6/3/11

Cimientos...

Meditación con motivo del IX Domingo de tiempo ordinario
Ciclo /A/


Textos:
Deuteronomio11,18.26-28.32
Romanos 3,21-25.28
San Mateo 7,21-27

En nuestra vida y en nuestra propia realidad podemos constatar que en muchas ocasiones estamos rodeados o hemos sido causa de situaciones que son efímeras. Podemos constatar como en la realidad no hay coas muy sustentables, presenciamos cantidad de contradicciones y falta de promesas en los ámbitos político-sociales, vemos como hay una falta de sustento en lo que se denomina modas, ya sea en el vestir, la música o en infinidad de cosas, donde todo pasa rápidamente, y no hay algo que las sustente. Donde no hay un valor de las cosas, sino sólo lo inmediato, y lo que antes era algo bueno hoy es un absurdo. Somos espectadores de un mundo que es en muchas posiciones superficiales, donde no hay promesas, donde lo que hoy se dice mañana desparece o se olvida, donde no hay un espacio para generar auténticamente una historia sólida anclada en la experiencia del pasado, que alienta y ayuda al progreso de la historia, sino que simplemente se queda en el olvido, sin formar un verdadero desarrollo histórico.
Ante esta situación debemos de preguntarnos cuales son los cimentos en los cuales se ha fundamentado la cultura, las promesas, los valores, y las propias vivencias de nuestra historia. Porque finalmente, si las cosas pasan de moda, lo que antes era un valor hoy es algo retrograda, lo que se promete nunca se cumple, implica en el fondo que no hay una buena cimentación de la realidad, o es un cimiento sumamente efímero.
Esta es la realidad que el evangelio de san Mateo nos presenta hoy, en esta parábola que Jesús cuenta a su discípulos, a modo de cerrar el sermón de la montaña que desde hace cinco semanas comenzamos a leer y el día de hoy finaliza justamente contesta parábola invitando a los discípulos a descubrir cuáles son los cimentos de su vida. Esta parábola que Jesús cuenta es fundamental pues cierra este largo discurso y les recuerda el sentido de todo este itinerario que les ha ido presentando. Si bien les ha hablado de la bienaventuranzas, les ha propuesto la misión de ser luz y sal en medio del mundo, de llevar a plenitud la ley, incluso al extremo de amar al enemigo, y de confiarse totalmente en el Padre, siendo capaces de disfrutar la vida, el día de hoy Jesús cierra magistralmente este discurso, recordando que todo lo que deben hacer no es sólo para memorizarlo y anunciarlo, sino que deben hacerlo, deben vivirlo, no vale decir “Señor, Señor”, ni anunciarlo en medio de las plazas, sino que deben vivirlo radicalmente. Todo el Sermón, no se reduce a un conjunto de doctrinas para aprenderlas de memoria, sino para hacerlas vida, sólo así esa enseñanza da vida y adquiere un cimiento sólido.
Y ello lleva a reconocer que en la vida debemos de ir construyendo nuestra vida con auténticos cimentos en medio de la historia. El problema es que nosotros muchas veces no hacemos cimientos en la vida, o bien lo hacemos de manera muy superficial, como diría el evangelio, lo hacemos solamente en la arena, y ante cualquier situación codo cae, todo viene para abajo, pues todo es tan frágil y tan endeble que no tiene una subsistencia realmente en la vida.
De ahí que, debemos pensar cuales son los cimientos sobre los cuáles se fundan tantas cosas, que no dan sentido a las cosas. Si lo pensamos bien, muchas veces se hacen promesas que no se cumplen, y es porque el cimento de esas promesas, no están en la realidad, no están en un espíritu de de servicio, de ayuda, sino que simplemente están en la propia conveniencia, están resumidas en un solo interés, y por supuesto que cuando ese interés se logra, la promesa cae, pues es arena, es fugaz el cimiento. O bien, vamos cimentando la vida con cosas de momento, con lo llamativo, con lo que brilla y llama la tención, pero no en algo que realmente sea sólido, así cuando esto pierde su brillo, se derrumba, o cuando hay otra cosa que tiene su brillo más intenso, todo cae. Lo podemos ver en la moda, en la música, que no tienen un fundamento sólido, sino que simplemente, es lo que llama la atención, el cimiento de es lo es que sea llamativo y cuando surge algo más llamativo, eso desparece, pues el cimento es vender, es consumir, pero no es algo sólido.
Finalmente si los valores ya no existen o van en decadencia, o se ven como algo retrograda, es finalmente porque hoy en día no son llamativos, no tienen los fundamentos con los que fundan la realidad que es efímera y pasajera que en un momento ya no son importantes, sino que se generan otros valores o bien, otros estilos de vida, o bien, los tomamos tan a la ligera que o incluso podemos ver que es la moda deshacerse de lo antiguo. Todo debe evolucionar, todo debe cambiar, el problema es cuando esa evolución se da sin tomar en cuenta el bagaje histórico-cultural y se quiere hacer una nueva historia. Ese es el problema, pues no hay algo sólido, no hay experiencia, sólo es momentáneo, se puede destruir y no haber realmente una memoria del suceso, algo que fundamente, que enseñe, que de experiencia.
El problema de los cimentos es que están sobre arena, sobre el interés de alguno, sobre el propio beneficio, sobre una ganancia, sobre cosas momentáneas, pero no sobre algo que realmente de sentido a nuestras vidas, no sobre un valor que enseñe el sentido del caminar en la historia, sino solo sobre algo aparatoso.
Con esta parábola Jesús pone en claro que debemos de revisar cuales son los cimientos de nuestras actividades, y sobre todo ver cuáles son los cimentos de nuestra fe, porque si nuestra fe se cimienta sobre el poder, la mera piedad, la mera superficialidad religiosa, en una mera oración, en un mero devocionalismo, en un mero conocer cosas, en conservar ritos y estructuras, pues no servirá de nada, sólo será un cimento sobre arena que al final terminará por caerse y ser destruido.

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