29/1/12

«Habla como quien tiene autoridad...»

Meditación para el IV domingo de tiempo ordinario
Ciclo /B/

Textos:
Deuteronomio 18,15-20
1 Corintios 7,32-35
San Marcos 1,21-28

Uno de los grandes problemas del mundo actual es que no se encuentran con diversas figuras de autoridad en la vida. Constantemente surgen hombres que pretenden dar esperanza a la humanidad, a un pueblo, a una sociedad especifica y sin embargo se puede constatar que a pesar de todo no encuentran cabida en ese grupo, pues sus palabras no forman una autoridad plena en su existencia. De manera gradual la sociedad se desilusiona de esa persona,, ya no lo siguen, pareciera que se ha perdido toda esperanza para seguir adelante en su caminar.
Por otro lado, los medios de comunicación pareciera que hoy día son autoridad por sus informes, sus modas, sus propuestas y críticas de cara al mundo. Todos estos medios ofrecen medios para que el hombre encuentre la felicidad, su estabilidad, su comodidad, su estética. Perol en la medida en la que estos medios van propugnando por sus propuestas, también el hombre se topa con sus desilusiones y ve que esos paraísos que prometían los medios de comunicación son mera fantasía, lejana totalmente de la realidad.
Además dentro de la misma familia parece ser que también se pierde la figura de autoridad, pues los padres ya no son esas figuras de autoridad que eran antes. Los hijos se desilusionan constantemente de sus padres, y en el peor de los casos buscan otra figura de autoridad que por lo general los aparta de un buen camino e incluso los puede llevar a su perdición.
Sobre el tema de la autoridad nos habla el texto del evangelio del día de hoy. San Macos ha iniciado en el evangelio, el ministerio de Jesús, llamando a sus primeros discípulos y exhortándolos a la conversión, como lo contemplábamos la semana pasada. Ahora da un paso más, Jesús entra a la sinagoga, y ahí se le reconocerá que él habla con autoridad: «Quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.» ¿Pero en dónde está la autoridad de Jesús? ¿Cómo se nota su autoridad? El mismo texto nos lo desarrollará.
La sinagoga es el lugar donde la comunidad se reúne para la escucha de la Palabra, lugar de encuentro con Dios, con la enseñanza. Sin embargo ahí se encuentra un hombre con un espíritu inmundo. Esto es contradictorio ¿Por qué existe un hombre así en una institución donde debe de estar el espíritu de Dios? ¿Quién lo ha hecho inmundo?
Expliquemos primeramente que al decir inmundo la escritura refiere a los que no viven la justicia con el forastero, el que falla en la caridad con la viuda o el huérfano, la resistencia a vivir la fidelidad; El que es puro es el que vive en el amor. Impureza es la incapacidad para relacionarse con Dios y este hombre está en la sinagoga, a pesar de la escucha de la Palabra, de las practicas purificatorias, no logra comunicarse con Dios. Con esto San Marcos nos coloca a Jesús que quiere llevar por el buen camino al hombre, hacia su plenitud, pero para ello debe de purificar las estructuras que lejos de acercar a Dios y a los hermanos, le alejan. Se puede entrever una seria denuncia a la institución religiosa que aleja de Dios, en lugar de acercarlo.
Pero demos un pasó más, Jesús ve a este hombre que está dentro de la sinagoga y lo libera. No se pone a culpara a nadie, ni a regañar los miembros de esa comunidad, no ordena para que hagan algo; sino que él se pone en marcha y pone por obra la liberación de este hombre. Él toma su lugar y actúa, lo que este hombre vive es terrible, está endemoniado, está lejos de Dios, lejos de sus ideales, de sus sueños y proyectos, y ante eso debe de actuar.
Y esta actitud de Jesús es lo que le viene a dar la autoridad, no los discursos extraordinarios, sino la fuerza de su actuar, la fuerza de liberación con el hombre mismo. Lo primero que hace Jesús es liberar al hombre. No se queda con palabrerías, no se queda acusando a otros, no se queda mandando haber si alguien hace algo. Él toma las riendas de la situación y actúa. La autoridad por tanto no parte de la elocuencia, de la publicidad, de la ventas, de un dominio sobre los demás. La autoridad parte de la actuación a favor del otro, a favor de la liberación, sin dañar ni perjudicar a nadie, sino que libera al otro reconociendo quien es él, y de lo que se puede hacer.
Ahora podríamos distinguir entre autoridad y autoritarismo, y con ello, la diferencia entre guía y jefe.
Al hablar de Autoritarismo, nos remitimos al acto simple de dar ordenes, de mandar, de señalar con el dedo o chasquear los dedos para que se cumpa una orden. Ello implica que no se tome en cuenta lo que piensa, lo que vive, lo que el otro pueda aportar. Tenemos así la figura de un jefe, de un dictador, pero no de una auténtica figura de autoridad. Y no es figura de autoridad, porque en cuanto esté al alcance de la mano se puede uno revelar, destruirle, acabarle, sin ningún sentimiento de culpa.
Si remitimos a un guía, implica a alguien que está al frente de otros, pero si bien va guiando al los demás, él mismo los va acompañado. Un líder es el que conoce las necesidades de los demás, toma en cuenta lo que los demás propone. No exige, sino que camina con el otro; no impone, sino que consensa. Si bien está al frente de un proyecto, no se queda sentado esperando que le hagan todo, sino que se involucra y anima a seguir a todos adelante.
Y este es Jesús el guía, el que tiene autoridad, porque se involucra en medio de la necesidad del hombre. No se queda al margen sino que va y hace camino con los demás. Se acerca al mal del hombre y lo libera, no busca culpables, no lo ve desde su escritorio, sino que actúa profundamente con él. Por tanto para ser autoridad hay que acercase al otro, caminar con él, y así unos e vuelve valioso, no por un puesto, sino por lo que uno es con el otro.
Si el mundo se ha desilusionado porque no hay autoridad es porque a veces la política ha palabras huecas que pronuncian vanas promesas, que con elocuentes palabras ocultan ambiciones personales-. Si la publicidad no tiene autoridad es porque no se dice la verdad de las cosas, pues son anuncios que sólo seducen, pero que no transforman con lo que anuncian. Los medios de comunicación están llenos de palabrerías, pero dicen poco tergiversándolo todo. Pareciera que se pierde su autoridad. Lo que se necesita es caminar con el otro, no engañar, no prometer en vano sino apoyarse mutuamente, ayudando ahí donde está el espíritu inmundo, para que de verdad se aleje, para que de verdad nos transformemos, alejando la soledad, la incomprensión, la desorientación, las modas, las burlas. Ese es la autoridad que se necesita, el hacerse ¡cercano al otro, y quitar todo aquello que le impide seguir siendo libre, que le de su dignidad.
Que el coordinador, no se limite a ordenar en el grupo, sino que escuche, que complemente, que ayude y se involucre. Que jefe de una oficina, no se quede pensando que todos deben hacer su labor, sino que los conozca un poco para que así todos hagan bien esa labor. Eso da la auténtica autoridad, pues nos preocupamos de erradicar lo inmundo, lo que no nos hace humanos y distancia de Dios
Cuantos papás han perdido la autoridad porque sólo mandan, o dan cosas. Pero no actúan en el mal de sus hijos, es decir no los atienden cuando se sienten solos, cuando se sienten incomprendidos, cuando se frustran en l a escuela. Los niños necesitan de sus padres y no sólo para mantenerlos, sino para que los escuchen, los comprendan, los conozcan, jueguen con ellos. Si esto se hiciera cuanta autoridad habría entre los padres de familia, como no sólo mandarían, sino que caminarían y se involucrarían en la vida de sus hijos. La autoridad por tanto se gana en la medida en la que uno se hace compañero de camino y agente distante, se hace guía y no dictador.
Pidamos a la luz de este pasaje evangélico que seamos más sensibles, para dar a conocer a Jesús y la auténtica autoridad que transformará al hombre.

1 comentario:

  1. ¡QUÉ HERMOSA HOMILÍA! DE LAS MEJORES QUE YO HE TENIDO LA FORTUNA DE ESCUCHAR.
    ¡LLENA DE VERDAD! ESCRITA POR QUIEN TIENE AUTORIDAD.
    ¡GRACIAS A DIOS! ¡GRACIAS PADRE ESTÉBAN!

    ResponderEliminar