19/12/10

Signos de Dios

Meditación con motivo del IV Domingo de Adviento
Ciclo /A/


Textos:
Isaías 7,10-14
Romanos 1,1-7
San Mateo 1,18-24

Una de las situaciones más comunes en la vida de fe, es el anhelo de algún signo que demuestra que vamos por un buen camino. Siempre tratamos por todos los medios de ver una expresión de Dios que nos demuestre si efectivamente vamos por el camino adecuado. El hombre se siente tentado a pedir a Dios un signo, una forma visible y plástica que le demuestre que va por el camino indicado.
Queremos señales, signos, pruebas de que no hemos equivocado en el camino de la fe. Sin embargo, debemos ¡entender cuál es el sentido auténtico de los signos. Los signos son consecuencia de la confianza y fe en Dios. Es decir, el hombre que tiene fe, es capaz de vislumbrar o de pedir un signo que muestre su fe. Por tanto no es posible pedir signos para que se suscite la fe, de lo contrario, implicaría que el hombre se está adhiriendo a una signo, o se vio obligado a aceptar la alianza con Dios debido a lo que se le mostró, pero no una fe auténtica, que se da en el hombre a partir de su libertad.
Por lo tanto, Dios da los signos para el hombre que es creyente y pone su plena confianza en Dios, no al revés, no es que Dios de signos para que le tengan confianza. Un ejemplo de esto se puede ver en la primera lectura del día de hoy. En este pasaje se muestra como es el mismo Dios, quien por medio del profeta dice al rey Ajaz que le pida una señal. Dios dice estas palabras, porque se supone que el rey, es aquel que dirige al pueblo y por tanto es una persona llena de fe, que confianza en Dios, que sabe que Dios es fiel a su alianza, y por tanto, Dios les dice que se le pida una señal, un signo por el cual el mismo Señor les librará de la fuerza del enemigo. Sin embargo, nos topamos con una figura absurda del rey que carece de fe y disfraza su incredulidad con palabras vacías: «No lo pediré ni tentaré al Señor.» Esto demuestra que este hombre no tiene fe, puesto, que al decir que no quiere tentar al Señor, uno pudiera pensar que es un hombre que no requiere de pedir signos a Dios para sustentar su fe, el problema es que Dios es quien le dice que pida el signo, no es una iniciativa de él, no es una iniciativa de alguna persona, sino de Dios. Dios quiere dar signos y le dice “Pide lo que quieras”. Pero Acaz no entiende nada, y creyéndose muy devoto renuncia a pedir un signo, marcando que no tiene fe.
Sin embargo, Dios no dejará a su pueblo a la deriva, no lo dejará en manos de los enemigos, Dios los salvará y para ello les dará un signo, a pesar de la ineptitud de este rey. El signo, será dado, pero curiosamente Dios no se distingue por signos portentosos tipo ‘Hollywood’, Dios da signos nuevos, pequeños, pero generadores de una transformación y de liberación del hombre: «Miren, la joven está embarazada y dará a luz un hijo, y lo llamará con el nombre de Emanuel
El signo en medio del peligro resulta ser un niño. Nacerá un niño que será llamado Emanuel. Un niño que es señal de futuro. Quiere decir que Dios da una promesa de futuro, el pueblo no está perdido, no se ha acabado nada, viene un niño, un futuro, hay un porvenir por delante y eso es garantía de plenitud en medio de la historia. Uno podría pensar, que en medio de una guerra como la que se estaba involucrando al pueblo judaico, sería absurdo que Dios de cómo señal un niño, pero lo que Dios les está mostrando es precisamente es una promesa de futuro, no estarán acabados, no será su fin en medio de esta guerra que están viviendo. Este signo por lo tanto es un signo de futuro, pero también es un signo que se hace con el paso del tiempo visible y ese niño que nace en la corte del rey será el rey Ezequías, y será él quien de la armonía al pueblo.
Dios da signos para demostrar que está con ellos, que es fiel a su alianza y que no se apartara de su historia. Se puede ver entonces que Dios ofrece señales, pero, como respuesta al hombre creyente, en este caso el pueblo que confía en Dios (aunque no así, el rey).
Otro ejemplo de esto lo encontramos en el evangelio del día de hoy. Encontramos a san José que está en medio de una de las crisis más complejas que alguien puede enfrentar, pues María su prometida está embarazada y él no lo entiende. Sin embargo, trata de entender, pues como dice el texto él es “un hombre justo.” Dice que planea repudiarla en secreto. Esto lo hace para que él sea quien a los ojos de los demás la abandone y no sea María la que parezca que está embarazada por serle infiel a su esposo, pues ello le causaría la muerte, al ser infiel, al estar embarazada antes de vivir con su esposo.
Seguramente José estaba en medio de una situación compleja, no entendía porque María estaba embarazada, no lograba entender todo esto, pero él al no lograr entender todo, decide alejarse. No forzar nada, no trata de indagar más, puesto que esto le rebaza. El intuye que está ocurriendo algo diferente en la vida de María, pero decide mejor no tratar de entenderlo, y decide cortar por lo sano, decide apartarse. Por tanto podemos ver dos dimensiones de san José aquí. Podemos ver primeramente que es un hombre que intuye algo, pero que ante el misterio decide alejarse. Y también ver que es un hombre justo, que decide alejarse con amor, haciendo parecer que él es quien decide repudiarla, dejando bien a María.
Sin embargo ante esta situación Dios interviene y lo introduce en sus planes: «José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo […] Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel, que traducido significa: "Dios con nosotros”.» Dios entra en la vida de José, un hombre con fe, un hombre que no alcanza a vislumbrar el misterio que tiene delante, pero que finalmente, está presente, ante eso, Dios actúa y viene a darle un signo, que casualmente es el mismo que se le dio a Acaz: Un niño. San Mateo retoma la misma profecía para hacer entender que Dios sigue manifestándose, y que así como en antiguo la salvación se dio con la promesa de un niño, ahora la salvación está presente con otro niño, una promesa de vida, y de vida eterna, pues salvará de los pecados. José es invitado de ese modo a descubrir que Dios se manifiesta con signos, que deben fortalecer su fe totalmente.
Podemos pedir signos a Dios cuando parten de la fe, y no del chantaje y conveniencia personal, puesto que muchas veces queremos que Dios nos dé signos de poder, de magia, de conveniencias personales, par que se arreglen las cosas súbitamente. Pero eso no son los signos que Dios da, sino que los signos deben partir de una vida de fe, y deben servir para que la fe se fortalezca, de lo contrario de nada sirven esos signos huecos y vacíos. La fe no es para que ahora si podamos creer, sino que, porque creemos ahora nos vemos fortalecidos e iluminados por Dios.
La navidad se acerca, y si lo vemos bien la navidad no es otra cosa sino ver que Dios está presente en medio de nosotros, que él es el Emanuel. Un signo sencillo, insignificante a los ojos mercantilistas de los hombres, pero un signo que debe ayudar a fortalecer nuestra fe. La navidad se vuelve así, un recordatorio, para ver hacia el pesebre, para ver al niño, ver la fragilidad de este Dios que se hace hombre por nosotros; y con ello voltear, abrir bien los ojos desde la perspectiva de la fe y entender cuáles son los diversos signos que Dios nos va dando a lo largo de nuestra vida, pero que gracias a ellos nuestra fe tiene un nuevo sentido en la historia.

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