4/8/09

... y vieron la tierra prometida

Meditación con motivo del miercoles XVIII de tiempo ordinario
Ciclo ferial /I/
Año impar
Textos:
Números 13,1-2.25-33.14,1.26-29
San Mateo 15,21-28
Muchas veces en la vida nos la vivimos quejando, ya sea porque no nos gustan las cosas, o bien porque son complicadas, e incluso porque parece que no nos ayudan en nada, sin embargo, no somos capaces de reconocer lo que podemos hacer y de lo que somos capaces de realizar. Esto se agrava aún más cuando empezamos a quejarnos de Dios porque pareciera que está en nuestra contra, que no nos favorece en nada, o más bien porque no nos cumple nuestros caprichos o queremos que todo nos lo de sencillito y “en la boca”.
El día de hoy el texto del libro de Números nos presenta la exploración por la tierra prometida de parte del pueblo de Israel, y encontramos una situación complicada, pues no vemos que se emociones, que se llenen de gusto por lo que Dios les otra, al contrario se quejan y ponen pretextos: «¡Qué poderosa es la gente que ocupa el país! Sus ciudades están fortificadas y son muy grandes.» Con estas expresiones lo que se trata de hacer es precisamente mostrar que es complicado y que rebaza sus expectativas. Ellos esperaban que la tierra fuera pacifica, sin nadie, un paraíso esperándolos, pero no es así es necesario que se conquiste y se valore.
Muchas veces somos así queremos que Dios nos de todo de inmediato. Queremos la salud pero no queremos quedarnos ni tomar medicamentos, queremos buenas calificaciones, pero sin estudiar, queremos amistades, pero sin trabajarlas, sin ayudarlos, sin estar con ellos y apoyarlos, simplemente que os favorezcan. La tierra prometida es el signo de las promesas de Dios que se llevan a plenitud, pero ello implica trabajo, esfuerzo, para alcanzarlo.
Llegar a la tierra prometida implica por tanto luchar y no poner pretextos como ellos: «Vimos a los gigantes - los anaquitas son raza de gigantes - Nosotros nos sentíamos como langostas delante de ellos, y esa es la impresión que debimos darles.» Con esta descripción de los gigantes se nos muestra que ellos ven enormes los problemas en esa tierra, que son cosas que no pueden resolver. Con esta expresión tratan por un lado de desanimarse, y por otro de darle un cierto descredito a Dios, pues no está cumpliendo sus promesas, además de que con esto espera que Dios actúe, que Dios transforme todo.
Pero si el hombre no quiere esforzarse, no quiere madurar, Dios tampoco cumple sus antojos. Él los liberó, los ha guiado por el desierto, les da una tierra, ahora sólo les toca tomarla, esforzarse y madurar, sin embargo ellos no quieren nada, quieren que todo se resuelva automáticamente. Pero ellos se rinden y claudican por ello Dios debe hacerlos madurar dando sentencia: «Por haber protestado contra mí, sus cadáveres quedarán tendidos en el desierto: los cadáveres de todos los registrados en el censo, de todos los que tienen más de veinte años.» Con esto no es que Dios esté castigándolos, es una reprimenda par que se den cuenta del mal que hacen, y que si ellos no quieren esforzarse por alcanzar la promesa entonces perecerán sin obtenerla, porque su queja los lleva hasta eso.
Sin embargo, si el hombre lucha, se esfuerza, todo lo podrá alcanzar. Eso se ve claramente en el evangelio del día de hoy, esa mujer Sirio-fenicia fue ignorada por Jesús al inicio, pero no desistió, sino que se esforzó y logró la liberación de su hija.
Todos tenemos una tierra prometida que Dios nos da pero podemos quedarnos con nuestra apatía y cerrazón, quejándonos simplemente como los judíos o bien podemos ser insistentes, luchar, tener fe como aquella mujer y alcanzar lo que deseamos. La decisión es nuestra.

1 comentario:

  1. PADRE¿CÓMO LE "ATINA" A LO QUE NOS PASA? ¡Qué bello es CADIAM pero debemos luchar... PADRE, hay "gigantes". Debemos luchar, esforzarnos. Por favor, RUEGUE POR NOSOTROS.

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