18/7/09

«El Señor es mi pastor...»

Meditación para el XVI Domingo Ordinario
Ciclo /B/

Textos:
Jeremías 23,1-6
Salmo 22
Carta a los Efesios 2,13-18
San Marcos 6,30-34

Uno de los problemas más grandes que podemos vivir es no sentir la experiencia de Dios, sentir que Dios no está con nosotros. Debido a nuestros problemas, crisis, enemistades, odios. Lo cual nos hace sentir que Dios no nos acompaña, que Dios no se preocupa por nosotros. Sin embargo, nuestra vida de fe nos llama para levantarnos y no darnos por vencidos a fin de descubrir que no estamos solos y que Dios no nos abandona. Sobre esto nos habla la liturgia del día de hoy.
Comencemos por decir que el pasaje del evangelio se nos presenta a Jesús que trata de descansar. Eso nos lleva a reconocer la importancia del descanso, que no es simplemente no hacer nada, sino que debemos de aprovechar ese tiempo para tranquilizarnos, convivir y encontrarnos con Dios. Sobre esta idea nos dice el Papa Benedicto XVI: «En el mundo en que vivimos, es casi una necesidad fortalecer el cuerpo y el espíritu, especialmente para quien vive en la ciudad, donde las condiciones de vida, a menudo frenéticas, dejan poco espacio al silencio, a la reflexión y al contacto relajante con la naturaleza. Además, en las vacaciones se puede dedicar más tiempo a la oración, a la lectura y a la meditación sobre el sentido profundo de la vida, en el ambiente sereno de la propia familia y de los seres queridos. El tiempo de vacaciones ofrece oportunidades únicas para contemplar el sugestivo espectáculo de la naturaleza, "libro" maravilloso al alcance de todos, grandes y chicos.» (Ángelus. Domingo 17 de julio de 2005.)
Por un lado, nos ofrece una faceta única en la vida de Jesús, nos muestra a ese Jesús cansado, que quiere compartir un momento con los suyos, porque finalmente el descanso sirve para encontrarnos con los demás, pero al mismo tiempo nos presenta a un Jesús pastor que a pesar de su cansancio, de su deseo de convivir con los suyos, se da un tiempo para encontrase con los demás, pues al llegar al otro lado de la orilla: «Vio una numerosa multitud que lo estaba esperando y se compadeció de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.» Esto nos lleva a una segunda consideración en este pasaje y es la importancia de ser pastor, Jesús Pastor que guía y se preocupa por los demás.
Esto nos lleva a considerar como Jesús no desatiende a los suyos y por tanto está dispuesto a ayudarnos, como se da la oportunidad de atender a los demás. De este modo podemos descubrir a Jesús como el pastor, que guía y acompaña al hombre, sin dejarlo nunca. La idea del pastoreo es sin duda algo que en el fondo todos tenemos pues todos somos pastores, por ejemplo en un trabajo el jefe pastorea a los empelados, de ahí que deba tratar a los demás con respeto, sin humillarlos. Los padres de familia son los pastores de sus hijos, de ahí que debe dedicarles un tiempo a ellos, darles consejos y enseñanzas para que conduzcan su vida en el amor y respeto a los demás.
En el caso de Jesús lo descubrimos como el pastor que está atento a las necesidades de sus hermanos, a pesar de estar cansado se da la oportunidad de atender a los demás. Esto nos invita a reflexionar que el buen pastoreo consiste en darse tiempo con los demás. Así, los papás que muchas veces llegan cansados, deberían darle un tiempo a sus hijos, por lo menos para escucharlos, abrazarlos, animarlos, e incluso hacer un pequeño juego de 10 minutos. Sólo así se puede lograr un buen pastoreo.
Con esto se nos invita a reconocer nuestro papel de buenos pastores para con los demás, sin embargo la liturgia parece llevarnos también hacia otra dirección, parece querer ayudarnos a reconocer el pastoreo de Dios en nuestras vidas, reconocer a un Dios que es buen pastor y que nunca nos deja, sino que está al pendiente de nosotros, que a pesar de nuestras dificultades, siempre está atento a lo que requerimos. Así, Jesús se muestra solicito a pesar de lo que desea en ese momentos, pero es sobre todo el texto del Salmo del día de hoy que nos ayuda a entender la importancia del pastoreo de Dios en nuestra vida. Analicemos algunos elementos de este extraordinario Salmo para acercarnos a al Señor, que nos quiere pastorear.
«El Señor es mi pastor, nada me faltará.» Con esta extraordinaria frase inicia el Salmo, marcando precisamente que Dios es aquel que nunca nos deja, Dios es aquel que nunca nos desampara. Sino que somos sus ovejas y nada nos falta, lo que sucede es que a veces nosotros deseamos otras cosas, deseamos otras realidades. Vamos por la vida buscando y anhelando cosas que a veces ni siquiera necesitamos. Sólo porque están de moda, porque son llamativas, porque las tienen todos creemos que son fundamentales en nuestras vidas, sin embargo el Señor nos va dando todo lo que requerimos, si analizáramos sólo un momento descubriríamos que a veces vamos por la vida anhelando cosas pasajeras, cosas sin sentido, que en realidad no requerimos en este preciso instante.
Aunque a veces es cierto que requerimos cosas fundamentales, pero que nosotros con nuestro egoísmo, con nuestra envidia les hemos cerrado el paso, no hemos permitido que fructifiquen, y por ello es importante reiniciar un nuevo camino que permita en nuestras vidas obtener los goces espirituales que si se requieren, pero que nosotros tontamente hemos alejado. Si nosotros cambiásemos un poco ciertamente que obtendríamos eso que buscamos.
Inmediatamente después que nos manifiesta su bondad y su providencia viene de inmediato la imagen del reposo: «En verdes praderas me hace reposar.» Tener a Dios como pastor implica reconocer el reposo, es decir reconocer el impulso que hace experimentar el amor, el dejar que Dios venga a nuestra vida y nos transforme nos repose, nos reanime. Dios viene a nuestras vidas para animarnos, para fortalecernos, Dios quiere que cada uno de nosotros nos dejemos guiar por él, experimentando su amor en nuestras vidas. Dios viene inmediatamente para experimentar el grande amor que tiene por nosotros. Tener a Dios como pastor implica reconocer que somos amados y que nunca nos deja. El problema es cuando no reposamos y creemos que Dios nos abandona, nos deja. De tal manera que hoy somos exhortados a reconocer que Dios es pastor, que nos ama y nunca nos deja por nada. Reposar no es otra cosa que experimentar su amor en nuestra vida.
Si Dios nos ama y nunca nos deja, descubriendo que nos ama y permanece con nosotros, entonces somos invitados a ponernos en marcha, somos invitados a ponernos en camino para alcanzar la misericordia y paz que sólo viene de Dios: «Me conduce hacia aguas de paz.» Dios viene a traer la bendición para aquellos que se dejan guiar por él. Caminar junto con Dios me lleva a encontrarme con Dios, caminar con el Señor me lleva a encontrarme con la paz. Eso implica que el hombre esté lleno se su gracia, de su armonía, capaz de transformar toda su vida, reconociendo que no va solo en medio de la vida, sino que, va lleno de la experiencia de Dios. Si Dios es nuestro pastor implica que no podemos vivir en división, en destrucción, sino que debemos de vivir en armonía en amor, en paz, pero para llegar a este punto es necesario ponerse en marcha, es necesario que el hombre no se encierre en si mismo, sino que descubra que Dios está con ellos. Y después caminar, ponerse en marcha para transformar su vida y la de aquellos que nos rodean, luchando para que la paz sea definitiva, luchar para que la paz, la reconciliación, el perdón vaya haciéndose realidad en nuestra historia.
Si dejamos que Dios nos conduzca, que él nos vaya guiando entonces nos transformará, como lo marca el salmo: «Para reparar mis fuerzas.» La palabra fuerza quiere decir en hebreo 'vida', mostrando que sólo Dios nos da la vida. Eso quiere decir que Dios nos da sentido a nuestra vida, da razón de ser a nuestros pensamientos, a nuestros proyectos y sendas por la vida. Si Dios es nuestro pastor es precisamente por que nos da la vida, nos da sentido a nuestro actuar, nuestro caminar. Y porque repara nuestra vida, repara nuestra manera de ir viviendo vamos dando caminos nuevos, pues nos «cañadas seguras», es decir nos lleva al camino certero que conviene a todo hombre.
Pero el mismo texto da un paso más y nos anuncia algo más profundo y completamente humano: «Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo porque tu vienes conmigo.» Al hablar de las cañadas oscuras, nos remite aquí al valle de la muerte, a la experiencia más infernal que el hombre puede vivir. Con esta expresión nos dice el texto acerca de de las peores experiencias humanas. Por tanto, el salmista nos hace caer en la cuenta de una realidad fundamental, nos hace caer en la cuenta que el hombre vive momentos infernales, la enfermedad, la muerte, la destrucción de los sueños, la traición, los robos, la perdida del amor, el peor de todos nuestros temores; son situaciones infernales, en donde nos sentimos desamparados, solos, vacíos.
Sin embargo, ante ese miedo surge la confianza porque Dios está con nosotros, Dios nos deja, ni desampara. Ahí está Dios nunca nos deja solos implica la experiencia más profunda de fe. Esto quiere decir que Dios no nos deja, sino que está de nuestra parte. Y sabemos que está de nuestro lado porque no nos deja con él no nos falta nada, nos da todo lo que requerimos, para nuestra salvación. Dios no nos deja en ningún momento. Reflexionar en el buen pastor, es reflexionar en que Dios no nos deja ni abandona, nos da el reposo que necesitamos, nos da la paz que nos requerimos en nuestra vida y por tanto, aunque no estamos exentos de los momentos más complejos y difíciles, lo cierto es que Dios no nos deja en ningún momento, nos ayuda a salir adelante y eso quiere decir que podemos seguir aun en los momentos difíciles caminado llenos de fe. Eso quiere decir que los problemas siempre acontecerán pero no por ello estamos solos lo importante es confiar en él
Esta confianza se puede vislumbrar de manera especial con la siguiente frase: «Tu vara y tu cayado me dan seguridad.» Con esto quiere decir que aún en medio de las dificultades Dios pone medios para encontrarnos con él. En primer lugar habla de la vara, la vara representa el instrumento con el cual el pastor va golpeado aquellas ovejas que dejan el camino con el fin de que no se desvíen. A veces en la vida vamos desviándonos, vamos teniendo otros intereses que no nos llevan a la plenitud, por eso es importante que Dios a veces Dios nos de con la vara, para recomponer el camino, de tal manera que a veces alguna situación compleja y difícil en la vida a veces es el momento par detenernos y volver a orientar el camino que muchas veces por nuestro egoísmo o vanidad lo desviamos y olvidamos lo mejor que tenemos en nuestra vida, y que lo hemos descuidado por intereses vanos. El cayado por su parte, representa el bastón del que hablábamos el domingo pasado en donde marcábamos que era el instrumento para golpear en las rocas y guiar a las ovejas con el sonido de ese golpetear. Con esto descubrimos que aún en los momentos difíciles no debemos sentirnos abandonados por Dios pues nos guía, nos da caminos para orientarse en la vida.
Yo creo que este Salmo nos introduce en la esencia del Dios pastor que guía y se hace compañero, con el fin de vivir en medio de su amor. Esto quiere decir que a pesar de las dificultades en la vida no perdamos la fe, tengamos la certeza que Dios nos ama, que él está con nosotros, que no nos deja y va re-orientando nuestras vidas para alcanzar un nuevo horizonte en nuestro ser, pero sobre todo abriendo nuestros oídos y descubrir su voz que indica que nunca nos abandona, nunca nos deja y va orientándonos aún en medio de la noche más infernal. Que la meditación de este Salmo nos ayude a cada uno de nosotros a orientar nuestras vidas y a crecentar nuestra fe y experiencia de amos de Dios en nosotros.

1 comentario:

  1. PADRE:alguna vez pensé¡qué hermoso sería tener este Salmo al morir! pero, después de la reflexión que hoy nos da Usted,pienso: ¡qué oportunidad bendita tenemos EN VIDA,para acrecentar nuestra FE, releyendo y meditando este Salmo! GRACIAS

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