4/3/12

«Los hizo subir a un monte alto, a ellos solos...»

Meditación del II Domingo de Cuaresma
Ciclo /B/

Textos:
Génesis 22,1-2.9a.10-13.15-18
Romanos 8,31b-34
San Marcos 9,2-10

La cuaresma como se ha dicho, es un tiempo de alegría, un tiempo de gozo, pues somos invitados a acercarnos nuevamente con Dios. Es un tiempo de intimidad donde el creyente está llamado a acercarse a Dios, y tratar de conocerlo un poco más, si bien debe existir un conversión, es precisamente fruto de ese encuentro con el Señor. Justamente ese es el tema que el día de hoy se nos presenta la liturgia del día de hoy en el evangelio.
Hoy el evangelio nos presenta el texto de la transfiguración del Señor, un texto que trata de hacer comprender a los discípulos dos cosas fundamentales, por un lado, saber cuál es el camino y la misión que Jesús tiene, y por el otro descubrir, cuál es la misión de ellos, como discípulos.
En primer lugar nos dice que: «Los hizo subir a un monte alto, aparte, a ellos solos.» Mostrando que lo importante es el encuentro personal, en medio de la soledad. Deben subir solos, porque lo que deben aprender es algo personal. En el fondo la cuaresma es estar a solas con Jesús para conocerlo un poco más y para conocer nuestra misión. Cuaresma es estar a solas con Jesús, y ese estar a solas no quiere decir privaciones o tristezas, al contario es encontrarse con aquel que da sentido a la vida. Por ejemplo, cuando dos personas que se aman se encuentran a solas, en el sentido de que es un tiempo para que platiquen los dos, se compartan su vida, convivan, no es precisamente un momento de tristeza, al contario es un momento de alegría, y ciertamente dejan atrás algún otro compromiso, pero no es un momento de tristeza, al contrario es un espacio privilegiado donde se valora el amor. Igualmente, cuando se encuentran los amigos, dejan de tras ciertas cosas que de momento dejan de estar en primer plano porque uno quiere convivir con aquellos que valen la pena. Son encuentros que implica de momento dejar ciertas cosas para estar con aquellos que nos hacen sentir mejor, que nos hacen sentir amados y especiales.
De la misma manera, el encuentro con Jesús no es un encuentro de privaciones, sino de intimidad de encontrarnos con él, de descubrir quién es él, de descubrir cuál es misión de cara a lo que él me presenta. Y el mismo texto nos presenta los elementos para entrar en contacto con Jesús.
En primer lugar nos dice que una vez en el monte: «Se transfiguró en su presencia. Sus vestiduras se pusieron esplendorosamente blancas, con una blancura que ningún blanqueador puede lograr sobre la tierra.» La transfiguración de Jesús es un signo de su identidad. El texto nos dice literalmente que era color “esplendorosamente” blanco en sus vestiduras, y añade diciendo que se trata de una blancura como no es posible conseguir sobre la tierra. El color blanco dentro de la Biblia representa a Dios; siempre que aparece el color blanco, se está hablando de Dios o de su mundo. Que los vestidos de Jesús adquieran un color blanco implica que su identidad se debe entender desde su divinidad. Con esta experiencia lo que Jesús quiere demostrar e su identidad divina a los discípulos. Es el momento que ellos descubran que su misión no es simplemente de un personaje carismático más en la historia, no sólo viene a traer algunas propuestas de poder, sino que viene a traer algo nuevo, su identidad es divina y por ello lo que viene a hacer es de parte de Dios, viene a hacer presente la acción de Dios en medio de ellos.
Entrar en la cuaresma es entrar a ver el misterio de Jesús, conocer su misión, descubrir que no sólo es un personaje de la historia, o como luego dicen un “amigo”, es algo más, es Dios y su misión es de salvación. Por tanto, entrar en la cuaresma es descubrir que Jesús viene a salvarnos, descubrir que es Blanco, es decir que lo que viene a traernos es la experiencia de Dios. Hasta que punto realmente nosotros dejamos que esa experiencia marque nuestra vida, encontrase con Jesús es encontrarse con Dios, es permitir que ilumine nuestra vida, que nos enseñe a descubrir un nuevo cambio. Cuántas veces en medio de los problemas buscamos satisfacer las cosas a nuestra conveniencia, simplemente nos dejamos llevar por situaciones sin sentido, pero cuándo dejamos que se Jesús, con su luz que nos ilumine.
Inmediatamente después de descubrir que Jesús tiene una identidad divina entonces el texto coloca otra idea más: «Se les aparecieron Elías con Moisés, conversando con Jesús.» El segundo elemento que los discípulos descubren es una importante revelación sobre el sentido del Antiguo Testamento, representado por Moisés y Elías. Moisés, que representa la Ley, la Torah, auténtico depósito de la revelación de Dios y expresión de su voluntad sobre el pueblo de Israel. Y Elías, representante de los Profetas, aquellos que daban la actualización al mensaje de Dios en medio del caminar por la historia, mostrando el camino que debía seguir para recordarles su fidelidad a la alianza con Dios. La Ley y los Profetas constituyen las dos columnas sobre las que descansa todo el Antiguo Testamento. Pues bien, ambas realidades no son definitivas ni fundamentales, sino que constituyen una mera preparación para el acontecimiento de Jesucristo. Tanto la Ley como, la profecía tienden hacia Cristo y encuentran en él su auténtico significado, podemos decir que todo el Antiguo Testamento encuentra su sentido y plenitud desde Cristo. Por ello hablan con Jesús, porque todo lo que la Ley o los profetas puedan decir va dirigido a Cristo, va dirigido hacia aquel que da sentido y plenitud a todo. Cristo es el centro de la historia y desde él todo adquiere plenitud y sentido.
Esto nos invita a descubrir que entrar en la cuaresma es descubrir que Jesús es Dios, que él bien a iluminar todo, pero también que él es el sentido de la historia. Cuaresma es adentrarse y descubrir hasta qué punto es Jesús realmente el centro de mi vida, hasta donde, Jesús es aquel que da sentido a mi vida, es el centro de nuestra historia.
Por tanto, este relato nos enseña dos cosas primordiales de Jesús, que es Dios y que es el sentido de la historia, pero ante ello debemos reconocer nuestra misión, el pasaje de la transfiguración no termina con esto, sino que va más allá y no limitarse: «Reaccionó Pedro y le dice a Jesús: “Maestro, ¡qué a gusto estamos aquí! Hagamos tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”.» Pedro pide esto porque para él es mejor seguir en lo alto del monte, contemplando las visiones celestiales, que bajar a la llanura a enfrentar la historia, así como la lucha contra las potencias del mal. Si Jesús es el sentido de la historia entonces es mejor quedarse contemplando, pero esta o es la misión del discípulos. Interiorizar y encontrarse a solas con Jesús implica una misión de transformación y no de evasión, por ello aparece la nube y una voz que dirá cual es la misión del discípulo: «Este es mi Hijo amado; escúchenlo.» El discípulo de escuchar, debe ser capaz de percibir la voz de Dios, esa es su misión.
Si la cuaresma es el tiempo para estar a solas con Jesús y descubrirlo como aquel que tiene las vestiduras blancas, es decir aquel que es Dios, que vine a salvarnos debemos escucharlo, debemos ser capaces de escuchar lo que nos dice, de escuchar su Palabra, sólo así podernos descubrir la salvación que nos da y sin vivir al margen. Más aún, sólo escuchando podernos verlo como actúa en medio de la historia, podremos ver como Jesús es el eje conductor de la historia y así ver como él puede dar sentido a mis pasos y a mi realidad, pero es necesario escuchar.
Cuaresma es el momento de encuentro con el Señor para renovar nuestra vida, es el momento para encontrarnos con él y conocer un poco más de él, pero para ello es importante escucharlo, darnos la oportunidad de descubrir en nuestra historia y en su Palabra como nos habla y así ver cómo nos guía y fortalece a lo largo de nuestra historia.

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