18/7/10

Ser Hospitalarios

Meditación con motivo del XVI Domingo ordinario
Ciclo /C/


Textos:
Génesis 18,1-10
Colosenses 1,24-28
San Lucas 10,38-42

Una de las características fundamentales del pueblo Israelita y de las culturas circundantes es el de la hospitalidad. Era muy común en aquellos tiempos la idea de ser hospitalario y de recibir a los forasteros en la casa. Podemos recordar incluso aquel pasaje del libro del Génesis en el capítulo 19 donde se habla de la destrucción de Sodoma y Gomorra, y en el fondo su pecado es justamente la falta de hospitalidad , pues cuando llegan los tres hombres quieren abusar de ellos en lugar de recibirlos bien. Esta idea de la hospitalidad era común pues se creía que las divinidades bajaban de vez en cuando y caminaban entre los hombres, de ahí que al hospedar a un forastero incluía la idea de que fiera un ser sobrenatural.
La primera lectura del día de hoy, nos presenta el gesto de Abraham de hospitalidad que hace al ver a estos forasteros que aparecen en frente de él. Podemos ver la descripción del autor sagrado para descubrirnos precisamente el valor e importancia que tiene este gesto.
Al final podemos ver que hay una promesa de parte de estos visitantes: «Volveré a verte sin falta en el año entrante, y para ese entonces Sara habrá tenido un hijo.» Estas palabras están cargadas de un gran significado pues la historia de Abraham comienza precisamente con esa promesa. Él era un hombre que no tenía descendencia pues su esposa era estéril, y al no tener descendencia era considerado como maldito, pues no tenía una proyección de futuro. Pero un día Dios le hace la promesa de una descendencia enorme, y que tendría un hijo, pero nunca le había dicho cuando, ni en donde, pero ahora aparece una promesa bien concreta en donde se le señala una fecha exacta: “el próximo año.”
Pero ¿Por qué aparece esta promesa en este episodio? Sin lugar a dudas nos enseña el valor de la hospitalidad, la promesa del hijo, la promesa de la vida surge después de una actitud de hospitalidad, y esto quiere decir precisamente que el ser hospitalario da como consecuencia la vida, el ser fecundo. El ser hospitalario, el acoger a los demás es un signo de vida, me hace ser fecundo en mi vida, así como hace fecunda la vida de Abraham y le promete un hijo.
Esto debe servirnos a cada uno de nosotros para ser hospitalarios y recibir a los demás en nuestra vida. No sólo en el sentido de recibirlos en la casa, sino de acogerlos en e nuestra vida, dando tiempo a los demás. Pero para ser hospitalarios debemos reconocer que hay una actitud fundamental que la tiene Abraham, pero se puede apreciar con mayor claridad en el texto del evangelio de hoy.
El evangelio nos presenta esta escena en donde Jesús recibe la hospitalidad de dos mujeres: Marta y María. Pero con dos actitudes totalmente distintas, mientras que María se sienta y escucha a Jesús Marta está en un completo movimiento haciendo cantidad de cosas. Al final termina enojándose y diciendo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo?» Quiere que María le ayude, pero Jesús desenmascara la situación, pues no es que María esté de ociosa y no quiera hacer nada: «Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada.»
Pero, ¿por qué María escogió la mejor parte? ¿En qué consiste esa ‘mejor parte’? La clave para captar esta expresión está más arriba, está al entender la actividad de Marta, pues el texto nos dice que: «Se afanaba en diversos quehaceres.» Esta expresión: “afanarse” se refiere al quehacer desmedido, en el hacer por hacer, en la actividad sin ningún sentido. Marta cree que es necesario hacer cosas, pero sólo por hacer, no hay un sentido profundo, ni un sentido de amor en su actividad, sólo lo hace porque cree que debe hacerlo. En cambio María decidió hacer sólo una osa, escuchar a Jesús y lo hizo por amor. No es que María dijese “ya llegó Jesús pues ni modo hay que escucharlo”, a contrario llena de amor se sentó para escucharlo, en cambio Marta se puso a hacer quehaceres sin hacerlo por amor, quiso hacer todo, pero porque se sintió obligada pero no por amor.
Si Marta lo hiciese por amor también hubiera escogido la mejor parte, así como lo hizo María, o como lo hizo Abraham, pues recibió a estos hombres con amor, con espíritu de servicio y de donación.
Cuántas veces nosotros somos así, y no hospedamos a los demás en nuestro corazón, pues sólo hacemos las cosas porque no nos queda de otra. Los papás ven a sus hijos pero no les dedican tiempo, sólo lo mínimo pues lo ven como obligación, o no se dan la oportunidad de escucharlos. O bien los hijos sólo les dan por su lado a los papás pero no los escuchan, no están con ellos, sólo lo hacen porque deben hacerlos. Lo mejor es hacer las cosas con amor, si debo hacer ciertas cosas es mejor poner buena cara y hacerlo lo mejor posible, haciéndolo con amor.
Esa es la clave para ser hospitalario con los demás, ser como María y como Abraham, que ha escogido la mejor parte, pues han hecho todo desde la dimensión del amor, y la donación, no lo hacen obligados, sino que lo hacen por amor, por ayudar, por demostrar que hay una amor actitud de amar y no sólo de obligación. Esto es el sentido de acoger al oro en nuestro corazón.

1 comentario:

  1. PADRE ¡QUÉ HERMOSO! ¡ESTOY A LA PUERTA Y LLAMO...
    ¡CENARÁ CONMIGO Y YO CON ÉL...!

    ¡QUÉ BELLO!

    DIOS MISERICORDIOSO ME PERMITA SER DIGNA...

    ¡INSISTIRÉ, INSISTIRÉ, INSISTIRÉ! (Y como aquél juez, me atenderá, si no por querer, sí por mi insistencia... ASÍ LO CREO COMO NOS ENSEÑAN LAS SAGRADAS ESCRITURAS)

    DIOS NUESTRO SEÑOR¡ÉL SIEMPRE NOS ESCUCHA!

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