8/11/09

«...lo comeremos, y luego moriremos.»

Meditación del XXXII Domingo del tiempo Ordinario
Ciclo /B
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Textos:
1 Reyes 17,10-16
Salmo 146
Hebreos 9,24-28
San Marcos 12,38-44

Una de las situaciones más complicadas de nuestro mundo es la pérdida del sentido de la vida, enraizada fuertemente por el materialismo, pues creemos que todo está encerrado precisamente en lo que poseemos y limitamos la vida solamente a ello. Esto no quiere decir que lo material no sea importante, sin embargo cuando todo se encierra en esto, nuestra vida pierde horizonte y con ello pierde el significado de todo. Cuántos viven sin nada que esperar porque no hay posesiones materiales que en muchas ocasiones son superfluas. Pero sobre todo cuantos van caminando por el mundo sin encontrar realmente un sentido, una fuerza, un ánimo que les ayude a ser mejores en medio de su vida.
La primera lectura parece que ilumina esta realidad. Es un texto tomado del libro de los Reyes nos presenta el denominado ciclo de Elías, en donde se narra la vida de este profeta, como aquel que da el anuncio de Dios al pueblo de Israel en medio de su infidelidad. Es un texto que nos presenta la batalla entre la creencia del ‘dios’ Baal y Yahveh. Con esto el texto trata de mostrar como la idolatría del pueblo Israelita ha alejado a Dios de su vida mostrando sus consecuencias. La primera consecuencia que sucede cuando el hombre aleja a Dios de su vida es la esterilidad, la sequedad el sin sentido de la vida. Por esta razón, el texto del libro de Reyes previo al episodio que hemos escuchado hoy nos presenta la sequia que viene como consecuencia de este abandono de Dios. Una sequia que sin lugar dudas es signo de la falta de fe en el pueblo que al deja a Dios por otros {ídolos va perdiendo fecundidad en su vida, va perdiendo el sentido de toda su historia, y si lo reflexionamos un poco más, efectivamente en nuestro mundo hay tanta sequedad, tanta esterilidad en tantos campos, porque en el fondo no tenemos a Dios, no tenemos a aquel que nos da la vida, no tenemos el gusto y el sentido de nuestra historia.
Esta sequía hace que se pierda el sentido de la propia vida, que se pierda el propio horizonte de la historia. Y justo en medio de esta sequía, se presenta el episodio de hoy, un texto que nos pone de manifiesto las consecuencias de la sequía, que no son otras, sino la pérdida del sentido de la vida: «¡Por la vida del Señor, tu Dios! No tengo pan cocido, sino sólo un puñado de harina en el tarro y un poco de aceite en el frasco. Apenas recoja un manojo de leña, entraré a preparar un pan para mí y para mi hijo; lo comeremos, y luego moriremos.» Ante la petición del profeta la mujer sólo refiere a su triste situación, y la meta de su historia: La muerte. Tomarán lo último que tienen y después, una vez que se haya terminado, después que todo haya pasado, morían.
Si analizamos bien sus palaras podremos concluir cuál es la razón por la que anhela la muerte. En primer lugar porque la sociedad ha dejado de lado a Dios, se han ido con Baal, se han ido con otros dioses, con otros principios queque no da realmente la vida, y en donde ha desplazado a Dios de tal manera que ya nada les dice. Por esa razón le dice “¡Por vida de tu Dios!”, marcando que es el Dios del profeta, pero que realmente no tiene nada que ver con ella, realmente no tiene nada que ver con su vida. La sociedad lo ha alejado de tal modo que no dice nada. Cuántas personas hoy día lo dicen del mismo modo, marcando a Dios como un ente ilusorio, lejano, pero que no dice nada en sus vidas. Cuando no está Dios lamentablemente nuestra vida nos agobia, porque no hay luz en el sendero, no hay una esperanza que nos aliente para ser mejores en el camino de la vida,
En segundo lugar la mujer centra todo en lo material, de ahí que su vida sólo dependa de lo que tiene, enfatizando la situación miserable y precaria en la que se encuentra pues sólo tiene el puñado de harina y poco aceite. Esto quiere decir que su vida se ha limitado sólo a lo material, sólo vive de lo que se tiene, ahora su esperanza está puesta precisamente en lo que hay, el horizonte de su vida es meramente empírico, es totalmente material, si no se tiene no se podrá hacer nada. Alejar a Dios de la historia es permitir que lo material sea sólo lo que ayude al hombre y al descubrir que no hay más cosas materiales todo pierde sentido. La sequía del hombre lo lleva a un mero materialismo.
Cuanta sequía hay entre los jóvenes que no caminan en la vida con ánimo, sino con cara triste, anhelando la muerte (como la mujer de la primera lectura hoy), jóvenes grises que van por la vida anhelando y queriendo la muerte, viviendo en la infelicidad, ´provocado precisamente por la ausencia de un sentido y una esperanza en la historia, provocado por la ausencia de Dios en la vida misma, la ausencia de un motor que nos anima y nos renueva profundamente en nuestro modo de ser. Se aleja a Dios y todo se quiere suplir con ciencia, tecnología, modas, antros, risas, pero que al final de cuenta nos siguen dejando un tanto vacíos porque todo pasa, todo acaba, y lamentablemente nada se queda.
Sin embargo ante esta situación surge la palabra de la esperanza de parte del profeta: «No temas. Ve a hacer lo que has dicho, pero antes prepárame con eso una pequeña galleta y tráemela; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así habla el Señor, el Dios de Israel: El tarro de harina no se agotará ni el frasco de aceite se vaciará, hasta el día en que el Señor haga llover sobre la superficie del suelo.» Son Palabras que si las vemos a profundidad no se quedan simplemente en el vacío, no es que simplemente pida algo para comer, no es que tenga hambre y la esté apurando, como si su alimento fuera primero y después el de ellos, o no es que haga un ‘milagrito’ pasajero como recompensa por darle de comer. Sino que son palabras cargadas de esperanza, palabras que implican una renovación en su ser. Su vida no puede estar puesta sólo en la Harina, hay algo más profundo, hay algo más por que vivir. No se puede conformar sólo con esa harina, hay una Palabra que puede darle vida, una Palabra que puede darle esperanza y es la Palabra del Señor, la Palabra de Dios presente en su profeta, y es la voz de Yahveh, pues el nombre del profeta es Elías, es decir, Mi Dios es Yahveh; en otras Palabras este hombre trae el anuncio de Yahveh, su Palabra salvadora que sólo viene de él y no de los falsos dioses.
Ante esta situación la mujer es capaz de reconocer precisamente que su vida no puede estar sujeta sólo a lo material, sino que hay una Palabra, una fuerza que siempre está ahí y es capaz de ayudarla. Ellos han sido por siglos el pueblo de la Palabra, ellos ha sido por siglos un Pueblo guiada por la Palabra. No es posible que ahora al desterrar de su vida a Dios, sea capaz de creer que todo está perdido. Hay una fuerza, una Palabra que puede renovarlo todo profundamente. Y entonces hace lo que el profeta dice, que en el fondo implica poner en práctica la Palabra de Dios. Ella bien pude haberlo corrido, comer y morir, pero se ha abierto a la vida a descubierto el valor de la Palabra, y comienza no sólo a confiar en ella, sino a hacer lo que dice, la Palabra, podríamos decir que la pone en práctica, pues Dios ha entrado nuevamente a su vida.
Y curiosamente dice el texto que después de esto: «El tarro de harina no se agotó ni se vació el frasco de aceite, conforme a la palabra que había pronunciado el Señor por medio de Elías.» Quiere decir que la Palabra de Dios es viva y eficaz. Ahora ya no se agota lo material, ni la vida, porque ahora el creyente vive desde los criterios de Dios es capaz de descubrir realmente cuál es el sentido de su historia desde Dios. La vida se agota y se encierra en lo material cuando el hombre vive sin Dios, pero abierto a Dios y a su Palabra puede transformar profundamente su ser.

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