13/12/09

«¿Qué debemos hacer?»

Meditación del III Domingo de Adviento

Textos:
Sofonías 3,14-18
Filipenses 4,4-7
San Lucas 3,10-18


El día de hoy la Iglesia celebra el tercer domingo de adviento, denominado domingo del Gaudete, es decir domingo del gozo, pues está caracterizado por la alegría; una alegría que tiene su fundamento en la llegada inminente de la Navidad. Esto es señal de gozo, sin embargo cuál es el sentido de la vida del gozo en el creyente, cuál es el medio por el cual nosotros podemos hablar de un verdadero gozo dentro de nuestra fe cristiana.
La pregunta que surge ante esto es sin duda ¿Qué se necesita para ser felices? Y parece ser que el texto del evangelio da un acercamiento sencillo respecto a esta realidad. El texto de Lucas nos coloca el ministerio del Juan Bautista y todo el pueblo reunido a su entorno haciendo sólo una pregunta: «¿Qué debemos hacer?» esto tiene un significado: se trata de una pregunta que anida en el corazón de muchas personas. Es el cuestionamiento sobre el sentido de la propia existencia, que surge en la conciencia de aquellos que se encuentran insatisfechos y ansían algún cambio en sus vidas. Es el que se pregunta: “¿Qué vida es ésta, la mía? ¿Hacia dónde me lleva? ¿Qué tendría yo que hacer para sentirme en paz conmigo mismo?” Es una pregunta que nos hacemos a nosotros mismos y que dirigimos a aquellas personas que, según nuestro parecer, podrían ayudarnos.
Muchas veces ante esta pregunta esperamos grandes cosas, respuestas asombrosas y formidables. Pero Juan Bautista contesta con cosas muy sencillas. ¿Eres soldado, o cobrador de impuestos, o, simplemente, un rico que tiene de sobra mientras otros no tienen nada? Para cada uno, Juan tiene una palabra que amonesta y que orienta. Pero que es sencillo, el hombre sólo debe de hacer lo que le corresponde. No exigir más de lo estipulado, no extorsionar, ser compartido, que en el fondo es lo que el hombre debe de hacer.
Muchas veces tratamos de buscar múltiples formas para ser felices, buscamos comprar cosas, ir a múltiples lugares, estar rodeados de gente, ver las novedades, sacar provecho de alguna cosa, y curiosamente la felicidad no está ahí. Ser feliz no es otra cosa que hacer lo que te corresponde, y hacerlo bien. Muchas veces creemos que la felicidad llega cuando hacemos cosas fuera de lo común, que sean un tanto llamativas o que pertenezcan al mundo de la moda; pero esto no es así la principal felicidad comienza precisamente cuando hacemos lo que nos corresponde, cuando somos generosos par con los que vivimos, cuando somos honestos en nuestro trabajo, cuando atendemos nuestras responsabilidades bien. Y esto da la felicidad porque no nos deja intranquilos, pues estamos seguros que hacemos lo que os compete y lo hacemos bien.
Cuando alguien busca tantas cosas por la vida, y no atiende ni lo que debe desde luego que su felicidad es muy efímera y no tiene un fuete sustento. Si una madre de familia trabaja y atiende a sus hijos a su esposo y su trabajo, es feliz, pero si empieza a buscar cosas extras para quedar bien con otras realidades, y empieza a desatender a sus hijos, a su esposo, desde luego que en su interior hay una cierta insatisfacción, porque sabe que hay algo mal, y tratará de compensarlas curiosamente con otras cosas, pero al no atender su responsabilidades caerá en la cuenta que no es feliz. O un Papá que se llena de cosas, de múltiples trabajos y no tiene tiempo para su esposa o sus hijos, llega un momento que busca la felicidad con amigos, fiestas, compromisos, que en ese momento hacen que se le olvide, pero curiosamente queda en su interior un vacío. Porque no hace lo que le corresponde. O bien un estudiante que va a fiestas, echa relajo con sus amigos, pero no estudia, en su interior tiene un vacío, y no alcanza la felicidad, porque curiosamente el punto de arranque de la felicidad es hacer lo que nos corresponde.
Y después de hacer lo que nos corresponde en nuestra vida debemos descubrir a Dios en nuestro caminar, puesto que Él es el sentido de toda la felicidad. Y eso hace Juan Bautista, una vez que los exhorta a vivir de manera adecuada les dice que miren hacia Dios: «Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más fuerte que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego.» Finalmente su mirada debe de estar dirigida hacia Dios, pues sólo él da sentido a toda la realidad humana.
Aquí es donde podemos captar la grandeza de Juan. Juan es grande no porque es capaz de dar indicaciones morales con extrema claridad y sorprendente energía, sino porque es el profeta de la novedad que salva: “ya viene otro más poderoso que yo”. Se nota que Juan está conquistado por este evento tanto que su preocupación no es la de aparecer sino la de desaparecer para dejar el lugar a aquel que debe venir. “Viene”: no es ni siquiera necesario buscarlo; es él quien viene a buscarnos a nosotros. “Es más poderoso que yo”. Es como si Juan dijese: “Lo que yo puedo darles no basta. Es Él el esperado. Solo Él puede escuchar las invocaciones, conocidas o no conocidas, que suben de lo profundo del corazón”.
Caminemos, por ello, al encuentro de la Navidad que se aproxima con el deseo de encontrar la presencia viva del Señor. Preguntémosle, en algún momento de comunión profunda: “¿Qué tengo que hacer?” Y Él nos dirá: «Haz lo que te corresponde, atiende lo tus obligaciones, atiende lo que tienes, no busques salidas falas, no huyas de tu realidad, al contrario haz bien lo que tienes en tus manos entrégate a ellas totalmente, y sobre todo cree en mí, y después ama. Y goza. Y anuncia a todos la “buena noticia” de la esperanza.» Entonces se llega a experimentar la ligereza, la espontaneidad, la alegría de una existencia que se acoge como don y se vive bajo el signo de la gratitud, y que sin duda se vive palpablemente en la solemnidad de Navidad.

1 comentario:

  1. GRACIAS PADRE.

    ¡VOY A HACER LO QUE ME CORRESPONDE!
    ¡NO HUIRÉ DE MI REALIDAD!
    ¡ATENDERÉ LO QUE TENGO!
    ¡ME ENTREGARÉ TOTALMENTE!
    ¡Y CREERÉ EN TÍ DIOS CREADOR, TODOPODEROSO!
    ¡Y AMARÉ, GOZARÉ!
    ¡Y ANUNCIARÉ A TODOS LA BUENA NOTICIA, LA ESPERANZA!

    GRACIAS PADRE

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