Ciclo ferial /I/
Año impar
Textos:
Romanos 7,18-25
San Lucas 12,54-59
En el Evangelio de hoy Jesús les echa en cara a los Fariseos su hipocresía, porque se creen grandes conocedores de la Ley y por tanto, conocedores de Dios, pero en realidad no lo son porque su vida dice lo contrario. Y para ello Jesús coloca un ejemplo muy claro: Cómo es posible que ellos conozcan que tipo de clima existe, pero no sepan que el reino de Dios está en medio de ello. «¿Cómo entonces no saben discernir el tiempo presente?» Es la queja de Jesús en contra de aquellos letrados, pero también es la queja que hoy nos dirige claramente porque cada uno de nosotros tal vez podemos decir que creemos en Dios pero no somos capaces de descubrir los signos de la presencia del Reino en cada una de nuestras vidas.
¿Y Cuáles serían estos signos? Si analizamos nuestra vida podríamos ver varios elementos importantes en donde podemos descubrir esta presencia de salvación. Si descubrimos nuestra vocación, ahí puede verse un signo de Cristo en nuestra historia. Si me descubro como una persona que vive en matrimonio, desde luego que ese es signo de Cristo. El problema es que a veces vemos eso como simple parte en la vida, lo vemos como algo pasajero, lo vemos como algo que elegí, pero que por desgracia hoy ya no lo aguanto, y no somos capaces de vislumbrar ahí un espacio de encuentro con Dios.
La escuela es en sí misma un signo de la presencia de Dios en nuestra vida, de ese Reino que por medio de esas clases o de esos conocimientos hace posible la experiencia de Dios en nuestra historia. A lo mejor lo veo como una obligación, o porque me lo dicen mis papás; lo cierto es que es signo muy concreto de la presencia de Dios en donde puedo encontrarme con él y vivir desde ahora de manera distinta.
Los hijos son un signo de Dios, del Reino en nuestra historia. En primer lugar porque son un signo de vida, de fecundidad en la vida de la familia, y en segundo lugar porque ahí es donde Dios manifiesta la experiencia del reino, cuando los papás se desviven, ayudan y pasan el tiempo que es debido con sus hijos, poniendo todo lo que pueden para estar con ellos, y para darles lo necesario, recordando que también su persona es necesaria en su vida. Cuando se descubre en los hijos la presencia del reino todo es distinto.
Cuando el trabajo no se ve sólo como una carga pesada, o un medio para la supervivencia, sino como espacio de realización y de encuentro, y de desarrollo del Reino, con una nueva mentalidad, una nueva manea de vivir, de encontrarse con los demás, entonces iniciamos el verdadero encuentro con el Reino.
«¿Cómo entonces no saben discernir el tiempo presente?» es la queja que hoy Jesús nos dice. Porque si somos posibles de planear compras, descubrir las rebajas de temporada, si somos hábiles para levantar chismes y defendernos, si sacamos todo lo necesario para prepara una fiesta, cómo no eres capaz de ver el papel que juega Dios en tu vida, y empezando por lo más simple, porque ahí e n la sencillez de tu vida nos da la capacidad de encontrarnos con él, y descubrir lo que realmente vale la pena. Y mucho más, si vemos que en su Palabra y los sacramentos se hace visible, que mejor forma de dejar que nos renueve y nos transforme totalmente, de lo contrario seguiremos igual de ciegos que los fariseos, que vislumbremos y planeamos muchas cosas de la vida, pero no vemos la presencia de Dios en nuestro entorno, haciéndolo todo al margen de él.
«Cómo entonces no saben discernir el tiempo presente…», con tu familia, con tu trabajo, con tus quehaceres, con tus amigos, Cómo es posible que dese estos sigamos del amor de Dios y no hagas crecer la experiencia del Reino y te descubras acompañado por Dios.
Qué esta queja no sea para nosotros porque hoy iniciamos una vida nueva.
¿Y Cuáles serían estos signos? Si analizamos nuestra vida podríamos ver varios elementos importantes en donde podemos descubrir esta presencia de salvación. Si descubrimos nuestra vocación, ahí puede verse un signo de Cristo en nuestra historia. Si me descubro como una persona que vive en matrimonio, desde luego que ese es signo de Cristo. El problema es que a veces vemos eso como simple parte en la vida, lo vemos como algo pasajero, lo vemos como algo que elegí, pero que por desgracia hoy ya no lo aguanto, y no somos capaces de vislumbrar ahí un espacio de encuentro con Dios.
La escuela es en sí misma un signo de la presencia de Dios en nuestra vida, de ese Reino que por medio de esas clases o de esos conocimientos hace posible la experiencia de Dios en nuestra historia. A lo mejor lo veo como una obligación, o porque me lo dicen mis papás; lo cierto es que es signo muy concreto de la presencia de Dios en donde puedo encontrarme con él y vivir desde ahora de manera distinta.
Los hijos son un signo de Dios, del Reino en nuestra historia. En primer lugar porque son un signo de vida, de fecundidad en la vida de la familia, y en segundo lugar porque ahí es donde Dios manifiesta la experiencia del reino, cuando los papás se desviven, ayudan y pasan el tiempo que es debido con sus hijos, poniendo todo lo que pueden para estar con ellos, y para darles lo necesario, recordando que también su persona es necesaria en su vida. Cuando se descubre en los hijos la presencia del reino todo es distinto.
Cuando el trabajo no se ve sólo como una carga pesada, o un medio para la supervivencia, sino como espacio de realización y de encuentro, y de desarrollo del Reino, con una nueva mentalidad, una nueva manea de vivir, de encontrarse con los demás, entonces iniciamos el verdadero encuentro con el Reino.
«¿Cómo entonces no saben discernir el tiempo presente?» es la queja que hoy Jesús nos dice. Porque si somos posibles de planear compras, descubrir las rebajas de temporada, si somos hábiles para levantar chismes y defendernos, si sacamos todo lo necesario para prepara una fiesta, cómo no eres capaz de ver el papel que juega Dios en tu vida, y empezando por lo más simple, porque ahí e n la sencillez de tu vida nos da la capacidad de encontrarnos con él, y descubrir lo que realmente vale la pena. Y mucho más, si vemos que en su Palabra y los sacramentos se hace visible, que mejor forma de dejar que nos renueve y nos transforme totalmente, de lo contrario seguiremos igual de ciegos que los fariseos, que vislumbremos y planeamos muchas cosas de la vida, pero no vemos la presencia de Dios en nuestro entorno, haciéndolo todo al margen de él.
«Cómo entonces no saben discernir el tiempo presente…», con tu familia, con tu trabajo, con tus quehaceres, con tus amigos, Cómo es posible que dese estos sigamos del amor de Dios y no hagas crecer la experiencia del Reino y te descubras acompañado por Dios.
Qué esta queja no sea para nosotros porque hoy iniciamos una vida nueva.
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