10/10/10

Superficiales en la fe

Meditación con motivo del Domingo XXVIII Ordinario
Ciclo /C/


Textos:
2 Reyes 5,14-17
2 Timoteo 2,8-13
San Lucas 17,11-19

Vivimos en una cultura en la que buscamos sólo lo instantáneo, buscamos sólo lo que aparece, lo que nos da la solución de momento, y muchas veces no es lo más efectivo, y sobre todo no descubrimos las de base que deberíamos de tomar en cuenta.
Sobre esto nos habla el texto del evangelio del día de hoy, se nos presenta a estos diez leprosos aquejados por esta terrible enfermedad que los excluía de la vida de la sociedad, que eran desterrados de sus tierras, sus casas y sus familia, incluso eran considerados muertos, pues vivían en una situación de total desprestigio y total marginación. Eran destinados a vivir totalmente alejados y aparatados de las ciudades y poblados impidiendo el contacto con las personas.
Y hoy estos diez leprosos deciden arriesgarse totalmente y acercarse a Jesús clamado su ayuda, reconociendo que puede devolverles la salud, que puede quitar su marginación y puede reintegrarlos a la vida cotidiana. Y Jesús de manera inmediata los reintegra a la vida de la sociedad y para ello los envía con los sacerdotes para que constaten su curación.
Éstos de inmediato se ponen en marcha y durante el camino se inicia la curación, sin embargo Lucas se detiene en uno y describe como se da esta curación: «Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz.» Nos dice que uno ve su curación, se da cuenta que está limpio, pero el “ver” no es puramente una reacción sensorial, no sólo se ve libre de la lepra, sino que se refiere a un ver trascendente, es el despertar de la fe, una apertura de los ojos hacia la acción salvífica de Dios. Y por esta razón regresa, pues se algo extraordinario en él. Puede ver aquí que algo que rebaza todas sus expectativas, eso no es normal, hay algo distinto aquí, algo divino en esta acción, pues no se puede realizar de de este modo tal, y debe regresar para alabar a Dios por las maravillas que ha hecho en su vida.
Regresa y reconoce la grandeza de Dios en su vida y por lo tanto la presencia de Dios en las obras de Jesús, va se postra delante de él y reconoce su acción misericordiosa, sin embrago ante esto Jesús debe lanzar una serie de preguntas fundamentales: «¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?» En el fondo nos detiene a meditar porque los otros no regresaron, ¿Cuál es la razón para que no hayan regresado a dar gracias? El problema no está simplemente en dar las gracias, ciertamente se nos invita a ser agradecidos con Dios por todo lo que hace con nosotros, pero aquí hay algo más de fondo y es descubrir la razón por la cual no dieron la gracia, que si bien pueden ser unos descorteces, pero hay algo más.
Estos nueve leprosos que no regresaron sólo buscaban la salud física, la salud corporal, sin llegar a descubrir cuál es el sentido real y profundo de esa salud, de esa recuperación, todo lo hicieron a un nivel meramente corporal y material, no fueron capaces de ver la acción de Dios en sus vidas. Uno de ellos ve, se sorprende, y en su interior trata de descubrir la razón última por la cual se ha dado la curación, ciertamente se da cuenta que está sano, pero hay algo más, ¿Cómo es posible?, ¿Cómo se da esto?, hace un momento de reflexión, en cambio los otros no se detienen a ver el sentido y la consecuencia de esta acción. Sólo se ven sanos y le basta, no ven más allá de esta realidad, se quedan en la mera superficie.
No son capaces de hacer una reflexión profunda y descubrir precisamente que Dios está detrás de todo. Sólo se quedan con lo que les interesa, sólo se quedan con su salud física, pero no ven a profundidad el actuar de Dios en su historia.
Esto es consecuencia de una ceguera individualista y egoísta que les impide ver más allá de su propia necesidad, sólo buscan su propia satisfacción, sin ver más allá de lo que reciben, sin descubrir la razón, y la acción que se mueve dentro de esta situación, sólo quieren que se cumpla su requisito, su petición sin vislumbrar mas allá de esto.
Cuántas veces somos así, podemos pedir a Dios muchas cosas pero no ver a profundidad de lo que nos da, sólo quedarnos con lo que conseguimos, sin agradecer o descubrir el sentido de las cosas que tenemos como nuestras vidas, nuestra familia, nuestra amistades, que son signo de la presencia de Dios, y sobre todo son presencia de salvación para nosotros, pero no lo alcanzamos a comprender, pues Dios nos da y coloca cantidad de cosas en nuestro entorno para tener una experiencia de salvación, pero nos quedamos en la superficie o en lo habitual y no descubrimos el sentido de salvación que esas personas nos dan a cada uno de nosotros.
Incluso a veces nos aprovechamos de las personas que nos ayudan o dan algo, y no somos capaces de ver la donación, el amor, la paciencia que tienen para con nosotros, para ayudarnos o ayudarnos ante cierta cosa y sobre todo que por medio de su acción ellos participan en la salvación, en esa salvación que Dios va colocando en nuestras historias.
Pero lamentablemente muchas veces somos ciegos, no vamos al fondo no descubrimos las actitudes de salvación que están detrás de esas acciones, actitudes de salvación que Dios nos coloca para alcanzar el sentido y plenitud de nuestra vida, viendo como los demás participan y nos hace participes de la salvación de Dios en nuestras vidas.
Por ello al final del texto Jesús dice: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado.» Pues este hombre no sólo ha conseguido la curación física, sino que ha obtenido la salvación en su vida, pues ve a Dios que actúa en su historia. Pidamos a Dios que nos de la capacidad de vivir desde está dinámica de apertura para descubrirlo y descubrir la salvación que nos viene de él.

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