29/5/11

«No los dejaré huérfanos...»

Domingo de la VI de Pascua
Ciclo /A/

Textos:
Hechos 8,5-8.14-17
1San Pedro 3,15-18
San Juan 14,15-21

El evangelio del día de hoy nos presenta una frase de Jesús que envuelve el sentido de la vida humana y al mismo tiempo y le da un sentido desde la fe misma: «No los dejaré huérfanos, volveré a ustedes.» Ser huérfano es una experiencia que, de alguna manera, hemos experimentado todos. Hay quien se siente huérfano porque ha perdido a su padres, pero también porque ha perdido un maestro, porque ha abandonado un partido, porque ha dejado su iglesia para abrazar otra o simplemente para seguir solo su camino, quien se ha visto alejado de un amigo por mucho tiempo, quien ha sido abandonado por un ser querido. De alguna manera el hombre se encuentra sólo, se siente desamparado en algún momento de su vida.
También los discípulos de Jesús experimentarán desgarradoramente el desamparo cuando el Maestro les sea arrebatado de su lado. Sentirán esa orfandad cuando se a llevado a la cruz, e incluso después de que sube a los cielos. Por eso él quiere prepararlos, mostrándoles la honda realidad de su presencia y el modo de garantizarla y es que les promete la presencia del Espíritu de la verdad, el Espíritu Santo.
De alguna manera, Jesús quiere dar a conocer a los discípulos que aunque experimentarán esta orfandad, necesitarán su presencia, deben estar seguros que no están solos por la vida, sino que el Espíritu está con ellos. La palabra Paráclito, que usa Jesús quiere decir abogado, aquel que defiende al acusado delante de los jueces, por tanto, quiere decir que el Espíritu Santo dará la fuerza delante de la vida, delante de la desilusión, delante de la soledad, par que siguán adelante, para que no se desanimen, para que no sientan que su vida no tienen sentido.
El Espíritu Santo, es el Paráclito, es el abogado, es quien nos da la fuerza para enfrentar las adversidades que golpean nuestro débil corazón. Es cierto que la orfandad se experimenta de diversas formas en la vida, pero también es cierto que está la presencia del Espíritu que me ayuda a superarla, con su fuerza para descubrir que no estoy solo. Desde luego que el Espíritu no va a dar las cosas como yo quisiera, sino que me da la capacidad de ver las situaciones desde una nueva óptica, desde la mirada del reino, desde la mirada de Dios y así ser capaz de vencer las adversidades.
Es cierto que la orfandad llega, pero también es cierto que llega la presencia del Paráclito, del Espíritu que ilumina y me ayuda a entender la vida desde la fe, y ser capaz de experimentar el apoyo que Dios da y que ad sentido a la historia.
De este modo los textos nos hacen poner la mirada hacia Pentecostés, con la seguridad de que ese Espíritu esta presente y que debemos dejar que entre en nuestras vidas, sólo así dejaremos que nuestra historia se renueve y tenga sentido nuestra experiencia de fe, delante de Dios y de los hombres, ante las situaciones en donde vivimos en la soledad, pero que en realidad la presencia de Dios siempre es cercana.

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