26/2/12

«...le empuja al desierto»

Meditación con motivo del I Domingo de cuaresma
Ciclo /B/

Textos:
Génesis 9,8-15
1 San Pedro 3,18-22
San Marcos 1,12-15

El camino de la cuaresma es un camino que debe llegar a la fiesta de la resurrección, pero ello implica iniciar un camino que nos permita efectivamente alcanzar esta resurrección. Como ya se marcaba en la reflexión del miércoles de ceniza, este tiempo no es de tristeza, sino de alegría porque vamos al encuentro de la fiesta pascual, a través de diversas prácticas. Sin embrago, es necesario profundizar en los diversos medios que existen dentro del camino espiritual para alcanzar esta meta.
El día de hoy el evangelio nos propone un tema fundamental para iniciar este itinerario de la cuaresma, a aportar de dos ideas fundamentales.
La primera de ellas la coloca el texto cuando nos dice: «Enseguida el espíritu le empuja al desierto.» San Marcos nos indica que el espíritu empuja a Jesús hacia el desierto. Este verbo es importante porque manifiesta una cierta violencia, lo lleva a empujones, no nos dice que lo lleva de paseo, que lo conduce al desierto, como algunas traducciones lo dicen, sino que manifiesta que es empujado, es violentamente arrojado hacia el desierto. Este verbo: “Empujar”, denota la acción de salir de un lugar, pero de manera violenta. Por ejemplo como cuando alguien es llevado a prisión, no es que lo lleven con cortesía, sino que los van empujando, es presionado a ir a un lugar determinado. De tal manera que, Jesús aparece como alguien que no puede hacer resistencia al espíritu, recibe ese impulso, ese empujón del espíritu. Con esta idea san Marcos trata de mostrar que el espíritu es una fuerza impetuosa que no acepta resistencia. La cuaresma se convierte así, en un tiempo en el que el hombre debe dejarse guiar por el Espíritu, no es simplemente sentarse y ver que puede hacer, sino que debe dejarse guiar por la fuerza del espíritu, que lo empuja, que le hace caminar más allá de lo que uno va pensando. La cuaresma es un camino con retos, donde uno descubre que no camina por el sendero que uno quiere, sino que el Espíritu va dando empujones para guiar nos hacia otros sendero. Este camino debe ser así, porque llegar a la pascua implica llegar renovado, y por ello el hombre para renovarse, para resucitar, debe descubrir nuevos caminos.
Jesús, es el modelo de la nueva humanidad y no puede resistirse a la acción del Espíritu, de tal manera que se deja guiar al desierto. EL desierto es el lugar a donde Jesús debe llegar para iniciar su misión. Y por consiguiente el texto nos propone el segundo tema para el camino cuaresmal: Entrar en el desierto.
El desierto es un lugar importante dentro de la Biblia con un gran contenido teológico, cargado de un gran simbolismo, y que nos permite descubrir una pauta espiritual para el tiempo de cuaresma. En primer lugar debemos decir que el desierto es el lugar donde el hombre se encuentra con Dios. El tema del desierto aparece desde el libro del Éxodo, cuando el pueblo debe salir de Egipto y debe comenzar a recorrer todo un itinerario por el desierto. De esta manera el desierto es el lugar donde el pueblo debe de ir madurando su vocación, debe de ir formando su identidad como pueblo, pero sobre todo es el tiempo en el que el pueblo, en medio de la soledad del desierto debe conocer a Dios. El desierto se coinvierte así en el espacio privilegiado para conocer a Dios.
La cuaresma es este adentrase en el desierto, para conocer a Dios. No es posible que al finalizar la cuaresma una persona quiera efectivamente celebrar la pascua sin haber conocido a Dios, o más bien si haber profundizado en el conocimiento de Dios, en la relación con él. Muchas veces se ponen mucho acento en no comer carnes rojas, pero se descuida lo más importante que es precisamente conocer a Dios, es e es el verdadero fruto de la cuaresma, cada año el cristiano al terminar el tiempo de cuaresma. En el fondo esas prácticas deberían ser un medio para descubrir a Dios, tomando en cuenta que no es lo único, sino que el creyente debe de buscar, o dejarse empujar por el espíritu para encontrar nuevas formas de encuentro con Dios.
En segundo lugar el desierto es el lugar de la tentación. Así como el pueblo debe de ir creciendo en su conocimiento con Dios en medio de la soledad del desierto, del mismo modo en medio de esa soledad se van presentado diversos caminos que me hacen alejarme de Dios. Parecen diversas propuestas que me alejan del proyecto de Dios, y eso se llama tentación. Muchas veces el creyente pone en la balanza de su vida cantidad de cosas y de proyectos, que se apartan del proyecto de Dios. El mismo pueblo de Israel en su caminar por el desierto cae en la tentación cuando construye el becerro de oro, cuando comienza a murmurar, pues sólo se fija en su proyecto o necesidad personal, pero no ve realmente lo que Dios va realizando en su historia.
La cuaresma es el tiempo para descubrir qué cosas hay en mi vida que me apartan del proyecto de Dios. Descubrir hasta qué punto lo que yo hago y digo corresponde auténticamente con lo que Dios me propone, qué tanto lo qué yo vivo es un signo de amor delante de los demás, o hasta dónde me lajeo del proyecto de amor. Este es el gran reto de la cuaresma descubrir que cosas son las que me apartan del camino de amor, de servicio, de verdad y de justicia, y reiniciar todo para vencer la tentación para volver al camino de Dios.
Finalmente un tercer símbolo del desierto nos lo indica el mismo contexto de san Marcos, pues a diferencia de los otros evangelios san Marcos nos habla del desierto y nos dice además que Jesús estuvo ahí junto con las fieras. Esto nos lleva a reconocer dentro del evangelio de Marcos el tema de la creación, pues el tema del desierto está ligado al tema de la creación en el libro del Génesis y está ligado a un hombre, a Adán que vive con las fieras. Por tanto: desierto, hombre y fieras nos llevan al contexto de la creación. El libro del Génesis en su segundo capítulo nos dice: «El día en que hizo Yahveh Dios la tierra y los cielos, todo era un inmenso desierto porque no había en la tierra arbusto alguno del campo, y ninguna hierba del campo había germinado todavía, pues Yahveh Dios no había hecho llover sobre la tierra, ni había hombre que labrara el suelo.» Podemos ver como antes de que Dios creara todo no hay ninguna hierba, ningún vegetal y ello implica que todo es desértico. Por lo tanto el desierto puede ser el prototipo del lugar en donde va a comenzar la creación. Y Jesús será el nuevo hombre de la nueva creación que está por comenzar en el desierto. Ahora Jesús aparece aquí como el nuevo Adán que viene a rescatar al viejo Adán que fracasó, las fieras se volvieron contra él, la tierra le negó sus frutos, el paraíso se convirtió en un desierto. Jesús es el nuevo Adán, colocado en el desierto, rodeado de las fieras del campo para iniciar un nuevo orden de cosas.
El desierto se convierte en el espacio para que surja la nueva creación. La cuaresma implica entrar en el desierto pero no para tener carencias, sino para permitir que Dios me renueve, que Dios me transforme, que Dios haga de mi una nueva creatura. Ese es el objetivo de la cuaresma, dejar que Dios entre en mi vida y me renueve totalmente, y comience en mi historia una nueva creación, totalmente renovado, y si lo pensamos bien en eso consiste realmente la celebración de la Pascua de resurrección.
Al iniciar este primer domingo de cuaresma, se nos invita a descubrir que debemos dejarnos guiar por la fuerza del Espíritu y entrar en el desierto con el fin de encontrarnos con Dios, vencer las tentaciones y comenzar una nueva creación en nuestra historia.

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