17/4/11

El rostro de Jesús

Meditación con motivo del Domingo de Ramos (Pasión del Señor)
Ciclo /A/

Textos:
Isaías 50,4-7
Filipenses 2,6-11
San Mateo 26,14-75.27,1-66

El día de hoy iniciamos la celebración de la Semana Santa y se abre con esta celebración denominada “de ramos”, haciendo eco del relato de la entrada de Jesús a Jerusalén. Y al mismo tiempo que recuerda ese acontecimiento, este domingo encierra el sentido de la semana santa que estamos a punto de celebrar, por un lado vemos signos de triunfo cuando la multitud lo recibe con euforia y por otro el relato de la pasión que nos demuestra su entrega por nosotros. Son dos momentos calves en este día en donde la liturgia nos invita a celebrar, anticipo el sentido de toda la celebración de estas emana, pues vemos la pasión que propiamente se contempla el viernes santo y vemos una imagen del triunfo, que se llevará a cabo de modo pleno en la resurrección y que se celebrará a partir de la Vigila pascual.
Centrémonos hoy, en esta celebración, en una imagen fundamental: EL rostro de Cristo. Podemos ver en el rostro de Cristo dos realidades fundamentales que nos permiten adentrarnos en las celebraciones que se tendrán en esta Semana Santa.
En primer lugar podemos ver en este día en el rostro de Cristo el rostro de alguien adolorido, de alguien que es ultrajado, que es golpeado. Y es el rostro e Jesús nos refleja la humanidad golpeada por el pecado. En el rostro de Cristo se ve la humanidad adolorida por el pecado, la humanidad que sufre ante el pecado. Y todo el relato de la pasión nos muestra a esa humanidad adolorida, lacerada por el pecado que finalmente alcanza su máxima expresión e Jesús. Podemos ver claramente como en el relato de la pasión la humanidad está fuertemente herida por el pecado, y vemos diversas expresiones de esto. Vemos como el pecado daña a la humanidad. Un primer ejemplo de este daño lo vemos en la traición, el pecado hace que el hombre traicione y volente la experiencia del amor. En Judas podemos ser testigos de esta traición que marca una fuerte división entre la comunidad y sobre todo en la confianza y el amor. El pecado hace que el hombre traicione, que el hombre frustre las expectativas del amor, que los pilares de la confianza vacilen y se caigan. La humanidad es golpeada por esas traiciones en la vida que hacen que el hombre sea débil, endeble, y frustre un proyecto de amor, que frustre la fidelidad de una amistad, de un matrimonio, de una amistad. La traición que en fondo olvida los más grandes valores hace que el hombre cambie su relación con los demás por un mero proyecto personal. Hoy más que nunca resuenan esas palabras de Jesús cuando llega Judas: «Amigo, ¿A esto has venido?» Son palabras que reflejan por un lado la amistad, Jesús no lo insulta, no lo maldice, le llama “amigo”, mostrando la unión que hay entre ellos y al mismo tiempo marca una separación que ahora se establece: “¿A esto has venido?” Este es el drama pues el pecado ha dañado la amistad, ha dañado esta relación, que finalmente se distancia, no porque Jesús lo quiera, sino porque Judas lo ha decidido. Son amigos y ese es el drama, en esa amistad ha entrado la traición.
Otro elemento de esta humanidad dañada por el pecado es la negación de Pedro, que es otro tipo de traición, una traición que engaña al otro. Mientras Judas ah entregado al maestro, Pedro lo niega, y sólo para salvar su vida: Judas por su parte salvaba sus intereses, Pedro quiere salvar su vida. Lo niega y con ello niega la experiencia del amor, niega la experiencia de la amistad, en el fondo es como si no hubiera existido nada con Jesús. En el fondo es una actitud más cobarde que la de Judas, pues él dio la cara y confronto a Jesús en su arresto. En cambio Pedro no lo confronta, no está con Jesús, lo niega a sus espaldas, de frente se dijo ser fiel, y en cuando no está teme y niega. Cuántos a veces son así, niegan la experiencia del amor, niegan que pueda existir la confianza, niegan que se pueda perdonar, que se pueda ser fiel, lo niegan con sus argumentos y con una vida llena de desconfianzas y de intrigas.
También vemos la corrupción que ha golpeado a la humanidad, una corrupción en donde no se busca ninguna verdad, no se busca la honradez, ni encontrar el sentido de las cosas, sino sólo mantenerse en el poder, y así lo veos con los sacerdotes. Ellos sólo se preocupan por el templo y quieren eliminar a Jesús, sólo les interesan sus bienes, sus estructuras, su capacidad de poder dirigir, pero no les importa reconocer quién es Jesús y mucho menos les interesa trasmitirá a Dios: Ellos son los que deben servir de puente entre Dios y el pueblo, pero eso es lo que menos les interesa, sólo buscan el poder sólo buscan querer ser superiores, querer estar en lo más alto y poder chantajear al pueblo. Ahora es necesaria la corrupción, lo demás no importa, si con la corrupción pueden mantenerse, la vida del inocente no importa. Vemos de este modo que el pecado corrompe al hombre y hace que corrompa las verdaderas intenciones, el verdadero sentido de las cosas, alejándose de lo que es valioso y quedándose con el interés de unos cuantos aún a costa de la vida de los demás.
Esta humanidad golpeada por el pecado la vemos así en Pilato, el hombre, que según el evangelio de san Mateo, busca salvar a Jesús, pues piensa que hay algo de fondo que no va bien, pero al final deja que se haga lo que los demás quieran para evitarse problemas, y sólo hace un gesto: «Pilato hizo traer agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo: "Yo soy inocente de esta sangre. Es asunto de ustedes".» Termina descargando la culpa sobre ellos y se evita problemas. El pecado hace que el hombre nos e comprometa en la historia, no se comprometa en la justicia, en el amor hacia los demás. Ese es el rostro de pecado que Jesús termina asimilando.
Si vemos a Jesús desfigurado, sangrado, herido. En el fondo es el rostro de la humanidad, es el rostro que ha sufrido los golpes del pecado, que ha sufrido los golpes de la traición, de la negación, de la corrupción del asesinato, de la indiferencia. En el fondo ese rostro doloroso de Jesús es el rostro de la humanidad golpeada y desfigurada a causa del pecado. Jesús al hacerse hombre a venido tomar nuestra fragilidad y hoy ese rostro refleja esa debilidad en medio de la historia.
Pero ante esto, uno podría preguntarse ¿Por qué lo ha permitido? ¿Por qué no ha respondido Jesús? Y ante eso descubrimos en Jesús su otro rostro, no sólo ah asimilado a la humanidad caída, sino que su rostro es el de Dios, es el rostro de la misericordia. Y este es el sentido de toda la historia de salavción. De tal manera que podemos ver el rostro de la humanidad herida por el pecado, pero también podemos ver el rostro de alguien que ha tomado todas nuestras miserias para salvarnos, y las a tomado por amor. EL pecado le ha desfigurado el rostro, pero su amor ha hecho que lo acepte, su amor ha hecho que lo transforme y llegue la redención. Este es el camino que hoy iniciamos en esta semana santa, el reconocer que estamos heridos por el pecado, pero que finalmente hay alguien que ha tomado todos los pecados, para que seamos capaces de vencerlos y vivir en una dinámica mueva, en la dinámica del amor, sólo así, convencidos de esto podernos entrar en el pórtico de esta semana santa.

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