27/3/11

«… en espíritu y en verdad...»

Meditación con motivo del III Domingo de Cuaresma
Ciclo /A/

Textos:
Éxodo 17,3-7
Salmo 95
Romanos 5,1-2.5-8
San Juan 4,5-42

El hombre en un momento determinado de su vida en medio de su trabajo, de sus relaciones personales, de sus diversiones y obligaciones se topa necesariamente con una dificultad y es la situación de la insatisfacción, pues descubre que a pesar de que trabaja, convive, se divierte, se relaciona, descubre en un momento determinado un hueco en su vida que lo deja insatisfecho, y ante eso no sabe qué hacer, trata y se esfuerza por encontrarle sentido a su vida pero se topa con alguna insatisfacción. Sobre esta realidad nos habla el día de hoy el evangelio. Se nos presenta a esta samaritana que va en búsqueda de agua para saciar su sed, sin embargo, es una actividad que debe de hacer día con día, que debe realizar a cada momento pues el agua se acaba y la sed regresa. Por tanto ella debe de ir al pozo cada día para saciar esa sed. En el fondo esta mujer es un signo de la humanidad que busca saciar el sentido de su vida, busca saciar el sentido de su historia de su caminar, de sus proyectos, el problema es que no logra saciarse con ese pozo, sino que debe de seguir en búsqueda de esa agua. En el fondo se busca saciarse constantemente aunque sea de dese pozo. Saciarse del agua de la fama, del poder, de la riqueza, del trabajo, de las relaciones, etc. Existen cantidad de pozos a los cuales el hombre recurre para saciarse. Y Justamente ahí en el pozo, en donde la mujer va en búsqueda de el agua cotidiana aparece Cristo, que es el agua que sacia, pero que ella no lanza a comprenderlo totalmente. Ante esto uno podría decir de inmediato, la solución para saciarse es Dios, es la religión. Sin embargo n o es así, no basta un sistema religioso para saciarse, pues efectivamente, pude ser sólo un alienante que no sacie al final, pues lo religioso puede dejar al final insatisfecho. Y sobre esta realidad se centra el episodio de la samaritana. Detengámonos en esta característica. Dice la mujer: «Señor, veo que eres un profeta. Nuestros padres adoraron en esta montaña, y ustedes dicen que es en Jerusalén donde se debe adorar.» Al descubrir en Jesús un profeta busca que le dé una respuesta acerca de lo religioso, pues existe una contradicción entre judíos y samaritanos. Pues los judíos tienen su templo, y por su parte los samaritanos tienen el suyo en el monte Garizín. La interrogante es ¿Cuál culto es el valido? Aunque en el fondo ella misma está aferrada a su tradición, pues dice “nuestros padres”, por un lado marca la duda, pero por otro manifiesta que ella tiene bien férrea su tradición y no espera nada nuevo fuera de su tradición. Hay por un lado duda, pero también una aclaración acerca de su convicción. Esto ya nos abre al sentido de lo religioso como una cerrazón, pues el hombre pretende encontrar la saciedad de su vida en el ámbito religioso pero muchas veces no encuentra esa saciedad, ese sentido de plenitud porque están cerrados a sus tradiciones, a sus estructuras, a “sus antepasados” como dice la samaritana. Y entonces deberán ir a beber, día a día para hallar algo de consuelo, para saciarse un poco en ese pozo, en ese sistema religioso pero no en lo que realmente sacia. Cuántas veces el hombre cree que rezando y rezando encuentra sentido de su vida o sólo asistiendo a misa, o practicando una obra piadosa, pero muchas veces a pesar de eso no encuentran la paz, pues sólo es algo momentáneo, una fuga, pero no hay saciedad en la vida. Esto sucede porque lo religioso se convirtió en un pozo más, pero no es el agua viva que sacia. Por ello es importante no encerrarse en el sistema religioso, sino ir más allá, no es de anclarse a “nuestros padres”, ni es de descubrir quién tiene la razón, si los judíos con su templo o los samaritanos con su templo, es algo que debe ir más allá por eso Jesús le responde: «Créeme, mujer, llega la hora en que ni en esta montaña ni en Jerusalén se adorará al Padre.» Jesús aclara que el verdadero culto en la vida está más allá de las estructuras, no es posible encerrarse en ello, no es para limitarse en un monte, para delimitarlo en un lugar, en una práctica, en un concepto, pues Dios es más que todo esto. Además Jesús introduce una novedad, pues colca a Dios el nombre de “Padre” y con este título, implica que la paternidad de Dios hace desaparecer las paternidades antiguas, la de Jacob, la de los antepasados, ahora Dios es el único Padre, y por tanto, sin intermediarios, de modo que todos puede acceder a Dios, sin encerrase en ritualismos vacíos, o tradiciones que no sirvan. Todos pueden acceder al Padre. Para Jesús no es de lugares, no es de ritos. El hombre es libre para encontrarse con Dios, y eso quiere decir que el hombre debe der capaz de descubrir a Dios en su vida, sin encerrase en conceptos y cosas abstractas. Muchas veces el hombre cree que a Dios se le encuentra solamente siguiendo normas, o ritos, cree que con un número determinado de rezos uno se topa con Dios, cree que por estar cada domingo en misa le va a ir bien porque se ha topado con Dios. Pero no es así, pues al final de estos rezos, o de esas celebraciones resulta que no hay nada, se sigue insatisfecho, pues no se encontraron con Dios realmente. Se toparon con algunos ritos, pero no con Dios. Dios no es de esquemas, sino de un encuentro vivo, de un encuentro que realmente trasforme al hombre, no es que el hombre se encuentre con Dios por repetir costumbres o ritos mecánicamente, sino que debe de ir más allá, se debe buscar el encuentro que renueva y transforma auténticamente. Y como todo encuentro no se da simplemente por seguir unos pasos, pues el encuentro es personal, es con una persona, y eso nos e da con pasos sistematizados. Antes de proseguir con esta reflexión Jesús se detiene y aclara algo fundamental: «Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos.» Jesús debe aclarar la dirección de la salvación, y es que bien de los judíos, pues el cisma, la ruptura entre judíos y samaritanos, debido a situaciones políticas, pero se alejaron de la revelación de Dios, pues el Mesías viene de los Judíos, y con ello Jesús da la orientación hacia donde uno debe ir, para encontrase con Dios. Si bien el encuentro con Dios no es de lugares, ni de ritos específicos, hay que saber hacia dónde ir para buscarlo. Así como el encuentro con una persona que se le extraña, no debe limitarse a un lugar, a un sentimiento, ni aun rito, lo cierto es que uno debe saber la dirección hacia la cual debe uno encaminarse para encontrarlo, de lo contario, será muy difícil encontrarlo. Una vez aclarado el rumbo a seguir, continúa con la enseñanza del encuentro con Dios: «Pero la hora se acerca, y ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque esos son los adoradores que quiere el Padre.» Si bien hay que saber hacia dónde dirigirse, también hay que saber superar esos ritos, pues a Dios se le adorará más allá del sistema judíos, más allá de prácticas y rituales, a Dios se le adorará en espíritu y verdad. Al hablar del Espíritu implica que a Dios sele ama a partir del amor, desde las categorías del amor. No es posible orientarse a Dios, si es por interés, si es por conveniencia, si es para vengarse, el verdadero culto a Dios se hace a partir de la experiencia del amor, y sólo del amor. Acercarse a Dios, implica que el hombre está consciente de iniciar un proyecto de amor. Que busca amar a los demás, que busca ayudar al otro, que busca en el fondo encontrar a Dios en su prójimo, sólo así es posible el culto a Dios y el inicio de esta saciedad, pues no está colocado en ritos, en repeticiones de cosas, sino en una práctica, en una forma de vida que realmente transforme su historia y la de los demás. En segundo lugar dice que hay que adóralo en “verdad”, es decir, en lealtad, en la fidelidad, ello implica que el culto a Dios se hace de modo autentico, transparente, con firmeza, no se hace por conveniencia, o sólo para pasar el rato, o para encontrar paz en nuestra alma, o para que se tenga buena suerte, sino porque hay una mor a Dios que me hace sentirme comprometido con él y me hace caminar hacia él, porque estoy convencido, porque da sentido a mi vida. Esto no quiere decir que esté descalificando o la misa, o la oración, pero lo que Jesús le interesa realmente es el culto en espíritu y verdad, en amor realmente entregado y en fidelidad y convencimiento hacia él, de lo contrario, sólo hacemos ritos que nos dejan vacíos, y que no nos sacian. El hombre que busca saciedad en la vida debe buscar a Dios, pero no refugiándose en una práctica piadosa, sino realmente comprometiéndose con él, desde cualquier ámbito, viviendo el amor y la lealtad. De lo contrario seguiremos en otros pozos, que puede ser del mundo material, o del mundo religioso, pero que no terminarán nunca de saciarnos.

1 comentario:

  1. Una forma de buscar a Dios, es alejarnos de ruido en un cuarto cerrar la puerta, respirar con la nariz, sumiendo el estomago y respirar armónicamente, estar relajados y cerrar los ojos y buscar su luz dentro de nosotros y hablarle, tratar de ver la luz y preguntarle si tenemos un problema y esto lo podemos hacer diario, dedicándole unos 15 minutos y poco a poco nos vamos a dar cuenta de lo positivo en nuestra vida.

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