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Citerios de ceguera

Meditación del IV Domingo de Cuaresma
Ciclo /A/

Textos:
1 Samuel 16,1.6-7.10-13
Salmo 23
Efesios 5,8-14
San Juan 9,1-41

El evangelio del día de hoy nos presenta a este ciego de nacimiento que al toparse con Jesús recibe la vista. Pero quién es este ciego de nacimiento. Ser ciego en la Biblia representa a aquel que no es capaz de descubrir la acción de Dios en su vida. Ciego es aquel que al ver su realidad, no alcanza a atisbar un poco la acción divina que interviene en la historia. Ciego es aquel que en el momento de prosperidad cree que es él quien ha realizado todo, que es merecedor de todos los bienes y no descubre la mano de Dios detrás de todo. Es ciego pues no ve más allá de sus bienes, más allá de su prosperidad, de sus benéficos, y no descubre que Dios está en él. Pero ciego también es aquel que no ve a Dios aún en la pequeñez y fragilidad de la historia. Uno se vuelve ciego cuando el dolor nos inunda y no vemos la acción de Dios, cuando la precariedad es tan grande que uno no ve a Dios e incluso se revela en contra de él. El hombre llega a la ceguera pues no ve más allá de su realidad. Sin embargo en este caso se agrega que es ciego de nacimiento, y quiere decir que su ceguera se debe a que no ve a Dios, pero es alguien que desde que nació es ciego, es decir, nunca ha visto a Dios, y nunca le han hablado de él. Desde siempre es ciego.
Ante esta situación podríamos analizar nuestra vida y descubrir hasta que punto somos ciegos en nuestra vida. Cuántas veces hemos olvidado ver hacia Dios, cuántas veces hemos olvidado descubrir a Dios tanto en lo bueno, como en lo malo. Y ante eso podríamos descubrir cuál es la razón de la ceguera, cuál es el motivo por lo cual no somos capaces de descubrir a Dios, y quedar ciegos en la vida.
Parece ser que el texto de la primera lectura ofrece una clave para descubrir la causa de la ceguera en nuestras vidas y los tipos de ceguera que podemos sufrir.
El texto se nos presenta en un contexto de crisis, puyes Dios ha dejado de la do al rey del pueblo. Saúl es el rey en ese momento pero Dios lo ha desconocido, para Dios este hombre no merece ser más el rey, y por ello se ha apartado de él. Samuel, el profeta, por su parte sufre ante esta situación, pero la historia debe continuar, y por ello Dios intervine y manifiesta a Samuel que no debe sufrir más por lo sucedido, pues ahora habrá la elección de un nuevo rey.
Y justo en esto se centro el episodio de hoy, en la elección del nuevo rey. Para ello, descubrimos que el rey no es simplemente de apariencias: «No te fijes en su aspecto ni en lo elevado de su estatura, porque yo lo he descartado. Dios no mira como mira el hombre; porque el hombre ve las apariencias, pero Dios ve el corazón.» Esto implica que la elección del rey va más allá de la mera apariencia fisca, Dios sólo ve el interior del hombre pues su interior es precisamente el que le hará capaz de ser un buen rey.
Y por esta razón vemos como van desfilando los diversos hijos de Jesé con el fin de descubrir quién es el elegido por Dios. Pasan ante Samuel siete de los hijos de Jesé, y resulta que ninguno de ellos es el elegido. Ante eso Samuel debe preguntar si falta alguien pues no está quien será el elegido, ante eso hay una respuesta: «Queda todavía el más joven, que ahora está apacentando el rebaño.» Y entonces todos deben esperarlo. Con esta imagen se representa al pueblo de Israel que espera su nuevo rey. El pueblo tiene necesidad de un rey, y ahora vemos la expectativa, de este rey que ha de venir, que viene de Dios, no de ellos, no de los criterios humanos, sino de Dios. Finalmente parece David y él es el elegido.
Podemos ver por lo tanto, que el rey es elegido desde los parámetros de Dios, no de los hombres. Vemos como desfilan ante Samuel los siete hijos. El número siete en la Biblia representa la totalidad, quiere decir que ante Samuel pasaron todos los criterios del mundo, todos los criterios de apariencia, pero Dos va más allá de cualquier criterio de apariencia, va más allá de cualquier criterio mundano, Dios supera la totalidad de los criterios del mundo. Y por ello, el elegido no está entre los siete, pues Dios no escoge esta totalidad de criterios, sino que, el elige el octavo. El octavo en la biblia tiene varias connotaciones, en este caso el octavo representa lo que va más allá del siete, lo que va más allá de la totalidad de los criterios del mundo, por tanto es lo que supera al siete, lo que supera la totalidad de ideas en el mundo.
Pero si lo vemos bien en el fondo el hombre es ciego por estas razones, porque se deja guiar por los criterios del mundo, porque se deja impresionar por lo primero que aparece, o bien por lo que el mundo le presenta de primera mano.
En el fondo el hombre se vuelve ciego cuando se deja deslumbrar por los criterios que el mundo le presenta, cuando deja que los lujos, las comodidades, la moda sean los elementos que guíen su vida entonces no es capaz de valorar su propia vida más allá de esto, sino que todo lo dirige a partir de estos criterios y cree que sin estas comodidades no hay vida o que sin estas comodidades no se alcanza la verdadera felicidad. Esto en el fondo es una ceguera.
Cuando el hombre deja que sus logros, su metas, su buena posición social, su dinero que ha obtenido con su trabajo, sea el todo en su vida, se vuelve ciego pues no es capaz de ver que la vida es más que esto, no es capaz de ver la experiencia de Dios, ni su providencia, pues cree que él es el propio artífice de su vida, pues le mundo lo presenta como un exitoso en la vida y no hay necesidad de más. O incluso cuando se encierra el enero trabajar, creyendo que así es suficiente, abasteciendo de lo necesario a los demás, pero no se da la oportunidad de estar con los seres que le aman, implica que su trabajo es una ceguera. Cuando el hombre se le presenta la idea de que si no hay comodidad, que si se presenta el dolor es un signo de desgracia, y entonces maldice a Dios, maldice su vida e incluso no es capaz de descubrir lo valioso de las personas que están a su lado, lo valioso de la vida en este momento pese a una penuria, sin embargo esta persona está ciega. Cuando el hombre cree que la respuesta está en la violencia, que todo tiene sentido en el odio, en la venganza y va elaborando su vida sólo en el resentimiento, en el rencor, en la venganza, su vida es la de un ciego, pues no es capaz de ver el perdón, el valor del amor de otras personas, el valor del amor con los que vive, sino que se cierra en su odio, se aleja y se exilia de los demás.
Podemos descubrir que así como Samuel se dejó deslumbrar por el primer hijo de Jesé, también nosotros nos podemos dejar asombrar por lo primero que aparece, por lo primero que nos ofrecen, por lo que todos piensan y dicen , pero no ser capaces de ver más allá de esa totalidad, no ser capaces de ver más allá. Sólo se puede dejar de ser ciego y ver a Dios, ver su obra y sobre todo ver la vida desde una nueva óptica lejos de las meras propagandas mercantilistas, cuando vemos más allá de lo que se nos presente, más allá de la totalidad de las propuestas del mundo. Esto implica hacer un camino.
Este camino se puede ver claramente con el ciego, en el relato del evangelio, no dejó de ser ciego de inmediato, sino que, debió de ir caminando hacia la fuente de Siloé, tuvo que hacer un camino para vencer su ceguera, escuchar la palabra, y llegar a enjuagarse. Pero es implica el esfuerzo, el movimiento, y curiosamente un movimiento que tiene como base la escucha de la Palabra, pues él escuchó a Jesús y se fue a lavar. Es la confianza en esa palabra la que la pone en movimiento. Si nosotros escuchamos realmente esa palabra podemos entrar en el camino, y sobre todo tendremos otro criterio que va más allá de los criterios del mundo, pues empezaremos a fiarnos en otra palabra, que no es la palabra del mundo sino la Palabra de Cristo. De esta manera el tiempo de cuaresma se convierte en un tiempo de revitalización para abrir nuestros oídos y escuchar nuevamente la palabra que nos mueve a la luz y nos aleja de nuestras cegueras.

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