente escribo otro manuscrito pequeño a otra de sus hermanas, a Sor María del Sagrado Corazón, denominado Manuscrito B.
El viernes santo 3 de abril de 1896 Teresa cae enferma, teniendo su primera hemoptisis, las cuales irán en crecimiento y la llevarán a reflexionar sobre su muerte cercana tal y como lo refleja en sus escritos. Su estado de salud va en detrimento y para abril de 1897, se desploma, abatida por la fiebre y la debilidad corporal por lo que sus actividades son cada vez en menor grado hasta quedar completamente encamada y sor Inés de Jesús comienza a escribir sus últimas palabras en el denominado cuaderno amarillo. Y así otras hermanas hacen lo mismo. Durante este periodo desarrolla su doctrina sobre el llamado “caminito”, al escribir el manuscrito C y que es entregado a la superiora de ese momento la Madre María de Gonzaga (Estos tres manuscritos el A, el B y el C forman el llamado libro “historia de un alma”). Finalmente Teresa muere el 30 de septiembre de 1897 a las 7:20 p.m. ante la comunidad reunida y su muerte es un total ofrecimiento a Dios, una vida totalmente consagrada a él, tal y como lo demuestran sus últimas palabras: «…¡Lo amo…! ¡ !Dios mío…, te amo…!» (Últimas conversaciones. En: Obras completas, 947, 968).

Una vez hecha esta pequeña reflexión sobre su vida centrémonos en el tema que quisiera meditar hoy: La vocación al amor. Pido disculpas de antemano pues el tema requiere múltiples citas de la obra de Teresita que ha plasmado y por ello los cite teniendo como base el texto de: TERESA DE LISIEUX, Obras completas. Manuscritos, cartas, poesías, ultimas conversaciones, escritos diversos, Monte Carmelo, Burgos, 1992.
Iniciemos diciendo que el amor es uno de los temas más impactantes de santa Teresa, que van conformando el itinerario de su espiritualidad. Su ardiente necesidad por Dios, la lleva a experimentar una manera de amar con una verdadera pasión, descubriendo en esto su única vocación pues el amor es la realidad esencial de la que Teresa da testimonio y en la que es maestra.
El amor es una experiencia fundamental dentro de la vida del hombre que inicia un proceso espiritual, porque cuando Dios ama, uno se descubre cautivado por eso. El amor lo es todo, consiste en llenar el vacío, es la fuerza que invita al hombre a abrirse, a deshacerse uno de las naderías que uno tiene en el corazón. Este amor torrencial de Dios es un amor que no permite diques, cuando Dios quiere llegar destruye los obstáculos que existen y a partir de esto comienza la espiritualidad.
«La caridad me dio la clave de mi vocación» (Manuscrito B. En: Obras completas, 261) es una frase contundente, que no sólo designa una opción en la vida, sino la opción fundamental. Finalmente, en el fondo la experiencia espiritual de la comunidad cristiana brota de un acto de amor: «Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su único Hijo» (Jn 3,16) y es esta experiencia la que cimienta toda actividad eclesial, es ese es el gran mandato que Jesús dejo a la pequeña comunidad de discípulos: «amaos los unos a los otros, como yo les he amado» (Jn 13,34). En el fondo todo tipo de vocación brota como consecuencia del sentirse amado, como consecuencia de donación hacia los demás. Así santa Teresa no escoge una determinada vocación, sino que opta por la Vocación por antonomasia. Su vida de religiosa, de hermana, de escritora, de maestra de novicias, no son sino el reflejo de la gran vocación que tiene todo el hombre: Amar.
Este sentido de la caridad, como el sentido de todo lo que el hombre está llamado a ser, lo marca la misma Teresa: «Comprendí que sólo el amor podía hacer actuar a los miembros de la Iglesia […] Comprendí que el amor encerraba todas las vocaciones» (Manuscrito B. En: Obras completas, 261). Así podemos observar que da dos puntos de partida: Es el amor la fuerza viva que guía, y da vida a la Iglesia, porque finalmente si la Iglesia se preocupa por el necesitado, el pequeño, el abandonado, se debe a que lo mueve el amor. El problema comienza cuando el amor no es el centro de la Iglesia, entonces abandona al solitario, olvida al desconsolado y hasta pisa al pequeño, de modo que, la Iglesia ya no está en movimiento, sino que está en un estado pasivo, limitándose a observar. Esto debe de aplicarse a todo cristiano, y cuando en la vida espiritual, el hombre olvida que su fuerza, el motivo de su vida, el motor que le mueve es Dios, se pierde todo el camino que ha avanzado, cayendo en una pesadez espiritual, en un conformismo. Por otro lado, el amor encierra todo tipo de vocación, es así que la vocación a ser cristiano es una vocación al amor. El que siente el llamado a la vida sacerdotal está invitado a amar y lo mismo el que vive en matrimonio, es un llamado constante al amor.
«He encontrado mi puesto en la Iglesia […] yo seré el amor… Así lo seré todo… Así mis sueño se verá hecho realidad» (Ibid). Así Teresa tiene un punto de partida extraordinario, ser amor, no es ser cualquier cosa, ser amor es ser hombre en plenitud, es dejar que Dios este en ella, entonces para con los demás será caridad infinita, misericordia, paciencia, fidelidad constante, porque es amor y efectivamente, lo es todo, porque fuera del amor ¿Qué podemos encontrar? ¿Qué dimensión no es alcanzada por el amor? ¡Ninguna! Teresa ha optado por el auténtico amor, la auténtica vida. Algo extraordinario es su última frase al decir que su sueño se hace realidad. Y es que, el sueño de todo hombre en el fondo es amar, el problema es que al toparse con los límites uno se queja, odia, destruye y se convierte en alguien infeliz, porque ha perdido el horizonte de la vida: el amor.
Para Teresa encontrarse con Jesús es el nivel máximo, en él está el amor, es en su persona en donde se da un «verdadero intercambio de amor» (Manuscrito A. En: Obras completas, 167), en el se cumple su gran anhelo: «Yo quería amar, amar apasionadamente a Jesús y darle mil muestras de amor» (Manuscrito A. En: Obras completas, 169-170). «El amor se demuestra con obras» (Manuscrito B. En: Obras completas, 262), puesto que amar a Dios requiere de amar a los demás, sólo así se puede uno auto designar cristiano. Amar al prójimo, perdonarle, dar la otra mejilla, caminar dos mil pasos al que pide mil, tal y como lo marca el Evangelio parece una tarea dura, es hasta contradictorio, sin embrago este mandamiento dice santa Teresa no es imposible «Tú no mandas nada imposible. Tu conoces mejor que yo mi debilidad, mi imperfección. Tú sabes bien que yo nunca podré amar a mis hermanas como tú las amas, si, tú mismo, Jesús mío, no las amarás también en mí. Porque querías concederme esta gracia, por eso diste el mandamiento nuevo» (Manuscrito C. En: Obras completas, 288.) De modo que el amor de Dios es un reflejo del amor para con el hermano, y si bien uno no puede realizarlo, no ha de temer en ningún momento, puesto que no es uno el que le ama, sino Dios el que ama a través de nuestra persona. Esto sólo se puede dar en la medida en la que el hombre se abre a la acción de Dios.
Con esto podemos sentirnos interpeladas para que realmente empecemos a vivir claramente esta vocación al amor, buena tarde a todos.

«…y los envió de dos en dos»

Meditación del Jueves XXVI de tiempo Ordinario
Ciclo Ferial / I /
Año impar

Textos:
Nehemías 8,1-4.5-6.7-12
San Lucas 10,1-12

El evangelio del día de hoy nos presenta una de las características fundamentales de la vida de la Iglesia: Ser misionero. Ser misionero concretamente consiste en ir y anunciar a todo el mundo el evangelio, darlo a conocer plenamente a los demás.
Detengámonos en una característica que es fundamental: ir de dos en dos. Esto nos indica algo de la época, pues el numero dos indica el número del testimonio. Cuando alguien atestiguaba en un juicio era necesario hacerlo con dos personas, pues así se corroboraba que el testimonio fuese veraz y no existiera contradicción.
Jesús, los envía de dos en dos, en primer lugar si el número dos es símbolo del testimonio, quiere decir que son enviados para dar testimonio del evangelio. Ser misionero implica por tanto tener la capacidad de dar testimonio de lo que se anuncia. Ello quiere decir que el anunciar el evangelio no se limita simplemente a dar hermosos discursos, ni diálogos teológicos bien estructurados, ni dinámicas sentimentales que hagan llorar a los demás. El evangelio exige testimonio. Al enviarlos, Jesús estaba pensando justamente en ello, que fuesen capaces de reconocer que la misión es ese dar testimonio, que ellos son testimonio vivo del Evangelio y del Reino.
Esto nos invita a reflexionar que tanto somos testigo de lo que anunciamos, que tan testigos somos de nuestra vida de fe. No basta con ir a misa, no basta con hacer una oración unos momentitos, no basta con ir de vez en cuando a una plática; sino que se debe de dar testimonio. No basta tampoco con dar un servicio eclesial o tener un ministerio, lo importante es tener la capacidad de ser testigo. De qué me sirve que sea ministro de la Eucaristía si no encarno y llevo a Cristo a la vida de mi familia o de mi trabajo. De que me sirve ser catequista, si mi vida contradice todo lo que estoy anunciando. De qué me sirven tantas oraciones si no las vivo en mis realidades concretas.
Según la usanza legal de la Escritura son enviados de dos en dos para que no se contradigan entre ellos y así su mensaje sea veraz. Ser evangelizador implica precisamente tener la capacidad de no crear polémicas, divisiones sino que se sea capaz de dar a conocer el mensaje de Cristo, pero no contradicciones, no divisiones al interno de la vida. Deberíamos de meditar que tan veraz es nuestro mensaje o que tan contradictorio lo vamos volviendo con nuestras actitudes.
Ir de dos en dos nos lleva a considerar otra realidad muy importante que es precisamente la capacidad de la ayuda. Si son enviados de dos en dos, implica que se ayuden mutuamente, que se vayan auxiliando en el camino y en la predicación misma. Esto quiere decir que anunciar el evangelio implica que necesitamos de la ayuda de los demás. No creer que todo lo podemos por nosotros mismos, no creer que todo lo debemos hacer notros. El anuncio del evangelio lleva reconocernos necesitados de los demás, reconocer que por la vida no podemos ser tan soberbio de querer hacerlo todo y de solucionar todo. En segundo lugar reconocer que también los demás tienen algo que ofrecer y por ello darles la oportunidad que les permita hacer algo a favor de la comunidad y del anuncio del evangelio.
Finalmente el anuncio de dos en dos lleva precisamente a reconocer que no se va solo por la vida que se debe de hacer comunidad. Es imposible que se anuncie el evangelio sin hacer comunidad, de lo contrario anunciaríamos nuestro evangelio pero no el de la comunidad el de la iglesia, y así todo sería un mero subjetivismo. Dese luego que todos pensamos distinto, cada quien lo hace con su experiencia, pero ello no quiere decir que lo haga sin tomar en cuenta a la comunidad. Cuando alguien lo anuncia solo, por sí mismo, que tiene miedo que otro escuche implica que no está del todo bien. O cuando nada más se tata de contradecir por capricho personal, tampoco sirve. O si sólo se hace para desprestigiar a alguien o para sacar un provecho personal tampoco sirve. Anunciar el evangelio es cosa de dos, es de una vida en comunidad, que consiste precisamente en construir una comunidad y dejar todo individualismo.
Todos tenemos esta misión en la vida como creyentes: Ser misioneros, habríamos de preguntarnos qué tan fieles hemos sido a este llamado. Y que finalmente la misma Santa Teresita a quien celebramos el día de hoy los invitaba a serlo comenzando con la experiencia del amor.
Creo que sería interesante meditar un poco en Santa Teresita y así comprender mejor nuestra vocación al amor, y lo haré posteriormente...