22/5/11

Pascua: Camino de servicio

Meditación con motivo del Domingo de la V Semana de Pascua
Ciclo /A/

Textos:
Hechos 6,1-7
1San Pedro 2,4-9
San Juan 14,1-12

La pascua es un tiempo que nos invita a celebrar el acontecimiento de la resurrección, pero que no se limita simplemente a celebrarla como un mero recuerdo, sino que, es la invitación a profundizar en la pascua y hacer de nuestras vidas un acontecimiento pascual. Por esta razón, la pascua debe de ser un acontecimiento dinámico en nuestra vida, no sólo algo meramente celebrativo, no es simplemente celebrar, por celebrar, sino dejar que esta celebración toque nuestra vida y nos renueve profundamente, podemos decir incluso que nos convierta en hombre y mujeres de pascua, ser pascuales, ser signos de la resurrección en medio de la historia, sólo así el hombre puede efectivamente celebrar este acontecimiento.
Introducirse en el acontecimiento pascual implica reconocer que la vida cristiana no es algo meramente estático, no es sólo actos puntuales, no es sólo una actividad o una palabra. Porque ¿Qué cosas puede testimoniar ir misa y ya? ¿O simplemente hacer una oración? ¿O decir que somos católicos? Nada, sólo se queda como una mera explicación, o una mera expresión externa, pero no anuncia ni transforma la vida del hombre. Tener fe, y por tanto, celebrar la pascua que es el cimento de la fe significa ponerse en camino. La vida de fe implica un esfuerzo, implica caminar, esforzarse por irse transformando en la vida, la vida de fe no es sólo sentarse o hincarse, es ponerse en marcha, es ponerse en el camino: caminar implica el ir avanzando en medio de la historia, el ir avanzando en medio de las dificultades de la vida, caminar es el ir avanzando en la propuesta de fe, el avanzar en el cambio de vida. Nos e puede ser el mismo y decir que tiene fe, es necesario ponerse en marcha, irse liberando de las ataduras, es ir venciendo ciertos sentimientos, ciertas comportamientos.
Podemos decir que la vida cristiana, y por tanto, la pascua implica hacer camino, pues el camino es la figura central del cristiano, el ponerse en marcha. Precisamente por ello, el mismo Jesús hoy se presenta a sí mismo como el camino, dice el texto del evangelio: «Yo soy el camino, la verdad y la vida.» Y la primera imagen remite a esa idea del camino, si Jesús se define como camino quiere decir que seguirlo, que tener fe en él, que buscarlo, en el fondo es buscar un camino, es ponerse en marcha. No dice Jesús, “Yo soy la silla, o soy un reclinatorio”, dice que él es “el camino”, y por tanto es una imagen de movimiento, de esfuerzo. La fe por tanto no se limita a estar sentado o rezando, no es algo estático, no es algo paralizado, es una realidad en movimiento.
Y curiosamente dice “Soy el camino”, no dice “Soy un camino”, como si existieran diversos caminos y él fuese un camino más. Dice que él es el camino, por tanto es el único camino, no se aceptan más caminos, no se aceptan más propuestas. El hombre que vive su fe, no puede ir recorriendo diversas vías, no puede estar viendo cuál es la que más le conviene, la única manera de vivir la fe es caminado por el único sendero que es Cristo, y ello implica caminar desde la perspectiva de Cristo, desde los parámetros del evangelio. Pues se puede andar desde la política, desde los intereses, desde una mera religiosidad, pero si no es desde Cristo y su evangelio entonces no es la verdadera fe. Sólo hay un camino, y ese es Cristo, y ello implica caminar, ir avanzado desde la perspectiva de la fe, transformándose.
Si la fe es un caminar, es un estar en continuo movimiento y ante ello podría surgir la pregunta: ¿Cómo ir avanzando en este camino? ¿Qué signo puede ser presencia de la resurrección delante de los hombres? Si bien es cambio de vida ¿Cómo empezar a hacer visible ese cambio de vida? Y me parece que sobre todo la primera lectura y un elemento de la segunda nos dan la respuesta a ello.
La primera lectura nos presenta el episodio de la elección de los diáconos, un acontecimiento importante en la antigua comunidad. Este texto se encuentra en un contexto de polémica la comunidad va creciendo y no es bien atendida, y sobre todo porque dentro de la comunidad se están diferenciando dos grupos bien delineados, por un lado está la comunidad de judíos que se ha convertido al cristianismo, y por otro encontramos al grupo de paganos, lo helenos, que también se han convertido. Son dos grupos bien delineados desde sus características, y con sus propias realidades, y esto provoca una cierta tensión entre ambos grupos y ha hecho que desemboque en una mejor atención hacia los judíos, que hacia los paganos.
Por esta razón las cosas se deben de resolver y por ello deben escogerse a un grupo de diáconos que hagan los servicios necesarios en la comunidad. Y podemos ver ya desde esto un claro simbolismo, pues se escogen siete diáconos. El siete, parece hacer una alusión al número 70 que según las tradiciones antiguas es el número de naciones ajenas al pueblo de Israel. Se creía que fuera de Israel había setenta naciones extrajeras. Por tanto estos diáconos son siete porque son los que debe atender a aquellos que son paganos, a aquellos que son extranjeros. Quiere decir que en la comunidad se han designado un grupo específico que atienda las necesidades de este grupo determinado.
Pero detengámonos en el significado de la palabra diacono. Diacono quiere decir en griego servidor, aquel que hace un servicio determinado en la comunidad. En el fondo se están eligiendo gente que sea servidora dentro de la Iglesia, que presten un servicio. Si bien el texto nos presenta una realidad específica de la primitiva comunidad, también es cierto que nos marca una realidad espiritual de la comunidad, y es que ante las necesidades de la comunidad se necesitan servidores, pues finalmente, sólo se puede llevar a cabo una buena labor en la comunidad en la medida en la que hay un servicio autentico, en la medida en la que se es diácono.
Si bien hemos dicho que el creyente está llamado a caminar y caminar sobre el verdadero camino que es Cristo, este camino se debe hacer desde la diaconía, se debe de hacer a partir del servicio, pues el servicio es precisamente un signo de testimonio en medio del mundo. El servicio es un signo que anuncia la pascua y la verdadera fe en medio de la historia.
Pero ¿Cómo es posible llevar a cabo ese servicio? Me parece que las características que los diáconos deben tener, según el texto de Hechos de los apóstoles, son al mismo tiempo las características que debe tener el verdadero servicio. Detengámonos un momento a analizar estos elementos.
El texto dice que estos hombres deben de ser: «Hombres de buena fama, llenos de Espíritu Santo y de sabiduría.» En primer lugar, se habla de buena fama. Es importante tener buena fama para poder dar un servicio, y la fama no sólo como hoy la entendemos, sino que en aquel tiempo se refiere al honor, tener buena fama, implica que es una persona con honor, una persona que es digna de respeto, que su palabra es fiable. Por tanto, para hacer un buen servicio implica sobre todo ser capaz de hacerlas cosas con buena fama, es decir, sin doble interés, sin doblez, sin dobles intenciones. Pues un autentico servicio sólo tiene una dirección y es ayudar a los demás. Pero cuando el servicio se hace para ganar un beneficio, para recibir una recompensa, para quedar bien a los ojos de los demás, entonces no es realmente un servicio a la comunidad, es un “autoservicio”, pues solamente se está sirviendo uno a sí mismo, no a los demás, el fin último del servicio soy yo mismo, pero no la comunidad. Servir implica ver a favor del otro, dar un beneficio a favor de los demás, sin buscar la vanagloria o la popularidad, pues cuando uno cree que esto debe venir como consecuencia, entonces todo pierde su sentido, pues ya no está de por medio la comunidad, sino yo mismo.
En segundo lugar se dice que deben estar llenos de espíritu santo. La hablar de la expresión espíritu santo, refiere a la intervención de Dios en la historia, Dios que entra para transformar las cosas y hacerlas distintas y lograr la salvación. Por tanto, si estos hombres debe de estar llenos de espíritu santo, implica que están llenos de la presencia de Dios, y por tanto de su salvación, son aquellos que efectivamente han acogido la salvación de Idos, y todo lo que hagan lo harán en miras a la salvación de la comunidad, pues todo lo ven desde las categorías de salvación.
Por tanto, no basta tener buena fama, hacer las cosas con una intención, sino que esa intención debe de ser la salvación. Servir dentro de la comunidad cristiana implica ser canal de salvación entre los hombres, implica permitir que la acción de Dios fluya entre los hombres, que su servicio sea para salvarlos. Esto nos hace dar un paso más con respecto a la primera característica, pues no es sólo hacerlo con la intención de ayudar a la comunidad, sino con la intención de salvarlos, de acercarlos a Dios. Servir se debe convertir en un signo donde lo que yo haga sirva para que esa persona se salve, es decir sea capaz de encontrase con Dios. La pregunta sería si con mis actitudes, con mis actividades, con mi servicio, soy capaz de que el otro se salve, de que el otro se tope con Dios. Porque a lo mejor puedo ayudar a alguien pero puede ser que, las cosas que yo le digo o hago no sirvan para su salvación. A lo mejor con mi servicio, veo por el bien de la persona, pero tal vez sea un mal consejo, sea una acción deshonesta, y ello implica que no es cercanía con Dios. Servir implica salvar, acercar a Dios.
Finalmente la tercera característica nos dice que deben de ser sabios, deben estar llenos de sabiduría. La sabiduría como característica se refiere dentro de la Escritura a la capacidad de discernir las cosas, a la capacidad de saber tomar bien las decisiones, saber vivir del mejor modo en la vida. Ser diacono implica esta sabiduría, la capacidad de saber vivir y por tanto de saber tomar las decisiones adecuadas. No basta con servir, con hacer las cosas y dar un signo de salvación, sino que hay que saber hacer bien las cosas, de la mejor manera. El servicio por tanto debe llevar un ejercicio de meditación en ciertos casos. Servir implica pensar bien como hacer las cosas, no vale la pena hacer las cosas, nada más porque debemos hacerlas, sino hacerlas lo mejor posible para que ayude en la vida, sólo así se da el sentido del servicio.
Esto nos invita a ver, que el cristiano debe ser un hombre en camino, y ello implica ser servicial, un servicio sin doblez intenciones, un servicio que acerque a Dios, un servicio que se debe hacer lo mejor posible. Sólo así se da un auténtico testimonio en el mundo. Pero también hay otro signo de la vida de servicio, y que parece intuir esa idea el texto de la segunda lectura cuando dice: «Al acercarse a él, la piedra viva, rechazada por los hombres pero elegida y preciosa a los ojos de Dios…» Nos habla de un servicio que se hace en comunidad a imitación de Cristo, pero un Cristo que ha sido rechazado. Y es que el auténtico servicio en el mundo es rechazado, pues el mundo busca su beneficio, el mundo busca “servir” para sacar alguna conveniencia, un servicio que no tiene por intención salvar, y mucho menos acercar a Dios, incluso un servicio por mero compromiso, pero no para llevarlo a cabo del mejor modo posible. Por ello, ser verdadero diácono, ser verdadero servidor implica ese rechazo en el mundo.
Celebrar la pascua es ponerse en el camino que es Cristo, y ello implica esforzarse por ser mejor y dar testimonio del evangelio en medio del mundo, y uno de esos signos es el servicio que haciéndolo de la mejor manera, con buena fama, espíritu santo y sabiduría dan un verdadero sentido a la vida Cristiana y se vuelve testimonio de la resurrección.

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