24/8/11

Identidad de la Iglesia

Meditación con motivo del XXI Domingo del Tiempo Ordinario
Ciclo /A/

Textos:
Isaías 22,19-23
Romanos 11,33-36
San Mateo 16,13-20

Al escuchar hablar de la Iglesia pueden surgir cantidad de opiniones, ya sea en contra de la Iglesia, o bien a favor de ella. Se le puede acusar de cantidad de situaciones, a veces debido a situaciones que en una determinada comunidad se vive, o bien porque las noticias amarillistas lo hacen publico a nivel nacional o mundial, sin embrago, son solo unas situaciones especificas, no son de toda la generalidad, y algunas veces son meros puntos de vistas. Por otro lado, también se puede hablar extraordinariamente de ella, pero también a veces con elementos que no son llevados a profundidad, y que no se reflexionan más a fondo, a veces sólo se habla de la Iglesia a nivel meramente apologético, de mera defensa, pero no sin ser sinceros de lo que se hace y se vive.
Sin embargo, esto se mueve sólo en el nivel de la opinión. Pero qué es la Iglesia, cuál es su papel en medio del mundo. Primeramente clarifiquemos que la Iglesia es una comunidad e personas, y que no debe confundirse con el templo. La Iglesia somos nosotros, la forman las personas, y no un edificio, ni una jerarquía, sino que la forma todo aquel que ha sido bautizado. Y sabiendo que todos formamos esta Iglesia adentrarnos en la misión e identidad de esta Iglesia.
El texto del evangelio de hoy nos da el acercamiento para comprender cuál es la misión y la identidad de la Iglesia. En primer lugar nos encontramos con Jesús que hace una pregunta fundamental: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?» Con esto podemos descubrir que Jesús debe cambiar de táctica para anunciar el Reino de Dios. La semana pasada lo veíamos en crisis, y ahora trata de aclarar su misión, y para ello debe ver que visión tiene la gente de él. Y por ello, pregunta sobre la identidad. Y las respuestas reflejan una visión corta y limitante de Jesús: Juan Bautista, Elías, Jeremías. Jesús es visto sólo como un profeta, es una visión, si no errónea, si es incompleta, puyes la gente sólo lo ve como profeta, como un enviado de Dios, no ven más allá de esto.
Y entonces Pedro da una respuesta fundamental: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.» Encontramos una respuesta asombrosa, que refleja la personalidad de Jesús. En primer lugar lo reconoce como el Mesías, es decir, aquel que lleva a plenitud todas las promesas, el que da sentido a la historia. Y en el evangelio de san mateo, Jesús es el Mesías que lleva a plenitud toda la historia de salvación, quien inicia la nueva generación de la plenitud abriendo a todos la salvación (Cfr. Mt 1,1-17). EN segundo lugar le llama “Hijo de Dios vivo”, por tanto viendo de Dios, y del Dios que da la vida, del Dios que hace fecunda las situaciones difíciles de la historia.
Y esa respuesta de Pedro nos hace céntranos en el primer elemento central de la identidad de la Iglesia. La Iglesia es aquella que tuene como centro a Jesús, aquel que es Mesías, que da sentido a la historia, aquel que puede dar a mi vida el sentido de plenitud, el sentido de trascendencia, aquel que puede plenificar mi historia. Es Jesús, el Hijo de Dios vivo, aquel que me puede llevar al encuentro con Dios y dar vida a todas mis situaciones marchitas en mi corazón, que pude darme vida y darme la oportunidad de ser fecundo con mi vida, mis comentarios, mis opciones de vida. Por tanto la Iglesia, e la que tiene como centro a Cristo, que da sentido a todo y es capaz de vivificarme; y cuando Cristo no es su centro entonces se engaña, y no vive auténticamente su misión.
Inmediatamente después de esta respuesta Jesús lanza una felicitación a Pedro: «Dichoso de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre que está en el cielo.» Jesús reconoce que esto que Pedro ha dicho no es sólo la iniciativa de él, no es una ocurrencia o una ideología que se ha formado, sino que es fruto de Dios, es fruto de la fe en Dios. Por tanto la Iglesia es aquella que vive centrada en Jesús y es capaz de reconocer a Jesús como centro, por su experiencia de fe, una fe que surge como don de Dios. Por ello la Iglesia es una comunidad de fe, una fe que debe crecer y madurar, pero surge de la fe. Y por ello sin una visión de fe, sin descubrir el don de Dios, dentro de esa fe, no es posible estar dentro de la comunidad.
Así es como se conforma la Iglesia: «Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia.» Le llama Pedro, que si bien hoy en día Pedro nos remite a un nombre, en aquel tiempo no era así, Pedro significa “piedra”, por tanto, Jesús le dice que él es Piedra, y por ello él es la primera piedra, sobre la que se funda la comunidad, él es la piedra, y sobre la roca de la fe en Jesús se funda la Iglesia. Nos e funda sobre una ideología, no se funda sobre una labor social, sino que se funda sobre la fe en Cristo, esa es la roca solida que da cimento a la comunidad. Eso que le dice a Pedro nos lo dice a nosotros, debemos de ser piedras, debemos ser sólidos en nuestras opciones para cimentarnos en la fe que brota de experiencia pascual de Cristo. Por ello la Iglesia tiene como cimento esa roca, y así nos convertimos en piedra que da sentido a la vida en comunidad, somos piedras que construyen comunidad.
Y entonces comienza haciendo una serie de promesas, que siguen dando identidad a la Iglesia: «El poder de los infiernos no prevalecerá contra ella.» Antes de explicar esto debemos hacer una aclaración. No es lo mismo el infierno que los infiernos. A veces se traduce este texto diciendo los podres del infierno no prevalecerán, peno no es así, no dice el infierno, que es el lugar de castigo y condenación. El texto habla de los infiernos, es decir el lugar de los muertos, lo que en griego se le llama “Hades”. Por tanto está hablando de lugar de la muerte. Jesús dice que “los poderes de la muerte no prevalecerán”. Quiere decir que la Iglesia es capaz de vencer los poderes de la muerte, es decir aquello que destruye el corazón del hombre. Es la exhortación a reconocer que la muerte, la destrucción, el desanimo, la depresión, la desilusión, no prevalecerá, esas situaciones que matan la esperanza y el ánimo por vivir no prevalecerán, pues la Iglesia es una comunidad e esperanza, de coraje, de esfuerzo por seguir adelante.
«Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos.» Ahora Jesús marca el donde dar las llaves, que es un símbolo del poder, de la soberanía. Las llaves sirven para dar acceso, y en este caso dar acceso, dar entrada al reino de los cielos. La Iglesia es la comunidad que da acceso a Dios, que hace que los hombres entren en contacto con Dios. El problema sería si nosotros con nuestra vida hacemos que otros entren en contacto con Dios, si hacemos que otros puedan entrar en relación con Dios, si soy capaz de dirigir y de inspirar los deseos de los demás para que se encuentren con Dios. Con mi vida, soy signo de Dios, de contagiar a los demás con el ánimo generosos par que entren con Dios. O sólo los alejo. Las llaves las tenemos todos, todos con nuestra vida, con nuestro encuentro con Dios podemos hacer que se encuentren con Dios. La grande pregunta sería si somos capaces de hacer esto o no. Porque es la misión de la Iglesia: Hacer que otros entren en relación con Dios.
Y finalmente Jesús le dice: «Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.» Esta expresión de atar y desatar es propia de aquellos tiempos entre los rabinos judíos. Es una expresión que se refiere al permitir o prohibir realizar una ley. Con ello exhorta a la comunidad a descubrir que es lo que le conviene y que es lo que le daña. Dejar que entre en la vida de la Iglesia lo que le ayude a ser mejor y al mismo tiempo impedir que se realice aquello que le hace daño y le hace perder su visión como comunidad universal.
De esta manera Jesús marca la identidad de la Iglesia, una comunidad que se reúne en torno a Cristo que es el sentido de la historia y da la vida, como aquella que se funda en la fe, una fe que es sólida, la comunidad que debe ser esperanza para los hombres sin dejarse abatir por situaciones de muerte, que tiene como misión dejar que el hombre entre en contacto con Dios, y capaz de discernir sus acciones viendo lo que conviene y lo que no. Que a la luz de esta página renovemos nuestro sentido como iglesia y recuperemos el sentido de nuestra vocación.

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