15/5/09

Amor: Cimento de la fe

Meditación para el Domingo VI de Pascua

Textos:
Hechos 10,25-27.34.44-48
1Juan 4,7-10
Juan 15,9-17

Hoy en día parece que el cristiano es alguien que no encaja bien en la sociedad, pues sus propuestas, planes, doctrinas parecen totalmente contrarias a lo que el mundo y la sociedad anuncian. Y ante ese cúmulo de adoctrinamientos que se anuncian en medio del mundo, sus posturas, sus celebraciones, podríamos decir ¿Por qué lo sigue anunciando el cristianismo? ¿Por qué no se pone a la “moda”? ¿Por qué no sigue la corriente a todos y se quitaría de todos sus problemas? Pero es que el cristianismo no es un cumulo de doctrinas o de celebraciones. No es producto de moda o un producto reciclable, que deba de renovarse con cosas novedosas, o una especie de camaleón en donde deba de camuflajearse se y adaptarse al ambiente en el que se vive. El Cristianismo es algo más. Y no puede vivir como una era adaptación de ideologías mundanas.
El cristianismo tiene una base fundamental y es la vivencia del evangelio, el cual es el parámetro para la experiencia de la fe. Pero ese evangelio se puede resumir en una palabra, la cual le da la base fundamental para seguir adelante: El amor.
Si se anuncia una doctrina, una vivencia, una prohibición, la base de todo está en la experiencia del amor. Todo lo que se debe de vivir el Cristianismo es fruto de la vivencia del amor. Y si algo atenta en contar de ello, entonces no hay amor, más aún, no hay experiencia de fe. Sin amor todo sería una farsa, un absurdo, un ridículo, una caricatura de vida de fe. Sin amor todo queda vacío y estéril en la vida de la Iglesia.
Sobre esto nos habla los textos de esta liturgia dominical. Primeramente la segunda lectura nos ofrece el centro y sentido de esta realidad con una expresión extraordinaria: «Dios es amor.» Con solo esta expresión se puede entender el sentido de la fe cristiana. Si el hombre tiene fe, se debe precisamente porque se cree en un Dios que es amor, un Dios que vive de la experiencia del amor. No es un Dios vengativo, ni impersonal, ni desinteresado, ni déspota, ni justiciero, ni lleno de rencor, ni egocéntrico, un buscador de venganza. Es un Dios de amor, un dios que viene a demostrar que lo más importante es la donación, el preocuparse por los demás, el volcarse hacia los demás para favorecerlo, ayudarle. ¡Si! Dios es amor. Y por tanto en él no cabe la destrucción, la venganza, el odio, el egoísmo. Solo hay una dirección: El hombre, por el cual se desvive, al punto de crearle, darle su imagen y semejanza, y de dar la vida de su propio Hijo para salvarnos. Dios es amor.
Si Dios es amor, entonces la fe del creyente debe partir de esta experiencia. Amar sin límites, sin egoísmos, sin intereses personales. Amar es la base de nuestra fe. Si Dios es amor, mi fe debe tener como referencia ese amor. De lo contario no sería totalmente una fe que parta de ese Dios de los cristianos.
Sin embargo, es necesario aclara qué es el amor, puesto que hoy en día es una palabra sumamente desgatada. Se utiliza para cualquier tontería. Se dice que se ama a un perro, a un objeto, a un sentimiento pasajero, se dice que se ama a alguien cuando sólo hay una mera atracción.
Por esta razón Jesús da el mandato del amor manifestando así la esencia del cristianismo, pues todo se debe entender desde la vivencia del amor: «Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado.» Jesús manifiesta como mandato vital el amor, y si es un mandato no es una obligación externa, más bien se trata de de lo necesario sin lo cual no puede existir la vida de fe. Además añade que es un mandato nuevo. Pero nuevo no remite a que sea un aporte a la historia del pensamiento humano, como si fuese algo desconocido. Tampoco quiere decir que sea algo nuevo en la Ley de los Judíos, puesto que Lv 19,18 hablaba acerca del amor al prójimo. El adjetivo “nuevo” dentro de la Escritura caracteriza las realidades de la salvación esperada al final de los tiempos. El mandato es nuevo, porque remite a la nueva alianza que realizará Jesús. Al inicio de una nueva manera de vivir la fe. A partir de ahora la fe sólo se puede vivir desde la perspectiva del amor. Los discípulos deben trasmitir ahora este amor. La novedad es la vivencia del amor sin medida. No se podrá hablar de cristianismo sin amor.
Jesús continúa marcando esta realidad manifestando que: «Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.» Con esto Jesús da a entender dos realidades importantes: Primeramente nos dice que amar es dar la vida en favor de los demás. Con esto Jesús pone el dedo en la llaga y no dice que debemos entender por amor. Amar no es sólo un sentimiento, es la donación de la vida. Amar implica entregarse sin medida a favor de los demás, no para que a mi se me de una respuesta, Amar es darse sin medida, es entregarse totalmente. Amar no implica necesariamente correspondencia, si yo amo a una persona debo entregarme sin medida, sin esperar nada, sin restringirlo, sin obtener algún beneficio, para recibir algo a cambio. Eso no sería amor, sería conveniencia, egoísmo, favoritismo. El amor desde la perspectiva cristiana es la entrega sin medida, es el volcarse a favor del otro sin esperar nada, pues la recompensa en el fondo es la donación a favor del otro, es darle felicidad al otro. A primera vista podría parecer repulsiva esta visión del amor, pues parece absurda, contradictoria ¿Cómo se puede amar y no recibir nada? Pero desde el cristianismo el amor es darse, salir hacia el otro, sin recibir nada a cambio. Y eso se entiende desde el acontecimiento de la cruz, pues como el mismo Papa Benedicto XVI lo ha expresado: «Es allí, en la cruz, donde puede contemplarse esta verdad. Y a partir de allí se debe definir ahora qué es el amor. Y, desde esa mirada, el cristiano encuentra la orientación de su vivir y de su amar.» (cfr. Deus Cáritas est n.12). Si no hay entrega, no hay amor realmente.
En segundo lugar Jesús habla de dar la vida por los amigos. Así, amar es signo de amistad. Sin amor no hay amistad, sólo complicidad, relajo, pero no auténtica amistad. El amor debe ser la base de la amistad, y ello implica comprensión, ayuda, sinceridad, corrección. No se puede ser amigo si no somos capaces de entenderlo y ayudarlo. A veces hay quienes se llaman amigos, pero sólo por conveniencia, para sacar un beneficio, para obtener algo que le ayude. O se dicen amigos, pero sólo para hacer relajo, ni se interesan por la vida de ellos, sólo se divierten y ya, sin importar lo que al otro le suceda. O bien cuantos se dicen amigos porque lo inducen a algún vicio, destruyéndose la vida mutuamente, alguien que atenta contra el otro. Ni es amigo el que esconde y tapa lo que el otro hace, en lugar de corregirlo. Amar es ser amigo ayudando y no ocultando, siendo solidarios y no egoísta sanando cosas para sí misma. Amigo es el que te marca tus errores par que seas mejor. Te ayuda para que te superes. Te invita a hacer cosas que valen la pena. Te evita que cometas errores y trata de alejarte de aquello que te lastima. Se divierten mutuamente.
Todo esto lo dice Jesús por un motivo: Ser alegres. En el fondo este mandato de amor es para que se viva en la perspectiva de la alegría: «Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado.» En el fondo vivir el amor y la donación sirve con grande alegría en nuestra vida. El amor es el medio para alcanzar la alegría. Aunque a veces pareciera que se proponen cosas fuera de moda, absurdas, anquilosadas; lo cierto es que son basadas en la experiencia del amor que transforma nuestra vida y nos da el auténtico gozo. Amar, por tanto, es una experiencia profunda de alegría. Cuando hay amor debe venir en consecuencia la vivencia de la alegría porque las cosas se hacen de la manera más extraordinaria.
En conclusión, podemos decir que la pascua es una experiencia de amor para transformar nuestra vida y vivir desde nuestra experiencia la resurrección, teniendo en nuestra vida la fuente fundamental de nuestro amor: Dios es amor. Tendiendo eso nuestra fe y vida cristiana podemos seguir adelante actualizando la pascua en nuestro ser por medio del amor, un amor que viene de Dios.

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