24/12/10

Acto 1: Queremos construirle una morada Dios

Meditación con motivo del 24 de diciembre
Textos:
2Samuel 7,1-5.8-12.14.16
San Lucas 1,67-79

Estamos casi por llegar al tiempo de la navidad. Y por ello, podemos contemplar gracias a la liturgia de la Palabra tres actos, que nos llevan a reconocer lo que significa esta celebración, y ver cómo nos disponemos a celebrar este tiempo, reconociendo nuestra visión de la navidad en nuestra vida. Para podemos profundizar en esta realidad quisiera partir de una meditación acerca de una idea: La tienda o el lugar donde se habita.
El día de hoy en la liturgia matutina podemos descubrir, como el rey David quiere construir una tienda, quiere establecer la tienda para que allí habite Dios: «Mira, yo vivo en una casa de cedro mientras que el arca de Dios se encuentra por debajo de las cortinas de una tienda de campaña.» David descubre que él vive en lo fastuoso de su palacio, y ve que es algo inadmisible, pues Dios está a las afueras sin nada que le reconozca su grandeza. David quiere construir un templo para que dese ahí se vea la grandeza de Dios. Este proyecto tiene a la base dos intenciones. Por un lado, una visión de un hombre piadoso, pues quiere reconocer la grandeza de Dios, no basta que él viva en su palacio, que manifiesta su papel delante del pueblo, sino que se debe de reconocer también la grandeza de Dios. Manifiesta así su piedad y fervor hacia Dios.
Pero también existe en otra intención: La legitimación del reinado de David. Una legitimación que se hace no sólo políticamente, como lo ha venido haciendo, ganado las guerras, y demostrando que es un líder carismático capaz de unir las diferentes tribus del pueblo de Israel. Esta legitimación de debe de hacer también desde el ámbito religioso demostrando que él tiene la protección de Dios, que Dios está junto con él. Así, si bien ha llegado la paz al pueblo de Israel, deben descubrir que David debe de seguir al frente porque Dios lo ha escogido, y por tanto sigue junto a él, y el templo será el signo de la presencia de Dios, que vive y habita junto a él.
Sin embargo a Dios no le parece esta visión, pues mantener una sede permanente es inaceptable, porque él es un Dios en movimiento, no es estático, siempre va haciendo camino, siempre va conduciendo a su pueblo. Yahveh es el Dios del éxodo, de la salida continua, del camino perpetúo. Desde que llama a Abraham, lo pone en marcha y él camino junto a él, llama a su pueblo para que se liberan de la esclavitud, y para ello camina junto con ellos, no los establece en un solo lugar, si bien debían llegar a la tierra prometida, también les demuestra que es un Dios de camino, un Dios que sale, que está en marca. Un templo, por lo tanto, parece contradecir la visión de Dios, pues lo encarcela, lo atrapa. El templo viola la libertad y la esencia de Dios.
Una morada para Dios significaría querer atrapara Dios en una sola ideología, en quererlo tener a su servicio. El templo contradice la comprensión de Dios, pues no puede ser corrompido y controlado por un mero sistema, representado por el templo. Por esa razón Dios manda al profeta y le dice que no serán así las cosas: «El Señor anuncia que va a hacer una casa.»Dios legitima a David, le recuerda que Él siempre ha estado con él, pues Él lo escogió para sr rey, pero para legitimarlo, no es necesario crear estructuras, corromper el sentido religioso, querer encasillara Dios en sistematizaciones, y señal de que estará con él, es la promesa de una casa. Aquí encontramos un juego de palabras, pues David quería construirle una casa, un edificio, ahora será Dios quien construya una casa, es decir una familia, una descendencia. Con esto legitima Dios a David, y no sólo en ese momento sino que se trasporta hacia el futuro, hacia su descendencia, Dios estará siempre con él, con su familia, con su descendencia.
Tal vez nosotros también, somos como David, queremos construir una casa a Dios, queremos que esté con nosotros, pero veces queremos que esté para que nos vaya bien, para que tengamos suerte, para tener poder o dinero. Eso no es la fe, no es encerrar a Dios en meros dogmas o estructuras, o en modos de pensar, ni en falsas ideologías, no es encerrar a Dios en nuestra conveniencia, para obtener lo que queramos. Dios nos hace promesas, de que siempre está con nosotros, manifestándose en diversas formas para alcanzar el verdadero sentido de la vida.
Esta promesa a David se ve cumplida en el acontecimiento de Navidad, pues Jesús nace en la descendencia de David, por san José. Y nace para que descubramos que Dios está más allá de una estructura. Celebrar la navidad es celebrar que Dios viene a nuestras vidas, sin estructuras, sin modelos, sino que rompe todo eso, porque él es libre, quiere caminar con nosotros, y quiere que seamos libres y capaces de acogerlo desde la dimensión del amor. Celebremos la navidad, pero no encasillando en meros paradigmas que no dan sentido a la fe y que evitan el verdadero encuentro con Jesús. No queramos construirle una casa a Jesús, no queramos encerrarlo en nuestras ideas, al contrario, dejemos que nazca, nos libere y nos de una nueva visión de la vida. Sólo así se vive realmente la navidad.

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