Textos:
Zacarias: 8, 20-23
Salmo 66
Romanos: 10, 9-18
San Marcos: 16, 15-20
El mundo de hoy está sumamente dividido por muchos caminos a seguir. Encontramos caminos que llevan al amor, a la esperanza, al servicio, pero también hay caminos que llevan al hombre a encerrarse en la tristeza, la desesperación, odio, infidelidad; hay incluso caminos que llevan a hacer el mal o a perder el sentido de la vida. Y podemos ver a nuestro alrededor mucha gente que va triste por la vida, que va sin ánimo, que hace el mal, que toman la vida a la ligera, que está llena de violencia; prendemos la TV y descubrimos muertes, guerras, devaluaciones, negocios, etc. Estamos rodeados de un sinfín de caminos y a veces nos preguntamos por qué la gente ha escogido esos caminos, ¿Por qué vivimos en la violencia, en la infidelidad, en la destrucción, en el odio? ¿Por qué? ¿Cómo hacerle para que cambien de camino y encuentren algo que les haga ser mejores?
El día de hoy la Iglesia celebra la Jornada mundial de las Misiones, el denominado DOMUND. Un día en el que la Iglesia dedica para pedir por las misiones, para que el mensaje del Evangelio y la vivencia del Reino sean una realidad. Pero también el día de hoy la Iglesia se detiene y nos invita a reflexionar en nuestro sentido misionero y para ello nos coloca una serie de lecturas muy peculiares que nos invitan a ahondar en este sentido de misión y encontrar nuestra responsabilidad en nuestra vida, porque el ser católicos, el pertenecer a la Iglesia no se limita simplemente a hacer potación o venir a misa, sino que también nos compromete a ser misioneros, porque el encargo misionero lo ha dejado Jesús para todos nosotros.
¿Pero en qué consiste ser misionero? Ser misionero consiste en llevar a los demás a Dios, ser misionero es que en nuestra vida diría seamos capaces de llevar hacia a Dios a los hermanos con los que vivimos. No consiste en ser misionero porque vamos al África, o a otro país. El misionero, ser católico implica que tengamos la capacidad de llevar a los demás hacia Dios. Y eso es la obligación de todos.
Cuando una mamá le enseña a rezar a su hijo, cuando un papá le trata de explicar quién es Dios a su hija, ahí se está siendo misionero, ahí está el primer paso misionero que acerca a Dios. Pero ello implica que es algo permanente. Analicemos las lecturas del día de hoy y descubramos que consiste la esencia del misionero.
En primer lugar el texto del evangelio coloca esta realidad de ser misionero: «Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará.» Con esto queda claro que todos estamos invitados a esta gran empresa de expandir el Reino, y que no lo hacemos con nuestra s fuerzas, sino que lo hacemos con la fuerza que viene de él. Por esa razón maraca que hay varios signos que acompañan al misionero, poniendo en claro que todo lo que se hace parte de la fuerza de Dios. No son las meras capacidades humanas, sino la fuerza de Dios la que hace efectiva la misión. Por tanto, no debemos tener miedo de hacerlo, porque finalmente parte de la fuerza de Dios.
Sin embargo ¿Cómo debemos llevar a cabo este encargo? La segunda lectura nos enseña precisamente la base del ser misionero y como hacer esa labor en la vida cotidiana: «Porque si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvado. Con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con la boca se confiesa para obtener la salvación.» En otras palabras ser misionero consiste básicamente en dar testimonio. Pues el texto nos indica que el cristiano es el que confiesa a Jesús como su Señor, y curiosamente implica dar el testimonio durante toda la vida, porque el texto nos dice que debemos confesar el Señorío de Jesús con la boca, y la boca dentro del pensamiento bíblico representa la expresión externa del hombre. Con la boca el hombre habla de sí, con la boca el hombre anuncia quién es, qué conoce, qué siente; gracias a la boca el hombre puede expresarse y darse a conocer. Profesar el Señorío de Jesús con la boca no consiste simplemente en decirlo, en articular sonidos, implica una expresión de lo que tenemos realmente dentro; en otras palabras que mi modo de ser, mi carácter, mis palabras, reflejen a Cristo. San Pablo nos exhorta de ese modo a que nuestro comportamiento externo sea de tal manera que demostremos al mundo que Cristo es Señor, que Cristo reina en Nuestra vida. Por tanto no se refiere meramente a las palabras, sino a todo lo que expresamos con nuestros actos, con nuestro ser. Que cuando otros me vean se encuentren con Cristo, porque él es mi Señor.
En segundo lugar nos pide creer en la resurrección en nuestro corazón. El corazón dentro del mundo bíblico es la sede de la sabiduría, es el lugar donde se hacen loas grandes reflexiones de la vida, es la sede de los grandes pensamientos y por tanto de la vida interior. Quiere decir que la base de la sabiduría en la fe del creyente está en la resurrección. La resurrección es la que da sentido a la vida del creyente, la resurrección es la fuerza que transforma, anima, renueva, convierte al hombre. Si hay un mensaje que se ha anunciado desde antiguo, desde los inicios de la Iglesia es precisamente el de la resurrección, es precisamente que Cristo ha vencido a la muerte, que Cristo ha destruido todo aquello que nos esclaviza, que nos disminuye: La muerte. Con ello el hombre tiene la capacidad de levantarse y de transformar su vida. ¡Cristo ha resucitado! Es la única verdad que puede renovar el interior del hombre. Si san Pablo nos pide creer en esto en nuestro corazón quiere decir que el apóstol que el hombre de fe es aquel que no sólo demuestra en su exterior que Cristo es Señor (“Anunciar con la boca”), sino que debe dejarse transformar constantemente en su interior por la fuerza de Dios, por la fuerza de la resurrección ("Creer en el corazón"). El misionero, y todo cristiano por consiguiente, es alguien que constantemente va convirtiéndose, que constantemente deja que Dios lo transforme, que va venciendo su pecado, demostrando con su propia vida la grandeza de Dios.
Este gran texto de san Pablo pone en claro que el misionero es aquel que se ha dejado tocar por Dios y por ello lo trasmite, y que en ciertos momentos ha de hablar para invitar, para atraer y explicar a los demás este don maravilloso de la fe, y a lo cual no hay que tener pues se cuenta con la fuerza de Dios.
Al inicio de la reflexión decíamos que hoy día hay mucha violencia, sin sentido, apatías, en otras palabras muchos caminos en los que el hombre va caminado y que no son los más felices precisamente, ni le hacen bien a la humanidad. Creo que precisamente es ahí en donde hace falta alguien que oriente, que con la propia vida y con la fuerza de la Palabra podamos orientar a los hombres para que encuentre el sentido de sus vidas. Si hay hombres y mujeres que se sienten solos, que viven en la violencia, en el odio, en el sin sentido, en diversas adicciones, en una vida desenfrenada y que finalmente no encuentran la felicidad.
Ahí en donde hay hombres que encuentran el camino que de sentido, hace falta alguien que les indique el camino, que les indique la dirección, que les den una luz en la vida para encontrar un nuevo camino, para encontrar un nuevo sentido en la vida. Y eso implica si somos capaces el día de hoy de aceptar esta propuesta e ir hacia los demás y anunciarles el reino, anunciarles un nuevo camino de felicidad, de plenitud, de realización, que brota de la experiencia de Cristo. Un anuncio que cada día se hace más y más necesario. Un anuncio que se hace con la fuerza de Dios, pero sobre todo expresándolo con nuestra vida y dejando que él sea quien nos vaya transformando cada día con su fuerza. Y entonces sí seremos misioneros, no sólo porque enseñamos de Dios, sino que enseñamos a Dios, a través de lo que ha hecho conmigo, que no hay mejor prueba que esto. Y así presentar un camino nuevo, distinto que hará que se cumpla lo que decía el profeta Zacarías: «En aquellos días, diez hombres de todas las lenguas que hablan las naciones, tomarán a un judío por el borde de sus vestiduras y le dirán: “Queremos ir con ustedes, porque hemos oído que Dios está con ustedes”» … queremos ir al encuentro de Cristo que te ha cambiado y que seguramente me cambiará y encontrará sentido a mi vida.
Salmo 66
Romanos: 10, 9-18
San Marcos: 16, 15-20
El mundo de hoy está sumamente dividido por muchos caminos a seguir. Encontramos caminos que llevan al amor, a la esperanza, al servicio, pero también hay caminos que llevan al hombre a encerrarse en la tristeza, la desesperación, odio, infidelidad; hay incluso caminos que llevan a hacer el mal o a perder el sentido de la vida. Y podemos ver a nuestro alrededor mucha gente que va triste por la vida, que va sin ánimo, que hace el mal, que toman la vida a la ligera, que está llena de violencia; prendemos la TV y descubrimos muertes, guerras, devaluaciones, negocios, etc. Estamos rodeados de un sinfín de caminos y a veces nos preguntamos por qué la gente ha escogido esos caminos, ¿Por qué vivimos en la violencia, en la infidelidad, en la destrucción, en el odio? ¿Por qué? ¿Cómo hacerle para que cambien de camino y encuentren algo que les haga ser mejores?
El día de hoy la Iglesia celebra la Jornada mundial de las Misiones, el denominado DOMUND. Un día en el que la Iglesia dedica para pedir por las misiones, para que el mensaje del Evangelio y la vivencia del Reino sean una realidad. Pero también el día de hoy la Iglesia se detiene y nos invita a reflexionar en nuestro sentido misionero y para ello nos coloca una serie de lecturas muy peculiares que nos invitan a ahondar en este sentido de misión y encontrar nuestra responsabilidad en nuestra vida, porque el ser católicos, el pertenecer a la Iglesia no se limita simplemente a hacer potación o venir a misa, sino que también nos compromete a ser misioneros, porque el encargo misionero lo ha dejado Jesús para todos nosotros.
¿Pero en qué consiste ser misionero? Ser misionero consiste en llevar a los demás a Dios, ser misionero es que en nuestra vida diría seamos capaces de llevar hacia a Dios a los hermanos con los que vivimos. No consiste en ser misionero porque vamos al África, o a otro país. El misionero, ser católico implica que tengamos la capacidad de llevar a los demás hacia Dios. Y eso es la obligación de todos.
Cuando una mamá le enseña a rezar a su hijo, cuando un papá le trata de explicar quién es Dios a su hija, ahí se está siendo misionero, ahí está el primer paso misionero que acerca a Dios. Pero ello implica que es algo permanente. Analicemos las lecturas del día de hoy y descubramos que consiste la esencia del misionero.
En primer lugar el texto del evangelio coloca esta realidad de ser misionero: «Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará.» Con esto queda claro que todos estamos invitados a esta gran empresa de expandir el Reino, y que no lo hacemos con nuestra s fuerzas, sino que lo hacemos con la fuerza que viene de él. Por esa razón maraca que hay varios signos que acompañan al misionero, poniendo en claro que todo lo que se hace parte de la fuerza de Dios. No son las meras capacidades humanas, sino la fuerza de Dios la que hace efectiva la misión. Por tanto, no debemos tener miedo de hacerlo, porque finalmente parte de la fuerza de Dios.
Sin embargo ¿Cómo debemos llevar a cabo este encargo? La segunda lectura nos enseña precisamente la base del ser misionero y como hacer esa labor en la vida cotidiana: «Porque si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvado. Con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con la boca se confiesa para obtener la salvación.» En otras palabras ser misionero consiste básicamente en dar testimonio. Pues el texto nos indica que el cristiano es el que confiesa a Jesús como su Señor, y curiosamente implica dar el testimonio durante toda la vida, porque el texto nos dice que debemos confesar el Señorío de Jesús con la boca, y la boca dentro del pensamiento bíblico representa la expresión externa del hombre. Con la boca el hombre habla de sí, con la boca el hombre anuncia quién es, qué conoce, qué siente; gracias a la boca el hombre puede expresarse y darse a conocer. Profesar el Señorío de Jesús con la boca no consiste simplemente en decirlo, en articular sonidos, implica una expresión de lo que tenemos realmente dentro; en otras palabras que mi modo de ser, mi carácter, mis palabras, reflejen a Cristo. San Pablo nos exhorta de ese modo a que nuestro comportamiento externo sea de tal manera que demostremos al mundo que Cristo es Señor, que Cristo reina en Nuestra vida. Por tanto no se refiere meramente a las palabras, sino a todo lo que expresamos con nuestros actos, con nuestro ser. Que cuando otros me vean se encuentren con Cristo, porque él es mi Señor.
En segundo lugar nos pide creer en la resurrección en nuestro corazón. El corazón dentro del mundo bíblico es la sede de la sabiduría, es el lugar donde se hacen loas grandes reflexiones de la vida, es la sede de los grandes pensamientos y por tanto de la vida interior. Quiere decir que la base de la sabiduría en la fe del creyente está en la resurrección. La resurrección es la que da sentido a la vida del creyente, la resurrección es la fuerza que transforma, anima, renueva, convierte al hombre. Si hay un mensaje que se ha anunciado desde antiguo, desde los inicios de la Iglesia es precisamente el de la resurrección, es precisamente que Cristo ha vencido a la muerte, que Cristo ha destruido todo aquello que nos esclaviza, que nos disminuye: La muerte. Con ello el hombre tiene la capacidad de levantarse y de transformar su vida. ¡Cristo ha resucitado! Es la única verdad que puede renovar el interior del hombre. Si san Pablo nos pide creer en esto en nuestro corazón quiere decir que el apóstol que el hombre de fe es aquel que no sólo demuestra en su exterior que Cristo es Señor (“Anunciar con la boca”), sino que debe dejarse transformar constantemente en su interior por la fuerza de Dios, por la fuerza de la resurrección ("Creer en el corazón"). El misionero, y todo cristiano por consiguiente, es alguien que constantemente va convirtiéndose, que constantemente deja que Dios lo transforme, que va venciendo su pecado, demostrando con su propia vida la grandeza de Dios.
Este gran texto de san Pablo pone en claro que el misionero es aquel que se ha dejado tocar por Dios y por ello lo trasmite, y que en ciertos momentos ha de hablar para invitar, para atraer y explicar a los demás este don maravilloso de la fe, y a lo cual no hay que tener pues se cuenta con la fuerza de Dios.
Al inicio de la reflexión decíamos que hoy día hay mucha violencia, sin sentido, apatías, en otras palabras muchos caminos en los que el hombre va caminado y que no son los más felices precisamente, ni le hacen bien a la humanidad. Creo que precisamente es ahí en donde hace falta alguien que oriente, que con la propia vida y con la fuerza de la Palabra podamos orientar a los hombres para que encuentre el sentido de sus vidas. Si hay hombres y mujeres que se sienten solos, que viven en la violencia, en el odio, en el sin sentido, en diversas adicciones, en una vida desenfrenada y que finalmente no encuentran la felicidad.
Ahí en donde hay hombres que encuentran el camino que de sentido, hace falta alguien que les indique el camino, que les indique la dirección, que les den una luz en la vida para encontrar un nuevo camino, para encontrar un nuevo sentido en la vida. Y eso implica si somos capaces el día de hoy de aceptar esta propuesta e ir hacia los demás y anunciarles el reino, anunciarles un nuevo camino de felicidad, de plenitud, de realización, que brota de la experiencia de Cristo. Un anuncio que cada día se hace más y más necesario. Un anuncio que se hace con la fuerza de Dios, pero sobre todo expresándolo con nuestra vida y dejando que él sea quien nos vaya transformando cada día con su fuerza. Y entonces sí seremos misioneros, no sólo porque enseñamos de Dios, sino que enseñamos a Dios, a través de lo que ha hecho conmigo, que no hay mejor prueba que esto. Y así presentar un camino nuevo, distinto que hará que se cumpla lo que decía el profeta Zacarías: «En aquellos días, diez hombres de todas las lenguas que hablan las naciones, tomarán a un judío por el borde de sus vestiduras y le dirán: “Queremos ir con ustedes, porque hemos oído que Dios está con ustedes”» … queremos ir al encuentro de Cristo que te ha cambiado y que seguramente me cambiará y encontrará sentido a mi vida.
PADRE,¡QUÉ PRIVILEGIO Y QUÉ HERMOSO ES SER CATÓLICO!
ResponderEliminarViene bien este día recordar las lecturas que hicimos con Usted del documento de "Aparecida".
También, recordar el Evangelio de San Lucas donde nos describe a JESÚS AMOR Y MISERICORDIA PARA EL HOMBRE (PREDILECCIÓN DE AMOR PARA LOS MÁS
POBRES Y NECESITADOS)
Yo, sólo así NO TEMERÉ NADA PARA MISIONAR. ¡Temo a mis miserias!
PERO EL SEÑOR NOS ACOMPAÑA Y NOS DARÁ LA GRACIA Y LA FUERZA NECESARIAS PARA PERSEVERAR ¿Verdad PADRE?
GRACIAS.