8/8/10

«Túnica ceñida y lámparas encendidas...»

Meditación del XIX Domingo Ordinario
Ciclo /C/


Textos:
Sabiduría 18,6-9
Hebreos 11,1-2.8-19
San Lucas 12,32-48

La noche es uno de los temas bíblicos más importantes dentro de la Escritura. La noche representa dos realidades que en el fondo están íntimamente unidas. Por un lado, la noche nos lleva a encontrarnos con la situación de oscuridad, de opresión, de limitación que vive el hombre. Por otro lado, la noche es también el momento en el que actúa Dios, basta recordar solamente la salida del mar rojo, que nos recuerda la primera lectura, que se lleva precisamente en medio de la noche, en medio de la tiniebla. Con esto se puede descubrir que Dios actúa precisamente ahí, en donde la duda, la incertidumbre, la desesperación comienza a surgir en la vida del hombre. Por lo tanto la noche si viene s el símbolo de la opresión y duda que vive el hombre también es cierto que es el momento en donde Dios actúa y le ayuda para salir adelante, para liberarlo y hacerlo un hombre nuevo.
La noche es el momento donde Dios interviene, donde Dios actúa para disipa todo tipo de situación llena de duda e incertidumbre en nuestra vida. Si lo pensamos bien en nuestras vidas las tinieblas se hacen presentes, la noche se cierne sobre nosotros, sobre nuestras vidas muchas veces cuando no sabemos qué decisión tomar ante una situación importante de nuestra vida, cuántas veces llega la noche cuando la enfermedad nos golpea, cuando hay algún ser querido que sufre, cuando la traición arremete en nuestra vida de parte de alguien que amamos, cuando muere un ser querido. La vida se llena de situaciones complicadas, la noche aparece. Todo parece sombrío, oscuro, sin un rumbo fijo en medio del caminar por la historia.
Sin embargo, es ahí en la noche donde Dios aparece, donde Dios se hace presente para salvar y rescatarnos y continuar con nuestro camino por la historia. La dificultad se presenta justamente cuando en medio de la noche no vemos el actuar de Dios, pues las tinieblas son tan arduas, tan espesas que no somos capaces de descubrir a Dios.
Jesús en el evangelio de hoy, nos da un parámetro vital para descubrir a Dios en medio de la noche y así alcanzar a vislumbrar su acción salvadora en nuestras vidas: «Estén preparados, con la túnica ceñida y con las lámparas encendidas.» Son dos instrucciones fundamentales para descubrir el actuar de Dios en nuestras vidas.
En primer lugar la tener la túnica ceñida. Esta acción es importante para iniciar un camino, puesto que la túnica es una vestidura larga, como un largo vestido; cuando uno se dispone a realizar un gran camino, es necesario levantarse la vestidura, ceñírsela y así caminar con plena libertad, caminar con mayor facilidad. Ceñirse la túnica representa la posición para caminar, la disposición para hacer camino, para romper las ataduras del pasado e iniciar un camino en la vida, un camino que lleva hacia libertad.
En medio de la noche es necesario ceñirse la túnica, es decir, no quedarse paralizado como si nada sucediera, como si no se pudiese hacer más. Cuando llega la noche de la duda, no es posible quedarse con la duda, no es posible quedarse en esa duda hundiéndose sólo en eso, como si la duda fuera lo último en la historia y no es así, siempre es posible salir de esa duda, hay que ponerse en el camino de la verdad, es posible salir de esa duda. Del mismo modo si llega la noche de la tristeza, no es posible quedarse suida en ella, hay que ceñirse la túnica, levantarse y caminar a la esperanza, a la alegría, al gozo, no es posible detenerse sólo en la tristeza. Dios viene, Dios actúa en nuestras vidas, pero es necesario ceñirse, ponerse en camino, porque ahí en el camino Dios actúa, Dios salva, podemos ver que Dios está con nosotros, pero si nos quedamos sumidos en el dolor, sumidos en la tristeza, y nos negamos a querer salir, nos negamos a querer caminar, a ponernos en camino estamos condenados a no descubrir la presencia de Dios en nuestras vidas.
Ceñirse la túnica es precisamente no quedarnos estancados, no darnos por vencidos en la vida, sino levantarnos y caminar, descubrir que aunque tengamos una enfermedad podemos seguir adelante, que a pesar de nuestra tristeza nuestra vida puede seguir adelante. Ceñirse es la disposición caminar y a proseguir en nuestra vida.
En segundo lugar nos dice que debemos encender nuestras lámparas. Esto quiere decir que en medio de nuestra oscuridad debemos de prender nuestra lámparas, debemos ver lo que hay a nuestro alrededor. Muchas veces la oscuridad es tan profunda que olvidamos descubrir lo que hay a nuestro alrededor, no vemos lo que tenemos, creemos que todo es malo y no nos damos la oportunidad de ver las cosas buenas que hay a nuestro alrededor. No descubrimos que hay gente que nos apoya, que está con nosotros, que nos necesita, debemos abrir nuestras vidas y ver a nuestro alrededor, descubrir que nos ayudan y apoya. Encender nuestras lámparas y vislumbrar a estas personas que nos apoyan.
También debemos encender nuestras lámparas y ver los momentos felices de nuestras vidas que muchas veces quedan opacados por la tristeza o la desesperación. Debemos encender nuestra vida y ver que no todo es triste, que hay alegrías, que hay gozo, que Dios está con nosotros, que siempre hay buenos momentos, y que ahí se manifiesta Dios.
Si notros nos ceñimos y caminamos, no nos quedamos en una actitud de conformismo, de parálisis, Y si encendemos nuestras lámparas para ver más allá de nuestra oscuridad entonces podremos transformar nuestra vida y descubriremos que en medio de la oscuridad, llena de dudas, desesperanza y desilusión, no estamos solos, Dios está de nuestro lado y nos acompaña para seguir adelante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario