20/6/09

«Jesús se había puesto a dormir en la popa»

Meditación para el Domingo XII Ordinario

Textos:
Job 38,1.8-11
2 Corintios 5,14-17
San Marcos 4,35-41
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Dentro de la vida del hombre se suelen presentar problemáticas en su historia que le van impidiendo salir adelante. Problemáticas de diferentes índoles. Problemas familiares porque no sabe como solucionar algunas disputas que han surgido entre ellos, porque los hijos son rebeldes, porque el matrimonio no está caminando bien, porque hay fracturas al interno de los miembros de la familia y ya no se hablan. Problemas económicos, porque hay deudas terribles, no hay trabajo, no hay medios para salir a flote de esta situación. Problemas internos porque hay una enfermedad terrible que va carcomiendo nuestra vida, porque parece que vivimos arrojados al dolor, pues por dentro nos sentimos débiles o solos. Incluso vamos por la vida tristes porque un ser querido ha fallecido y n sabemos que hacer para salir de esa tristeza.
Podemos decir que en muchas ocasiones nos topamos con nuestros límites y eso nos debilita en nuestra vida de fe, pues en esas situaciones pareciera que Dios nos deja, nos abandona. Creemos que nuestra vida ya no tiene ningún sentido. Vamos caminando sin sentido y con un gran dolor. “Dios nos ha dejado pues me ha dejado sólo en esta enfermedad”, “Estoy condenado al sin sentido”, “Estoy solo en esta vida”, “¿Por qué Dios se llevó a este familiar que lo es todo en mi vida?
Sobre esta dura situación nos ilumina el texto del Evangelio del día de hoy. Se nos presenta a los discípulos y a Jesús en la barca, figura de la Iglesia, en medio del mar sufriendo los estragos de una tempestad. El mar dentro de la Escritura es el símbolo de maldad, de todo aquello que limita e impide que el hombre se realice. Por tanto, cuando nos topamos con la figura del Mar, no encontramos con la maldad que oprime y esclaviza al hombre, la maldad que hace estragos en la vida del hombre, impidiéndole realizarse y logrando que se frustre y arrojándolo al sin sentido en la vida.
El texto nos muestra que «En esto, se levantó un fuerte torbellino de viento y las olas irrumpían en la barca.» Encontramos una situación crítica dentro de la comunidad, se desata una tormenta y con ello pareciera que todo está perdido pues amenaza con hundir la barca. Cuantas veces nos encontramos así, en medio de las tormentas que van sacudiendo la barca. La tormenta de la desilusión, de la desesperación, del agobio, de la tristeza. Comienzan a sacudir fuertemente esta barca. Pareciera que ya nada se puede hacer, pareciera que todo está condenado al fracaso, a la desilusión, estamos condenados a hundirnos. Esta figuras de la barca zarandeada, es la figura del hombre violentado en su vida por situaciones que le rebasan.
Sin embargo lo temible en sí mismo no son las olas que amenazan con volcar la barca, el verdadero peligro es otro, pues el texto añade algo importante: «Las olas irrumpían contra la barca, de suerte que ya se inundaba la barca.» Si bien la barca se ve zarandeada por las olas, hay otro peligro mayos y es precisamente el agua que se mete en la barca, lo cual hace que se inunde. Aquí podemos ver un fuerte símbolo de lo que sucede en la vida de la Iglesia. El agua de afuera, es la iglesia enfrentada al mundo, la iglesia enfrentada a la mentalidad imperante, la iglesia perseguida. Pero las aguas de adentro, son las que comienzan a hundir a la barca. Son los que se han corrompido dentro de la comunidad, son aquellos que se llenan de falsas mentalidades. Esas aguas son las mas peligros porque al estar dentro de la barca la inundan, la amenazan para que no se mantenga a flote. Son aquellos que meten falas ideas al interior de la Iglesia, engañando e impidiendo que realmente se viva el evangelio. Por otro lado, también estas aguas que se adentran en la barca son aquellos que en la comunidades primitiva traicionaron a sus miembros, entregándolos a los perseguidores. De modo que, se hunde porque ellos provocan la tormenta, la corrupción está en la misma barca, o bien se han dejado influenciar por la mentalidad del mundo y se empieza a corromper.
Con este símbolo podemos encontrar que san Marcos a introducido esta figura para demostrar el verdadero peligro que se da al interior de la comunidad, y no son las olas que agolpan la barca, sino el agua que se introduce al interno dela Iglesia. Con ello podemos ver que el problema ante la tormenta es precisamente que se introduzcan mentalidades erróneas, que amenazan con hundir la barca.
El hombre ante las situaciones de peligro, de horror, de tristeza, de soledad, de desesperación, suele dejarse invadir por un sentimiento de miedo, de desánimo, de crisis, que lejos de permitirle ver por donde navegar, le va hundiendo la barca de su vida. El verdadero problema por tanto, no se limita simplemente a la tormenta, sino a el agua que se mete en la barca, porque eso es lo que realmente nos lleva a hundirnos por la vida.
El problema no son los conflictos en la familia, sino la mentalidad de la desesperación, de la tristeza que no inunda y que nos va ahogando lentamente hasta el extremo de perderlo todo. La dificultad cuando alguien muere se da cuando se pierde toda esperanza, cuando no creemos que haya lago más en nuestra vida, que la mentalidad del sin sentido, la tristeza, el abandono se hace tan fuerte que el hombre ya no puede hacer nada. La mentalidad derrotista que impide que el hombre se levante nuevamente y se esfuerce para salir adelante, eso es lo que daña. Finalmente, no es otra cosa sino una mentalidad sin fe la que nos invade y por lo cual no podemos seguir adelante en la vida, pues creemos que Dios no existe o nos ha abandonado, o peor aún que nos maldice o castiga. Esta es la mentalidad de los mismos apóstoles: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?» Se han dejado guiar por una mentalidad fatalista y por ello sólo reclaman, marcando que a Jesús no les interesa.
Sin embargo el texto parece darnos una luz muy importante: «El se había puesto a dormir en la popa, sobre el cabezal.» Jesús se duerme cuando inicia con la tormenta, por tanto está ahí en la popa. La popa está el timón de la barca. Jesús es el que conduce a la Iglesia y por tanto eso debe bastar en medio de las dificultades. El que rige la comunidad es Jesús y nada debe que temer.
Lo importante es descubrir que ahí en medio de la tormenta, Jesús no nos ha dejado, sino que permanece ahí, duerme, pero lo hace guiando a la Iglesia. Él va en la popa, el va conduciendo a la Iglesia, él va dirigiéndola en medio de la tormenta. Parece que no está ahí, no hace ruido, parece dormido, pero ahí está. Lo importante es dejarnos guiar por Jesús. Aunque todo parezca perdido, él no nos deja.
Parece ser que en la familia hay muchos problemas, por qué no dejare que Jesús nos ilumine, nos guíe, nos muestre un camino nuevo para solucionar esas dificultades. Que nos de alguna virtud, como la paciencia o la paz, para que podamos efectivamente salir adelante en medio de la tormenta.
Si algún familiar murió y crees que ya nada se puede hacer, por que no reconocer que en medio de esa tormenta triste Jesús va en la popa y te va guiando, te va acompañando, no te deja solo, sino al contrario él va acompañándote y te hace descubrir nuevas cosas para seguir adelante, si bien lo extrañas, también date la oportunidad de ver en la gente que rodea, los que están cerca de ti, que animan y ayudan para seguir adelante. Es Jesús que pone medios para que no desviemos la vida.
Si hay problemas, porque no dejar que Jesús te ponga un nuevo camino y te ayude a salir adelante. Que te de fuerza y ánimo para progresar y no detenerse.
Por tanto tenemos dos opciones en medio de una tormenta: dejar que el agua se meta y amenace con hundir nuestra barca o despertar nuestra fe y dejar que aquel que va en popa guíe a cada momento nuestra vida en medio de la tormenta. Las propuestas están en la mesa, pero la decisión es nuestra.

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