10/4/11

«Yo soy la Resurrección y la Vida»

Meditación con motivo del V Domingo de Cuaresma
Ciclo /A/


Textos:
Ezequiel 37,12-14
Romanos 8,8-11
San Juan 11,1-45


Una de las realidades más complejas que puede enfrentar el hombre es la situación de muerte, pues ante esto no hay palabra alguna que resuelva la situación que se vive, no hay palabras adecuadas que ayuden a supera esta difícil situación cuando uno se topa con este fenómeno en medio de la vida. Qué hacer o que decir en estos momentos, en realidad muy poco, o incluso, nada. Y sin embargo es una realidad con la cuál tarde o temprano nos debemos de topar en nuestra historia, no sólo porque nosotros habremos de morir, sino porque en algún momento determinado encontraremos que alguien cercano a nosotros muere. Es una realidad muy humana con la cual nos topamos en algún momento de ahí que el mismo filosofo Martin Heidegger dijese que “el hombre es un ser para la muerte”, marcando así que la plenitud de la humanidad se alcanza justo en la muerte, dando así una visión un tanto existencialista y fatalista de la historia.
Ante esta situación qué puede decir el hombre de fe, que puede decir ante la situación de la muerte. El evangelio del día de hoy nos presenta esta realidad, Jesús se topa con la muerte de su amigo Lázaro y con este episodio Jesús cierra su actividad delante del pueblo, y lo cierra con un anuncio de vida. Esta idea de cerrar su actividad delante al pueblo lo hace diciendo: «¿Acaso no son doce las horas del día? El que camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; en cambio, el que camina de noche tropieza, porque la luz no está en él.» Con estas palabras Jesús habla del final de su obra pública. Las doce horas del día representan el periodo de su actividad que inició en Caná, ahora el día está por terminar. El día es el símbolo del tiempo de su vida, donde ha realizado su obra, donde está la luz, donde ha iluminado a los hombres. Ahora llega la oscuridad y con ello cesa la actividad de Jesús. Ahora llegará la hora del tropiezo, pues en la noche no es posible ver la salvación y aquellos que no quieren verla tropezarán, pues condenarán al justo. Esta actividad de Jesús termina con el episodio de Lázaro, es momento de ir a su encuentro, es lo último que hará. De esta manera la actividad de Jesús terminará con el anuncio de vida, su actividad terminará anunciado que pese a la oposición y a la institución de la muerte, la vida triunfará y signo de ello será Lázaro.
Así Jesús se pone en marcha, dando el anuncio definitivo de la vida. Y para entender este anuncio centrémonos en el encuentro con Marta y entender este anuncio de vida. Marta al enterarse que Jesús ha llegado va a su encuentro y comienza un diálogo en búsqueda de una esperanza, de un consuelo en medio de su dolor y para ello aborda dos putos que ella conoce, pero que en el fondo no tienen sentido en su vida y no le dan ninguna esperanza, y que en realidad no pertenecen al ámbito del verdadero discípulo. La primera de estas afirmaciones es: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas.» Marta muestra su tristeza pues esperaba que Jesús hiciera algo para que esto no sucediera y entonces afirma la primera idea que ella tiene por entendido. Y es que ella ve a Jesús como un mediador infalible ante Dios, pero se queda con este nivel: Jesús es solamente un mediador, es alguien que puede intervenir porque Dios le da esa capacidad, pero no ve que Jesús y el Padre son uno, no percibe que Jesús es más que un mediador, no es aquel que sólo hace obras esporádicas, sino que todo lo que Jesús hace es obra del Padre, es una acción de salvación de continuo. No se puede ver a Jesús sólo como aquel que puede hacer grandes cosas, sino ver a Jesús, significa ver en todo su obrar, la acción del Padre y la salvación que viene de él.
Ante esta argumentación Jesús se limita a decir: «Tu hermano resucitará.» Con esto Jesús no asiente a lo que ha dicho Marta, sino que, le muestra que se vive en un proyecto de salvación y ello implica que hay un proyecto de vida, no porque se lo pida, sino porque Jesús es un proyecto de vida de continuo, es el proyecto permanente del Padre. Por ello dice “resucitará”, y no dice “yo lo resucitaré”, pues no es una obra personal de Jesús, no es un deseo que Jesús le conceda el Padre, sino que es el proyecto del Padre, el proyecto de la vida.
Ante esta aseveración, Marta se muestra turbada y decepcionada y expresa la segunda idea que ella tiene por bien sabida: «Ya sé que resucitará en la resurrección del último día.» Estas palabras expresan la creencia común de la época, en especial la creencia de los fariseos, que marcaba que al final de los tiempos los justos resucitarían. Pero esto no le da ninguna esperanza, por eso dice “ya sé”, mostrando que lo conoce y que seguramente muchos se lo han dicho. Todo eso sucederá en el último día, y esto quiere decir que es algo distante, para ella la resurrección es algo distante, algo que no tiene que ver con su presente, algo totalmente alejado y por lo tanto lo único que le queda es la muerte, es lo que hay y es lo que debe enfrentar.
Podemos ver de esta manera que Marta a pesar de pertenecer a la comunidad cristiana no es capaz de ver el significado de la vida, no es capaz de comprender el significado de la salvación que Jesús trae. Se queda solamente con las concepciones antiguas, sólo ve en Jesús un hombre milagroso que puede hacer algo, pero no ve en él la capacidad de dar una nueva vida, un nuevo sentido de la historia. Ve en Jesús al hombre que puede obrar un milagro y devolver la vida anterior que tenía Lázaro, sin llegar a descubrir la vida nueva que da Jesús. Está atrapada en la concepción antigua de la vida. Y por otro lado, cree en una resurrección, pero lo ve como algo distante y por lo tanto totalmente distante de su historia y de su realidad. Es algo distante, es sólo un concepto, pero nada que ver con lo histórico. Cuantas veces nosotros fundamos nuestra fe en ideas distantes, en meras cosas que en el fondo no tienen nada que ver con nuestra historia y nuestra fe, nuestra adhesión a Cristo.
Por ello Jesús de inmediato le dice: «Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?» Jesús le marca que la vida que él da no es sólo una continuación del pasado, no es algo que sucederá en una realidad totalmente distante a la historia, sino que es una realidad nueva y totalmente cercana. La resurrección no es un mero acontecimiento a futuro, la resurrección es una persona, y una persona en el presente: Jesús. Él es la resurrección. Y al decir resurrección, se refiere a la capacidad de tener vida de nuevo, de una renovación de la vida, Jesús es quien renueva la vida, y marca que no se interrumpe, hay una continuidad en la vida, y Jesús es quien la da. Por tanto, la resurrección es algo presente, pues al ser él la resurrección, él es la vida, pus si él renueva la vida, impide que se interrumpa, es porque él es la vida, da vida al hombre. Y al usar la Palabra vida no se refiere aquí a la mera vida física, no se refiere a la vida biológica, sino habla de la vida en su sentido pleno, habla de la vida en plenitud. Jesús no es la vida física, sino que es la vida en plenitud, la vida en calidad, la vida en su totalidad y por ello es posible la resurrección pues es capaz de dar esa vida al hombre, resucitándolo, no sólo devolviéndole la vida terrena, sino dándole la vida en plenitud.
Por tanto, esto es lo que da sentido a la vida cristiana, y esto es lo que debe de anunciar. La vida no se acaba, la vida no se interrumpe, sino que la vida continúa después de la muerte pues Jesús la ha vencido, y continúa en plenitud, con una calidad plena de vida. Si bien existe la muerte física, no existe la muerte plena. La muerte sólo es el tránsito, para entrar a la vida en plenitud. La muerte acaba con la vida física, con la vida biológica, pues es parte del desarrollo biológico, pero la vida no termina en lo meramente biológico y fisiológico, sino que continúa y está llamada a una vida en plenitud, donde no existen los límites físicos, sino que va más allá de esto. La muerte termina con esa vida física, pero no con el sentido pleno de la vida, y esa vida es Cristo y esa vida la entrega Cristo. Esto es lo que la comunidad debe de anunciar y debe de creer, por ello Jesús, una vez dicho eso le pregunta a Marta si ella cree en esto, pues sólo teniendo fe, solo adhiriéndose a esta veracidad uno puede ser portador esta noticia, y dar un mensaje de vida y esperanza al mundo. Ante esto María debe expresar su fe: «Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo.»
Finalmente esto es lo que debe de creer la comunidad cristiana y por ello Jesús al final del episodio pide que se abra el sepulcro, que se quite la piedra, pues la muerte no es definitiva. Poner la piedra representa que ahí se clausura la historia, después de la muerte no hay más, se ha quedado atrapado en ella y no hay salida. Jesús pide que se abra el sepulcro como señal de que la muerte no es lo último y que hay salida, pues el hombre está llamado a una vida nueva que lo encamina una plenitud de vida. Y como signo profético sale Lázaro, anunciando que la muerte no tiene ya ningún efecto en la vida terrena, pues el hombre está llamado a una vida en plenitud.
Cierto que la muerte toca la vida del hombre y que es momento lleno de dolor, de duda, de incertidumbre, pero la comunidad cristiana, está llamada a ser portadora de un anuncio de vida, que llene de esperanza a partir del testimonio de la fe, pues esta vida es la que se anunciará en plenitud en el tiempo de Pascua y que dará sentido a la vida de fe, por ello en este tiempo el creyente es invitado a meditar en esto, pues esta vida es ya una realidad desde el bautismo.

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