7/9/10

«Se retiró a una montaña...»

Meditación con motivo del Martes XXIII Ordinario

Textos:
1 Corintios 6,1-11
San Lucas 6,12-19

El día de hoy podemos ver en el evangelio como Jesús escoge a los Doce apóstoles, pero podríamos detenernos hoy precisamente en un dato previo a esta elección: «se retiró a una montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios.»
Vemos dos elementos importantes en primer lugar la oración, antes de escoger a los apóstoles Jesús ora, hace un diálogo con el Padre. Quiere decir que la elección de los discípulos no es mera casualidad sino que es fruto de la oración. El texto nos pone de relieve precisamente que antes de una elección importante hay una oración.
Cuántas veces nosotros tenemos alguna situación difícil, o una decisión importante en donde requerimos ayuda y discernimiento, y casualmente nos olvidamos de Dios en lugar de platicar con él, de contarle nuestra situación, dejando que él nos ilumine. De esta manera el evangelio nos invita a recordar la importancia de la oración.
Pero hay otro aspecto importante y es el de la montaña, Jesús hace oración en ella. La montaña e la Biblia es el símbolo de la presencia de Dios, por tanto quiere decir que Jesús entra en contacto con su Padre. Pero este símbolo es vital dentro de nuestra vida espiritual, puesto que todos estamos invitados a subir a la montaña.
Si la montaña es la presencia de Dios quiere decir que todos estamos invitados a encontrarnos con la presencia de Dios, todos debemos subir a la montaña y entrar en la presencia de Dios. Cuando nosotros ayudamos a los demás, y tramos de vivir en un espíritu de caridad, y de auxilio, comenzamos a vivir en la montaña, pues nuestros actos hacen que la presencia de Dios viva con nosotros. Cuando estamos en paz en nuestra familia, buscamos el diálogo, la amistad, la capacidad de escucha, vamos viviendo en la montaña y demostramos que Dios está en medio de nosotros. Cuando vivo en la honestidad, soy justo y honrado, la experiencia de la montaña se hace presente en mi vida.
De esta manera la montaña no es un lugar sino un estado de vida, una vida estrechamente ligada a Dios. Aunque al descubrir esto podríamos pensar que es difícil vivir precisamente en esa montaña, puesto que la exigencia del evangelio es radical, pero si lo pensamos bien el símbolo de la montaña es ideal, puesto que subir una montaña no es fácil, implica esfuerzo, empeño, cansancio; y encontrarse con Dios es justamente eso, un caminar constante, empeñado, pero que al final de cuentas se conquista como la cumbre de la montaña descubriendo un nuevo horizonte, y una nueva perspectiva de la vida.

De esta manera el Señor nos invita hoy a subir a la montaña, a vivir con él, con esfuerzo ciertamente, pero con la capacidad de vivir la experiencia de Dios en n nuestras vidas.

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