25/4/11

«Avisen a mis hermanos que vayan a Galilea...»

Meditación con motivo del Lunes de la Octava de Pascua

Textos:
Hechos 2,14.22-33
San Mateo 28,8-15

Una vez que se ha comenzado el tiempo de la pascua, hemos comenzad a recordar nuestro compromiso delante de nuestra fe, y para ello estamos llamados a anunciar esta gracia en medio de nuestra vida, pues la resurrección no es simplemente para ser profesada, sino para anunciarla, y este anuncio implica una transformación de las estructuras de muerte. Por ello, parecen adecuadas la palabras que Jesús dice al toparse con las mujeres: «Avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán.» Jesús les pide ir a Galilea, cosa que es fundamental para entender la idea de la resurrección.
Al hablar de Galilea podríamos verlo desde diferentes puntos de vista, pues es un lugar importante y con una gran cantidad de elementos teológicos dentro del evangelio de san Mateo, aunque también en san Marcos. Pero detengámonos en uno de sus significados que ilumina muy bien el relato de la pascua y nos da un mensaje al iniciar este tiempo pascual.
El texto nos dice que vayan a Galilea. Galilea es un lugar distante de Jerusalén, por lo tanto, un lugar distante a donde Jesús ha padecido y ha muerto. Ir a Galilea significaría huir de la muerte, escapar del lugar de la muerte, del lugar donde el Mesías ha sido asesinado. Ir a Galilea según esta perspectiva implica salir de lugar de la muerte, y eso es lo que esas mujeres deben anunciar, deben anunciar a los discípulos que deben de ir al encuentro del Resucitado, pero que esto solo se logrará si salen de Jerusalén, pues encontrase con aquel que es la vida implica salir de la estructura de muerte. Incluso el mismo texto nos presenta el fraude de los sacerdotes y los solados poniendo de manifiesto que en Jerusalén sólo hay corrupción y muerte.
Celebrar la pascua y por tanto, encontrase con el resucitado, implica salir de la estructura de muerte, de la estructura de opresión, de la mentira, de la corrupción, no es posible encontrarse con el resucitado en el ambiente de muerte. En otras palabras, no es posible que alguien quiera celebrar la pascua sumergido en un ambiente de muerte y de destrucción. No se pude celebrar la resurrección, si el hombre vive atrapado en su corrupción, en su mentira, si no hace nada por vencer su pecado. Si alguien vive atrapado en su vicio, en su rencor, en su egoísmo, no es posible que celebre la pascua. La pascua se celebra caminando a Galilea, caminado fuera de la estructura de muerte.
Por esa razón en la vigilia pascual se renueva la renuncia al mal y se hace la profesión de fe, pues el fruto de la pascua es un nuevo compromiso delante de la vida y ello implica renunciar al mal, pues ahora para aceptar la resurrección el hombre debe de caminar en un rumbo nuevo.
El día de hoy deberíamos de contemplar hasta que punto nosotros hemos caminado a Galilea, hemos dejado la institución de la muerte, y así podríamos ver hasta qué punto hemos celebrado auténticamente la pascua del Señor en nuestra vida. Y al igual que aquellas mujeres anunciar que el hombre debe de ir hacia Galilea, debe ir al encuentro del Señor dejando detrás la institución de muerte, de lo contrario sólo estaremos celebrando una festividad externamente, pero no habremos dejado que nos transforme totalmente. Que esta Pascua sea realmente un encuentro con Cristo Jesús, el que ha resucitado y quiere que resucitemos para der testimonio de su gracia.

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