20/12/09

¿Cómo nos preparamos a celebrar la Navidad?

Meditación del IV Domingo de Adviento
Ciclo /C/

Textos:
Miqueas 5,1-4
Hebreos 10,5-10
San Lucas 1,39-45

La solemnidad de la navidad se acerca, sin embargo pareciera que el sentido de esta ha perdido su razón de ser, pues estamos rodeados de luces, de santa Claus, de regalos, productos, tiendas, ofertas, pero curiosamente el verdadero sentido de esta fiesta, que es el nacimiento del niño Jesús no aparece realmente. Deberíamos de preguntarnos en este día ¿Cuál es el significado de la Navidad que se acerca tan vertiginosamente a nuestra vida?
La primera lectura nos ofrece una pista sobre esta realidad: «Y tú, Belén Efratá, tan pequeña entre los clanes de Judá, de ti me nacerá el que debe gobernar a Israel…» La Navidad es reconocer que Jesús viene a nuestra vida, que viene a nuestra historia. Estamos ante un acontecimiento vital dentro de nuestra vida de fe. No es que venga algún personaje ilustre entre nosotros, no es un presidente de gran `poder el que viene, no es un cantante o estrella de la farándula la que viene, no es cualquier genio que quiere visitarnos. Resulta ser que el que Viene es Dios, Dios mismo en persona el que viene a nuestro encuentro, ni más ni menos. Pero curiosamente nadie se percata de ello, es posible hacer grandes aspavientos porque el presidente de Estados Unidos viene, o porque ha muerto el príncipe del Rock, pero si viene Dios curiosamente no nos importa, es algo intrascendente. Incluso colocamos la fiesta, pero él no aparece. Nos reunimos, pero no es él el objetivo, lo importante es la comida, el abrazo, los regalos. Pero el gran acontecimiento del nacimiento de Jesús no hace revuelo en nuestra vida. Él viene, él nace, pero eso no nos importa.
Pero ¿A qué viene?, el texto lo dice: «El se mantendrá de pie y los apacentará con la fuerza del Señor, con la majestad del nombre del Señor, su Dios.» Curiosamente no viene para que le saquen fotos, o para recaudar dinero, o para que le hagan grandes festejos. Él viene parta apacentarnos, para fortalecernos, para levantarnos, en otras palabras viene a ayudarnos. Celebrar la Navidad curiosamente es permitir que Jesús me apaciente, que le de paz a mi corazón, que me levante de la tristeza que tengo, que me ayude a superar la soledad que tengo, que me levante de mi pecado y sea mejor, que cambie cierta conducta que me daña y lastima a los demás.
La Navidad no es otra cosa sino celebrar que Dios se hace cercano y me quiere ayudar, pero… ¿Yo me dejo apacentar por él? O simplemente me dejo llevar por cosas superficiales, y cada navidad se queda con regalos, risas superficiales, buenos momentos, pero sin encontrar realmente la salvación en mi vida, sin dejar que sea Dios el que entre en mi vida y me haga ser una mejor persona, que no se deja abatir por la tristeza y sabe que Dios le ayuda en todo, se sabe capaz de vencer el pecado. Navidad es salvación, cercanía, amor; celebrar la Navidad es dejar que Dios me toque y sea mejor. El tiempo del adviento que estamos cercanos a concluir es precisamente esta preparación, poniendo en nuestra vida la disposición para dejar que Dios nos toque y haga de nosotros mejores personas. ¿Qué tan sensibles estamos para recibir a Dios en nuestra vida?
Pero Navidad es todavía más, es dejar que Dios nos toque y realmente nos renovemos venciendo todo pecado, pues la segunda lectura refuerza esta idea: «… en virtud de esta voluntad quedamos santificados pro la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha de una vez para siempre.» Jesús nace para morir por nosotros, nace y da su vida en rescate por todos, y empezar a vivir distintos, venciendo el pecado. Tendríamos que preguntarnos entonces qué tanto dejamos que el pecado vaya siendo venciendo en nuestras vidas cada navidad. Sería un absurdo decir que celebramos Navidad, y seguir siendo los mimos groseros, los mismos irrespetuosos, con los mismos vicios, con la misma indiferencia, etc. Navidad es iniciar una vida venciendo alguna cosa que no me hace perfecto, si no me hace ser mejor: ciertamente no podemos cambiar de golpe todo pero si podemos ser un poco mejores venciendo el mal que llevamos dentro, aunque sea un poco: navidad es eso.
Creo que con estas dos lecturas podemos comprobar que ciertamente muchos de nosotros hemos tergiversado el sentido de navidad y sólo dejamos que se nos quien con otros criterios que no son los que Dios quiere en nuestra vida. Sólo nos dejamos impresionar con las luces, los regalos, la fiesta, pero no dejamos que realmente la navidad sea un efecto de fecundidad en cada uno de nosotros. Es momento de dejar que Jesús venga a nuestras vidas y nos fecunde, así como lo presenta el texto del evangelio e donde podemos descubrir el encuentro de estas dos mujeres: María e Isabel.
Para el evangelista Lucas estas dos mujeres son el signo de dos realidades fundamentales. Por un lado Isabel representa a la vieja comunidad israelita, apegada a las instituciones, anquilosada y destinada a morir (ella era estéril, lo cual es signo de muerte porque ya no tiene ninguna opción de futuro). Junto con su esposo –Zacarías- forma la pareja emblemática del antiguo pueblo de Israel. Así Isabel es ese Pueblo antiguo que ya no da vida y no tiene futuro. Por otro lado aparece María, la joven, símbolo de la nueva comunidad, de la que habrá de nacer el Salvador del mundo, es la pequeña comunidad cristiana, que reconoce a su Mesías y se convierte en comunidad de discípulos. Es imagen de la Iglesia. Ella va “presurosa” por las montañas de Judea, llevando en su seno a aquel que debe salvar a los hombres. Ella va anunciar el sentido de vida a aquella comunidad vieja, estéril, sin opción de futuro.
Y ahí en ese encuentro donde Antiguo y nuevo testamento se encuentran, donde lo que no tenía vida comienza a tener una opción de futuro por el Mesías que está a punto de nacer. A lo mejor somos como Isabel, una comunidad triste, sin vida, que hemos alejado el verdadero sentido de la navidad de nuestra vida. Somos estériles porque ya no hay vida en nosotros, no hay esperanza de que la navidad sea novedad y liberación en nuestra vida, somos ancianos, porque todo está perdido en nosotros, ya no dejamos nada, no cambiamos nada porque creemos que ya no hay remedio para nada. Seguramente si que nos parecemos a Isabel, y tal vez pase la Navidad y no la vivamos como se debe, sólo nos quedemos con la fiesta, el árbol, la posada, la bebida, la comida, la música, pero que finalmente nos deja sin vida, nos deja estériles, sin ser capaces de iniciar una nueva historia, sin dejar que realmente que la navidad se vuelva encuentro con el Señor.
Qué así como María fue al Encuentro de Isabel para darle vida y esperanza de sentido en su vida, dejemos que ella venga y nos dé a Jesús, su hijo y de sentido a nuestra vida y esta Navidad sea una verdadera Navidad, pues habrá muchas cosas, pero lo más importante que es encontrarse con Jesús, es lo que vale la pena.

1 comentario:

  1. GRACIAS PADRE.
    ¡FELIZ NAVIDAD!
    HEMOS ABIERTO LAS PUERTAS DE NUESTRO CORAZÓN Y LO HEMOS LIMPIADO CON AMOR PARA RECIBIR A JESÚS MISERICORDIOSO Y A MARÍA BENDITA E INMACULADA.
    ¡BIENVENIDOS SEAN!
    ¡GRACIAS DIOS! GRACIAS JESÚS! ¡GRACIAS VÍRGEN MARÍA! ¡GRACIAS PADRE ESTÉBAN!

    ¡GLORIA A DIOS EN LAS ALTURAS!

    RECIBA MUCHOS ABRAZOS DE ESTA FAMILIA QUE LO QUIERE.

    GONZÁLEZ BASTIDA

    ResponderEliminar