11/6/09

El día de nuestra primera comunión

Meditación para la Solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo

Textos:
Éxodo 24,3-8
Hebreos 9,11-15
Marcos 14,12-16.22-26

Uno de los misterios fundamentales dentro de la vida cristiana y que es una de sus bases en la vida espiritual, es sin lugar a dudas lo que hoy la Iglesia está celebrando: La solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo. Podemos decir que la gran cantidad de creyentes se ha iniciado en este misterio desde el día de su primera comunión, pero muchas veces esto es sólo algo pasajero, algo lejano a nosotros, de ahí que podríamos preguntarnos ¿Qué significa esto para el creyente de hoy? El texto del Evangelio parece darnos una pista.
San Marcos nos dice que en la última cena, lugar donde se instituye este sacramento: «Tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio y dijo: “Tomad, este es mi cuerpo.”» Jesús ofrece su pan y explica que es su cuerpo. ¿Pero qué significa que sea su cuerpo? El cuerpo dentro del simbolismo antropológico-bíblico significa persona en cuanto identidad, presencia y actividad. El cuerpo es el símbolo de la persona, con todo lo que conlleva en su vida. Jesús lo que ofrece es su persona en cuanto tal. El cuerpo es el hombre en sí, puesto que no tiene cuerpo, sino que es cuerpo, de modo que, el cuerpo es el hombre en cuanto tal, con su creatividad, sus sueños, su persona. Decir “esto es mi cuerpo” implica decir esto es mi verdad, el sentido de mi vida, es mi Reino. Con esto se puede marcar que el sacramento de comunión no es simplemente formarse y abrir la boca para recibir la hostia consagrada, es más que eso es un compromiso en donde cada uno de los creyentes se come a Jesús mismo. Se comen a Jesús con su proyecto, con su Reino, con su entrega, su capacidad de amar y de perdonar. Por tanto, no es sólo formarse para recibir la comunión, es más que eso, es un momento privilegiado para recibir a Jesús en la propia vida. Esto debiera entonces de descubrir el valor del Sacramento de la comunión, que no es simplemente una norma o una costumbre o una devoción más en la vida de la Iglesia. Es un compromiso.
Este es un compromiso es necesario dentro de la vida espiritual del creyente, puesto que al pasar Jesús el pan les invita a comerlo y si Jesús los ha invitado a tomar este pan se refiere por tanto a tomarlo a él como norma de vida y así continúen con su obra salvadora. Se convierte así en envío a proseguir la acción de Jesús. ¿Hasta que punto permitimos que este envío de Jesús repercuta e nuestra vida? ¿Cada vez que comulgamos nos sentimos interpelados para encontrarnos con Jesús y anunciarlo con nuestra vida? ¿Cuántos niños hacen anualmente su primera comunión? Y ahí se quedan sin comprometerse, porque lo ven como un acto meramente social, festivo, pero nunca lleno de fe y compromiso. Después de esa celebración deberían existir una comunidad de discípulos constructores del Reino. Todo esto debe llevarnos a la meditación y reconocer lo que se requiere de cara a esta celebración.
Si hoy celebramos esta festividad deberíamos no simplemente de adorarlo puestos de rodillas, sino de cuestionarnos y descubrir realmente cuál es la razón de este Sacramento en nuestra vida y realmente dejarnos transformar por él. Pues cada vez que comulgamos en el fondo es identificarnos con el amor, con el proyecto del Reino.
Por tanto, cada vez que saliéramos de la celebración Eucarística deberíamos de salir transformados y comprometidos por construir el Reino. Construirlo iluminados por su palabra y fortalecidos por su sacramento. Es un momento para permitir que el Señor venga a nuestras vidas e iniciar una transformación de nuestro ser.
Junto con la entrega del cuerpo Jesús continúa: «Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio, y bebieron todos de ella. Y les dijo: “Esta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos.”» La sangre es el símbolo de la vida. Esta sangre se derrama no es un rociar como en los cultos, sino que son invitados a beberla, por tanto a un aumento de vida. El verbo derramar en griego en este pasaje Ekchynnō, hace referencia a un derramamiento debido a una muerte violenta. La sangre no se derrama por Israel, sino por muchos, puesto que trae una alianza universal.
Con el cáliz se anuncia que el discípulo debe de dar su vida. Debe entregarse totalmente en su ser, a favor de los demás. De este modo la eucaristía se convierte en donación de la vida, a favor de los demás. Es momento para reflexionar si realmente me he dado a favor de los demás, dedicando mi tiempo, mi trabajo, mis capacidades a favor de otros, o sólo me los reservo para mi mismo.
Comulgar es hacer comunión, es encontrase con el otro y dar la vida plenamente a favor de los demás. Si no hay entrega de la vida no hay Eucaristía. Si sólo se comulga, pero sin ser capaz de descubrir al otro, es nulo. Si sólo se comulga para entrar en sí mismo y ensimismarse con sus rezos, es una comunión vacía y hueca.
Comulgar se convierte en donación, en salida al otro. Es dar la vida totalmente. Y es dar la vida en identificación de Cristo, construyendo su Reino, su paz su amor, su perdón. Podríamos decir que aquel que comulga transforma su vida y cambia su entorno. Comunión es dinamismo y transformación.
Hoy deberíamos de meditar ¿Hace cuánto tiempo recibí mi primera comunión? Pero sobre todo ¿Hace cuanto he permitido que este Sacramento me transforme y me haga iniciar en mi vida y entorno de un manera diferente? Lo importante no es que tan bella fue mi celebración de Primera comunión, o hace cuanto tiempo; sino qué tanto he permitido que esa celebración cambie mi manera de pensar y de actuar en medio del mundo. Qué tanto he dado la vida a favor de los demás ¿Qué tanto he permitido que esa primera comunión sea una transformación en mi vida?
Sería un buen ejercicio, ver nuestra foto de primera comunión y pensar que tanto hemos dejado desde ese día que el Señor nos transforme; qué tanto hemos ido construyendo el proyecto de Jesús, proyecto lleno de amor y misericordia, de paz y justicia; Qué tanto me he ido entregando a favor de los demás. Ver nuestra foto de primera comunión es vernos sencillos, y al mismo tiempo la grandeza de un Señor que ha venido a nuestra vida desde entonces para iniciar un cambio e identificación con él. Y si el viene constantemente a nuestra vida por qué no empezar desde hoy a cambiar nuestra historia dejando que él nos renueve.

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