12/10/09

«…No le será dado otro signo que el de Jonás»

Meditación para el lunes XXVIII Ordinario
Ciclo ferial /I/
Año impar

Textos:
Romanos 1,1-7
San Lucas 11,29-32

La semana pasada meditabamos sobre la persona de Jonás y hoy es el mismo Jesús quien lo hace, por lo que creo conveniente que retomemos esta idea para terminar bien nuestra reflexión sobre este personaje, pero ahora a la luz del Evangelio.
La problemática en la que nos sitúa el evangelio del día de hoy es la situación de los signos. La multitud pide signos para creer. De manera que no les ha bastado todo lo que han visto y aprendido de Jesús, no les basta todo lo que ha ido realizando a lo largo de su ministerio, sino que quieren algo más, como si la fe fuese algo que se sustenta con cosas meramente visibles y llamativas.
Por ello Jesús lanza una fuerte reprimenda: «No le será dado otro signo que el de Jonás.» A que se refiere Jesús con esta frase. A lo largo de la historia de la Iglesia se ha interpretado que el signo de Jonás es la resurrección, es decir, así como Jonás estuvo tres días en el vientre del monstruo marino, del mismo modo Jesús estuvo tres días en el vientre de la tierra y resucitó. De esta interpretación se deduce que el signo de Jonás es el anuncio de la resurrección de Cristo. Sin embargo, creo que debemos meternos más en el mismo texto y no quedarnos con esta interpretación typológica (es decir, una relectura del Antiguo Testamento, en donde se quiere ver un anticipo de la persona de Cristo.)
Si nos detenemos en el libro de Jonás, debemos preguntarnos cuál fue el signo de Jonás, podemos ver que no es el haber quedado en el vientre de un monstruo Marino, porque en realidad eso no es lo más importante del libro, eso es sólo parte del cliché literario que desemboca en la llegada a Nínive, pues al inicio es llamado para ir hacia allá y finalmente llega por boca de ese monstruo, para cumplir con su misión. Y ahí en Nínive hace el anuncio de la conversión y ellos inmediatamente se convierten, una cosa que no es fácil de creer, pues nadie es capaz de iniciar un cambio de vida sólo por una prédica. Por tanto el signo de Jonás es precisamente la conversión de los paganos. Cuando Jesús habla del signo de Jonás habla precisamente de la conversión de los paganos, y ese será el único signo que tendrá esta generación. Para creer no se requiere de cosas portentosas sino la vida de conversión.
Esto es la invitación a reconocer a reconocer que la persona de Jesús nos debe de llevar a una auténtica conversión, basada en su Palabra, basada en su amor, en su fuerza, en su ánimo, lo cual debe de provocar en nosotros una fuerza tal que haga de nosotros ser testigos de su amor. Jesús no viene a dar grandes signos de portentosos o cosas taquilleros, a Dios se le reconoce en lo sencillo, en la vida del amor, en la vida de la fe, en la vida de la sinceridad, ahí es donde podemos descubrir realmente la presencia de Dios. Eso es lo más grande, y eso es la más grande prueba de la presencia del Reino, pues esa fuerza que ha logrado que el hombre se renueve.
Con esto Jesús da una interpretación fundamental del ministerio de Jonás: la conversión. Y creo que con todo lo que hemos analizado sobre Jonás el día de hoy Jesús nos coloca delante de esta realidad para comprender la misión de Jonás que ha logrado el signo más importante en la vida del creyente. Quiere decir que la consecuencia que debiéramos de sacar de ese relato es tener la capacidad de convertirnos, de cambiar verdaderamente nuestra vida. A eso fue enviado Jonás y es el mensaje que quiere darnos. Y ese es el signo que el mundo necesita. No se requieren de discursos, o de signos maravillosos, sino que se requiere de conversión.
Por esa razón Jesús no dará otro signo que la conversión de los paganos, lo cual se hace realidad en la misma obra de san Lucas, dentro del libro de Hechos de los apóstoles en donde vemos como los judíos se cierran y los paganos se alegran convirtiéndose al mensaje del Evangelio.
Y eso es la exigencia de hoy, convertirnos y permitir que Dios nos transforme totalmente para iniciar totalmente nuestra vida con la gracia de Dios. No sólo aparentar, sino vivir desde esa dinámica de conversión y fe en medio del mundo. Y justamente sobre esta realidad el evangelio de Lucas proseguirá reflexionando en los días subsiguientes. Por el momento detengamos aquí nuestra reflexión y quedémonos con esta llamada a la verdadera conversión.

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