12/6/09

«… la semilla brota y crece sin que él sepa cómo…»

Meditación para el Domingo XI Ordinario
Ciclo /B/

Textos:
Ezequiel 17,22-24
Salmo 91
2ª Carta a los Corintios 5,6-10
San Marcos 4,26-34


En la sociedad actual está movida actualmente por dos realidades contrapuestas: Por un lado en medio de la vertiginosas sociedades movidas por los interés, los negocios, el tiempo, se da un gran activismo para hacer las cosas lo mas rápido posible, e incluso genera un cierto egocentrismo creyendo que sólo uno puede hacer ciertas cosas creyéndose indispensable, él único que puede hacer las cosas. Para ello se trata de hacer todo de la mejor manera, pero llamado la atención para que los proyectos y obras que se van realizando sean grandes, extraordinarios y llamativos, a fin de quedar bien.
Por otro lado, otra parte de la sociedad lejos de caer en ese activismo, se ve llena de un terrible pesimismo. No quiere hacer nada, ya no hay ideales, no hay metas a alcanzar, para llegar. Todo queda reducido a no hacer nada, creando un ambiente de tristeza, de soledad, de nostalgia. Con ello el hombre se encierra en su tristeza y fatalismo o bien se queda en un conformismo absoluto y absurdo. Cuántos no quieren saber nada del gobierno, del deporte, de la realidad misma que le rodea porque todo ha perdido el sentido
Ante esto surgiría la cuestionante ¿Cuál de estas dos realidades es lo mejor? ¿Vivir encerrado en sí mismo sin esperar nada y conformarse con el devenir de lo histórico dentro de la sociedad? ¿o trabajar frenéticamente para realizarlo todo, creyéndonos con la capacidad de hacerlo todo? Considero que ninguno de estos externos es el más adecuado. Y desde una visión de la fe podemos descubrir en el pasaje del Evangelio del día de hoy una respuesta a estas situaciones para nuestro camino de fe.
En primer lugar se nos presenta la parábola de la semilla que crece sola, una parábola que sólo aparece en el evangelio de san Marcos. Con esta parábola Jesús trata de manifestar una realidad vital y fundamental para la vida del creyente, pues la semilla crece sin que se sepa como sucede. Con ello, Jesús está manifestando que la vida no es sólo trabajo, un mero activismo, así como tampoco una pasividad. En la vida hay cosas que van creciendo que van desarrollándose y que es don gratuito de Dios.
Si la semilla crece sin que lo sepa el sembrador quiere decir que hay que descubrir la intervención de Dios que actúa y hace germinar. Pero ello no quiere decir que debemos ser pasivos como si todo fuese a solucionarse por arte de magia o bien en señal de que ya no queda nada que hacer porque todo es un determinismo vacío y absurdo. Como si todo fuera obra de Dios y todo lo que el hombre hiciese fuese nulo o vacío.
Pero tampoco quiere decir que en la vida hay que hacerlo todo, como si Dios no actuase. Aquí reside la mayor problemática de nuestro mundo, creemos que Dos ya no actúa, que Dios no hace nada, que sale sobrando. Creemos que todo lo tenemos que hacer cada uno de nosotros, porque Dios ya no hace nada. Y entonces nos conformamos o bien, queremos hacerlo todo. Y el hombre trata de manipularlo todo creyéndose el dueño absoluto de la vida. Es el hombre el que quiere mandar, el que quiere destruir o construir, pero nunca se percata de que Dios está en su vida. Porque la acción de Dios es sencilla y casi imperceptible, es como esa semilla que va creciendo lenta y gradualmente. Como si nada pasase. Pero al final crece y brota la semilla. Dios es así, actúa dentro de la vida, va haciendo crecer la vida, parece imperceptible porque las grandes cosas en la vida no crecen aparatosamente, sino que van creciendo gradualmente.
Muchas veces vamos por la vida queriendo sorprender con cosas maravillosas y aparatosas, pero Dios no actúa así, sino que en lo sencillo de la vida va haciendo germinar algo nuevo. La fe que recibimos en nuestro bautismo va creciendo poco a poco sin que sucedan cosas vistosas, sino que se van dando gradualmente, en la medida en la que nos acercamos a Dios, a los sacramentos. A la oración, sin que nos demos cuenta crece y repentinamente descubrimos que todos estamos llenos del amor de Dios y con una confianza entera hacia Él.
A veces parece que no hay soluciones en medio de nuestra historia, porque nos topamos con problemáticas y dificultades y parece que Dios no actúa, incluso quisiéramos que todo se resolviera repentinamente, de modo maravilloso. Pero Dios no actúa así, ni nos deja, al contrario desde lo sencillo de la vida aparece con cosas básicas, como la alegría, la felicidad, el encuentro con los amigos,
Lo que necesitamos ante todo es maravillarnos de cómo en los sencillo ocurren las cosas más grandes, lo más maravilloso, lo que nos anima a seguir adelante. De qué nos serviría una vida llena de salud, libre de deudas, sin el valor de la amistad, sin una familia con quien convivir, con una fe que nos transforma y anima a seguir adelante. Debemos maravillarnos que a pesar de las vicisitudes de la vida Dios actúa lentamente, pero nos va haciendo crecer para ir mejorando cada día e ir recibiendo los regalos de su amor.
Por tanto, Dios hace crecer todo lentamente, lo importante es saber descubrir su acción. Y esta acción de Dios va siendo en lo pequeño, sin ostentaciones pues como el mismo Jesús lo dice el reino no es otra cosa que la semilla de mostaza, una realidad pequeña pero que crece lo necesario par dar frutos necesarios, reconociendo como Dios va actuando desde lo pequeño de la vida. Lo importante es esperar, no desesperarnos y reconocer que Dios nos da lo necesario para ir mostrándonos que no estamos solos, sino llenos de su gracia y transformación. Él va actuando y mejorándonos en la vida, a veces con cosas pequeñas casi imperceptibles pero que nos ayuda a crecer y a mejorar en nuestra vida.

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