13/3/11

Pecado: Problema de escucha

Meditación con motivo del I Domingo de Cuaresma
Ciclo /A/

Textos:
Génesis 2,7-9.3,1-7
Salmo 50
Romanos 5,12-19
San Mateo 4,1-11

Una de la preguntas fundamentales que se van haciendo a lo largo de la historia de la humanidad de frente a una realidad que es tangible en la vida y que le rebaza en muchos casos, la pregunta gira en torno al mal. Qué es el mal, por qué si el hombre busca la felicidad, busca la paz, la armonía en su vida existe el mal, por qué si Dios lo ha creado como signo de su amor, ahora existe la experiencia del mal que lo destruye y que de entrada parece contradictorio al amor de Dios.
Esta pregunta es vital en la realidad humana, por ello la Escritura profundiza desde sus primeras páginas sobre esta realidad tratando de descubrir el sentido del mal, tratando de ver el origen de esta realidad. Ya en el libro del Génesis que hoy hemos escuchado como primera lectura podemos descubrir la respuesta que la escritura propone a través de este relato lleno de mitología y simbolismo.
La escena que contemplamos hoy se adentra en dos personajes: La mujer y la serpiente. En el diálogo que se lleva a cabo entre los dos, podemos descubrir el problema del pecado, el problema de la entrada del mal en la historia, se da a partir de una sencilla pregunta: «¿Así que Dios les ordenó que no comieran de ningún árbol del jardín?» Esta pregunta encierra todo un misterio, pues por un lado remite a Dios y por otra remite a un engaño. Esta frase remite a Dios, porque al crear Dios el Paraíso efectivamente da la orden de no comer el fruto del árbol del centro, de tal manera que la pregunta de la serpiente es tendenciosa, pues parte de una realidad ya establecida, parte de algo que conoce el hombre, de algo que Dios ha dicho. No es que la serpiente llegue a innovar y a dar nuevas teorías, una nueva propuesta delante de Idos y la creación. No es una cosa nueva, sino que parte de un dato del todo conocido por la mujer.
Pero al mismo tiempo que habla del mandato del árbol, no lo recita textualmente, sino que lo desvirtúa un poco, pues añade una palabra curiosa que desfigura el mandato de Dios y con ello da inicio a la duda en el corazón de la mujer. La palabra que añade es “ninguno”, “es cierto que no pueden comer de ningún árbol”. El mandato de Dios se ve desfigurado totalmente aquí, pues Dios prohibió comer de un árbol, y ahora la serpiente cambia el diálogo diciendo que no se puede comer de ningún árbol. Con esta frase la serpiente deja entrar una duda y una oportunidad para que la mujer hable acerca del suceso.
La mujer de inmediato, en lugar de evitar la pregunta, en lugar de seguir su camino se detiene para aclararle a la serpiente que está mal, que así no es el mandato de Dios. Y le dría que no es así, que sólo no deben comer del árbol del centro. Pero si nos detenemos un poco, ¿para qué le aclara a la serpiente estas cosas? ¿A poco la serpiente necesita saber sobre esto? Qué necesidad tiene una serpiente de conocer esta realidad, pues la serpiente es un animal inferior al hombre, y no le corresponde saber en lo absoluto que debe hacer el hombre y que no debe de hacer, pues ese mandato no le incumbe para su vida.
Pero la mujer empieza un dialogo contesta serpiente, comienza a querer convencerla de lo que ha dicho Dios. El hombre está llamado a dominar a los animales, está llamado a dirigir sus pasos, está llamado a estar encima de ellos. Pero en este relato vemos lo contrario, pues la serpiente se pone sobre la mujer, se coloca en un puesto que no debe pues se cree dominador de ella, es quien le pide cuentas, quién le quiere dirigir sus pasos, quien le quiere dar los criterios de la realidad y de pedirle explicaciones. Pareciera que se cambian los papeles, que se intercambian los roles, pues la mujer está llamada a gobernar sobre las creaturas, y aquí parece que la serpiente quiere gobernar encima de ella.
Una vez que la mujer explica las cosas, la serpiente muestra su soberanía pues ella hace un análisis de la realidad y le muestra lo que debe de hacer. Hace que olvide lo que Dios le ha dicho, lo que Dios le ha demostrado y con ello le muestra una nueva realidad que es la que ahora debe de seguir. Dios da un mandato, pero ahora ella le da una interpretación de ese mandato mostrando en el fondo un nuevo mandato: «No, no morirán. Dios sabe muy bien que cuando ustedes coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del bien y del mal
Podemos descubrir precisamente como ha cambiado el sentido de la conversación, comenzó haciendo una pregunta inocente, una duda que tenía una cierta referencia con lo que Dios decía y al final sale la verdadera intención: Tergiversar el sentido del mandato de Dios. Con ello presenta una identidad diferente de Dios, se muestra que Dios es alguien que busca limitarlo, pero no amarlo.
Por tanto, el mal entre por dos razones. La primera es que escucha a alguien inferior que ella. La serpiente es un animal más de la creación, por lo tanto, el pecado inicia cuando ella escucha a una realidad que está debajo de ella, que ella debe dominar y con ello implica que olvida la voz de Dios pues presta más atención a lo que ella le dice que a lo que Dios ha dicho. Ha olvidado ella lo que Dios ha mandado, y lo que ha mandado son dos cosas. Ha mandado que domine la creación y ha mandado que no coma del árbol. Pero cuando ella escucha la voz de la serpiente olvida que ella debe dominar a la creación y comienza a hacerle caso, y en segundo lugar por escuchar esa voz olvida a Dios, y hace que sea más importante lo que ella le dice a la voz de Dios.
Ante esta consideración debemos de detenernos y meditar ¿Qué voz escuchamos en nuestra vida? Porque muchas veces somos muy dados a escuchar la voz de nuestros intereses, de nuestros impulsos, de nuestros escrúpulos, de nuestra vanidad, de nuestro rencor. Ello implica que no escuchamos la voz de Dios que nos manda a vencer esos escrúpulos y esos intereses, esas envidias y rivalidades, esa voz que nos invita a vivir desde la dinámica del amor. El pecado sucede cuando dejamos de escuchar lo que Dios nos dice y empezamos a escuchar cosas que en realidad no vienen de él, sino que son inferiores a nosotros y le damos más importancia, pues es más importante ese orgullo o ese afán de poder, ese querer dominar al otro, en lugar de ayudarlo.
La segunda, es consecuencia de esto, pues por no saber reconocer a Dios y con ello lo que realmente le conviene al hombre, pues se le presentan falsa propuestas que llevan a desconocer lo que realmente le conviene al hombre. El mal entra cuando el hombre desvirtúa la realidad y comienza a ver como bueno lo que no es. Cuando se presentan las cosas buenas, adecuadas, pero a la raíz no son así. La serpiente cambia la imagen de Dios y ella lo cree, no recuerda nada de lo que Dios ha hecho por ella, no recuerda que él la ha creado, no recuerda ninguna acción de Dios, sino que todo lo olvida por lo que este ser le dice. Se hace más importante esta propuesta que lo que ella misma ha vivido y visto.
Cuántas veces dejamos que otras realidades parezcan mejor que lo que Dios nos presenta, pues es más llamativo, es la moda, es una promesa de algo mejor, en fin, se nos presentan realidades tan maravillosas que nos hacen olvidar lo que realmente vale la pena. Por ejemplo, cuántas veces hoy en día se nos anuncia vivir una infidelidad como algo normal o un reto para la vida. O cuantas veces los vicios se presentan como la posibilidad para ser mejor, o para nadar en “onda”, o como el mejor escape de la realidad. O cuando la venganza parece el mejor camino para lograr la felicidad. En el fondo a veces pecamos, dejamos que el mal entre y nos dañe o dañe a otros porque dejamos que entren otras realidades que no son buenas, pero dejamos que se nos presente como buenas, que nos deslumbren. Así es como entra el mal, porque Dios nos ha dado esa libertad y desde esa libertad podemos escuchar otras realidades que no sean lo que realmente da plenitud al hombre y escoger situaciones de la vida que en realidad tergiversan la realidad.
El tiempo de cuaresma es un tiempo para detenernos, para meditar, para descubrir hasta que punto hemos dejado que la Palabra de Dios entre en la vida y la hemos escuchado. Es un tiempo para detenernos y dejar que esa Palabra vuelva a resonar en nuestras vidas, pues sólo así podemos empezar a caminar desde el proyecto de Dios. Así como en el evangelio del día de hoy en donde se nos presenta a Jesús que entra en el desierto y al final vence al tentador, y lo vence no con elocuentes palabras, o con discursos bien estructurados, o a fuerza de penitencias, sino que lo vence con la Palabra de Dios. Todas las respuestas que Jesús le dirige al demonio son tomadas de la Escritura. Jesús vence al demonio con la Palabra de Dios. Quiere decir que cuando se acoge la Palabra entonces el hombre se renueva y es capaz de transformar su vida, pues vence la tentación, vence el mal, pues la voz que escucha es la voz de Dios, y no la de otras realidades. Que el tiempo de cuaresma sea el tiempo para que recordemos que siempre escuchemos la Palabra, pues sólo de esa escucha se puede ser auténticamente discípulo.

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