24/7/10

Padrenuestro: Entre la oración y la vida

Meditación con notivo del XVII Domingo Ordinario
Ciclo /C/

Textos:
Génesis 18,20-32
Colosenses 2,12-14
San Lucas 11,1-13

El Creyente debe de estar continuamente en relación con su creador, debe estar en contacto constantemente con él. Y el medio más eficaz es precisamente el de la oración, pues por medio de ella el hombre se comunica con Dios, habla con el Señor. Hay que entender que la oración no es otra cosa sino precisamente un diálogo con Dios, si bien existen diversos subsidios para hacer oración, también es cierto que son sólo una ayuda para dialogar con Dios, pues finalmente la verdadera oración no es otra cosa sino hablar con nuestras propias palabras con Dios. Esta oración debe de ser llena de confianza, y no se debe limitar sólo a pedir, sino también a interceder o agradecer.
Lo cierto es que Dios siempre está atento a nuestras palabras, así lo demuestra la primera lectura de hoy, cuando Abraham eleva su oración a favor del pueblo de Sodoma y Gomorra, apelando a la misericordia de Dios, y vemos como Dios está atento a las palabras de Abraham, y vemos como Abraham da un sentido de la misericordia de Dios. Vemos como intercede ante Dios, para que se salve el pueblo, sin embargo llega hasta los diez justos, esto podría parecer una sorpresa puesto que implica que hay un límite para la salvación, sin embrago no es así, si Abraham se detienen en el diez, se debe a su fuerte carga simbólica, pues el diez en la Biblia representa todo lo posible, en otras palabras, diez justos significa todos los justos posibles. Con estos e ve que Dios escucha y está atento a las necesidades del hombre.
Sin embrago la oración no puede detenerse simplemente es el diálogo, sino que se debe de vivir y esto lo podemos ver claramente en el texto del evangelio en donde Jesús enseña a orar con la oración del Padre Nuestro. Esta oración nos enseña no sólo como dirigirnos hacia el Padre, sino sobre todo el camino espiritual que el hombre debe de vivir, un camino que se hace oración, pues cada vez que se recita esta oración, implica un recordatorio sobre las pautas ¡necesarias que todo hombree debe vivir. EL padre nuestro por lo tanto no es sólo para repetirse, sino para vivirse, en sí mismo presenta un itinerario espiritual para todo cristiano. Será conveniente que meditemos en las palabras de este texto que se nos presenta hoy en la versión de san Lucas y reconozcamos cual es el camino espiritual que todo cristiano debe seguir, y que esta oración nos recuerda.
Esta oración comienza dirigiéndose a Dios y llamándole «Padre», esto es muy importante pues al llamarle Padre indica que lo reconocemos como creador de la vida, fuente de vida. Dios es Padre porque nos ha llamado a la vida, nos mantiene en la existencia. Pero también Padre nos recuerda la protección, Dios es Padre pues nos protege, está atento cada uno de nosotros, nos cuida y nos custodia. Le llamamos Padre pues formamos parte de su familia, todos somos sus hijos, y ello implica que Dios es generador de familia, de lazos de fraternidad. De este modo la oración de entrada, nos invita a reconocer a Dios como origen de vida, protector y generador de familia, en una palabra, es Padre.
Ya que lo reconocemos como Padre nuestra primera súplica es sencilla: «Santificado sea tu nombre.» Pero qué quiere decir esto, pues muchas veces nosotros pensamos que para santificar el nombre de Dios basta que digamos que es santo, pero eso no es así, Dios es Santo y no lo santificamos diciendo cosas bellas acerca de él. Esta parte de la oración es mucho más profunda es una petición, no una declaración. No es que con el Padre Nuestro demos santidad al nombre de Dios. ¡No! Esta es una petición que nos recuerda nuestro compromiso de cara a Dios. Santificar el nombre de Dios se refiere a nuestro estilo de vida. Que nuestro testimonio sea de tal manera que los demás santifiquen el nombre de Dios. Qué con nuestra vida los demás se cuestionen por qué amamos, perdonamos, somos veraces. Santificar su nombre es dar testimonio para que los demás hablen bien de Dios, no basta simplemente con decir que creemos en Dios, sino que debemos demostrarlo, debemos mostrar al mundo con nuestra vida nuestra fe, y eso provocará entonces la transformación de los demás, pues nuestro testimonio hará que otros crean realmente en Dios. De este modo, cada vez que recitamos esta oración deberíamos de reflexionar hasta qué punto doy testimonio de la experiencia de Dios en mi vida.
Si nosotros damos testimonio de Dios podemos dar otro paso, y podemos hacer que Dios reine en medio de nosotros: «Venga a nosotros tu Reino», es lo que suplicamos a Dios. El mismo Jesús ya ha anunciado que el Reino de Dios se ha hecho presente en medio de nosotros, sin embargo para que esto se haga realidad es necesario que nuestra vida cambie y que se haga vivo el mensaje del evangelio. Para lograr esto implica que Jesús se convierta en el Rey de nuestra vida, dejemos que sea él y los criterios del evangelio los que nos guíen y nos conduzcan en medio de nuestra vida. Que no permitamos que la moda, la vanidad, el dinero, el poder se conviertan en reyes de nuestra vida, en los criterios ordenadores de la Realidad, sino que se Dios quien rija nuestra vida e ilumine nuestro actuar en medio de la historia. Pedirle que venga su Reino, implica pedir que nuestra vida lo tenga como Rey, como único criterio de nuestra vida, que sea él quien ilumine nuestras actividades y nuestras empresas, sólo él, sólo Dios. Que seamos capaces de desterrar todo aquello que no da la verdadera felicidad en nuestra vida.
«Danos hoy el Pan de cada día.» Con esta petición oramos para que Dios nos conceda lo necesario para cada día, pero no sólo en lo material, sino en todos los niveles. Los mismos judíos llaman pan a la Ley, puesto que es importante para su vida. De este modo el pan si bien se refiere a lo material, lo que se necesita materialmente hablando para subsistir en la vida. Puesto que a veces no encontramos tranquilidad en nuestra vida es necesario el pan de la paz, cuando estamos rodeados de mentiras requerimos el pan de la verdad, cuando estamos llenos de corrupciones, necesitamos el pan de la honestidad, cuando el mundo está lleno de injusticias y desigualdades, se requiere el pan de la justicia, cuando el hombre es esclavo de una droga u otra situación requerimos el pan de la libertad, cuando la tristeza ha invadido nuestro corazón necesitamos el pan de la felicidad. De ahí que siempre requerimos un pan para sobrevivir, para subsistir, cada día es necesario ese pan para seguir adelante por el camino de la vida. Recitamos eso para que Dios nos de ese Pan que vamos necesitando en cada momento de nuestra vida.
Unido al pan que se requiere cada día, debemos reconocer que somos pecadores, que fallamos en nuestra vida y por lo tanto requerimos su perdón: «Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden.» Esta oración pide el perdón. Pero es interesante ver que este perdón va en dos dimensiones, pues se habla del perdón que pedimos a Dios, pero esto debe descender al perdón que debemos dar a los demás. Son dos caras de una misma realidad. En primer lugar pedimos la gracia de ser perdonados, pedimos que Dios en su gran amor de su perdón a nuestra vida, que está llena de faltas. Pero ese perdón es para compartirse para darse a los demás. Dios nos perdona y nosotros debemos perdonar, lo interesante es que primero debemos recibir el perdón de Dios, debemos sentirnos perdonados, y una vez que hemos recibido esa gracia entonces sí, podemos perdonar. Esto debe de ser así, pues sólo es posible perdonar cuando nosotros experimentamos el perdón de Dios, cuando nosotros sabemos que Dios está en nuestras vidas. Si sentimos ese perdón, entonces podeos compartir esa gracia que hemos recibido, la damos a los demás. No es que el perdón surja de nuestro limitado corazón, sino que viene de la acción de Dios. Si yo veo como Dios me ama y me perdona, y me maravillo, entonces porque no hacer sentir al otro ese perdón, entonces con el tiempo puedo compartir esa gracia y darle un signo de amor a los demás. Vivo el perdón, para hacerlo vivir a los demás.
Finalmente en la versión de san Lucas termina esta oración con la última petición: «No nos dejes caer en tentación.» La palabra tentación que en griego se dice “peirasmos” remite a un vocablo que se llegaba a utilizar en el ámbito comercial cuando se compraban telas, pues al hacer la compra era importante darles un tirón para comprobar si eran fuertes, si se rompían indicaba que eran de baja calidad y por lo tanto no lo compraban. Utilizando esa idea podemos decir que pedir en la oración pedimos que cauno llegue el momento de la prueba no nos rasguemos, no nos rompamos e inclinemos nuestros pasos al mal, o bien hagamos cosas de las cuales nos podemos arrepentir. No nos dejes caer en la tentación, que no desgarremos nuestra vida ante las dificultades que se nos presentan, ante las situaciones complicadas, ante la inclinación al mal.
De esta manera el Padre Nuestro se convierte en un camino espiritual para acercarnos a Dios y vivir desde la dinámica de la santidad, reconociéndolo como Padre y viendo nuestra responsabilidad de cara la mundo, dejando que reine en nuestra vida, nuestra familia, y reconociendo que él da lo necesario para la vida, que da su perdón que se vuelve en fuerza reconciliadora para todos y que finalmente nos recuerda que hay tentación pero que podemos salir adelante en medio del mundo.

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