21/12/10

«Ahí viene el amado, saltando por las montañas...»

Meditación con motivo del 21 de Diciembre

Textos:
Cantar de los Cantares 2,8-14
San Lucas 1,39-45


El adviento es un tiempo que la Iglesia ha previsto para meditar y prepararnos a la festividad de la navidad. La navidad en sí misma es una fiesta de alegría, pues Dios está viene para estar en medio de nosotros, como el domingo nos lo decía, es el Emanuel, el Dios con nosotros. Dios viene a estar con nosotros, Dios quiere salvarnos, quiere entrar en nuestra historia y para ello viene a nuestro encuentro. Y esa idea de la presencia del Emanuel, el Dios que quiere estar entre el hombre, y que hoy nos lo sigue presentando la Liturgia de la Palabra.
En la primera Lectura, se nos muestra esta búsqueda de Dios, este querer estar cerca del hombre, mostrando que el deseo de Dios por estar cerca de nosotros es una realidad que desde el Antiguo Testamento era visible. El libro del cantar de los cantares nos presenta esta realidad, por medio de estos cantos, en donde se habla del amor de una pareja, donde simbólicamente se habla del Amor de Dios que él tiene a su pueblo, marcando como busca constantemente a su pueblo y como este no se deja encontrar, escondiéndose en medio de su pecado y autosuficiencia.
Esto se ve claramente en el texto que hoy la liturgia nos presenta: «¡La voz de mi amado! Ahí viene, saltando por las montañas, brincando por las colinas.» El texto nos presenta la voz de Dios, su palabra que viene, que se acerca a la amada, a su pueblo. Y curiosamente viene saltando entre las montañas. Las montañas dentro del pensamiento bíblico nos remiten a los falsos dioses, pues Dios es representado por la montaña, en singular; en cambio al hablar de montañas, hablamos de falsos dioses. Dios viene al encuentro de su pueblo, saltando n medio de los dioses, de sus falsas expectativas, de sus idolatrías. El pueblo se olvida de Dios porque confía en otras cosas, confía en el dinero, en el poder, en la las realidades meramente terrenas. Y ahí en medio de sus montes, de sus ídolos en donde ha querido refugiarse al desconfiar de Dios, en medio de sus montes, viene Dios, viene saltando esas barreras que el pueblo ha ido haciendo para llegar a su encuentro.
Esta bella imagen nos remite a la festividad y sentido de la navidad, Dios se hace hombre para acercarse a nosotros. Y este hacerse hombre, implica precisamente ir saltando todos los uros que construimos. Dios viene saltando, esquivando nuestras hipocresías, nuestros odios, nuestras ambiciones, nuestras flaquezas, nuestro poder, sólo para salir a nuestro encuentro. Navidad es ver a Dios que se acerca y que viene hacia mí, sabiendo que he confiado en cantidad de ídolos, sabiendo que he desconfiado de él, que he confiado en cantidad de cosas, y que lo he dejado de lado. ´LE lo sabe, y viene a mi encuentro, saltando todo eso porque quiere encontrase conmigo.
Viene al encuentro de hombre y entonces «se detiene detrás de nuestro muro; mira por la ventana, espía por el enrejado.» Dios se detiene quiere encontrarse con el hombre, y curiosamente una vez que ha saltado todos los montes, se topa con el muro, la última barrera que el hombre pone, es decir la división entre Dios y el hombre, entre el amor de Dios y las propias aspiraciones que están al margen de ese amor. Y comienza a espiar, espía porque quiere ver como estamos, como nos encontramos, pero espía porque en el fondo quiere vernos, le interesamos, nos ama.
Y entonces la llamada: «¡Levántate, amada mía, y ven, hermosa mía! Porque ya pasó el invierno, cesaron y se fueron las lluvias. Aparecieron las flores sobre la tierra, llegó el tiempo de las canciones, y se oye en nuestra tierra el arrullo de la tórtola. La higuera dio sus primeros frutos y las viñas en flor exhalan su perfume. ¡Levántate, amada mía, y ven, hermosa mía!» El llamado se hace pidiendo su presencia, le pide que deje de lado el muro, que salga que experimente el amor y la gracia, que se deje transformar, que deje de lado esos odios, esos rencores esas perezas, esas destrucciones. La amada, el pueblo es llamado. Y para pedirle que salga, le indica que ha pasado las tormentas, que todo florece, comienzan los frutos. Es una descripción del inicio de la primavera, todo es nuevo, los fríos y las lluvias han terminado. En otras palabras, lo caótico, lo destructivo ha cesado, es momento del florecer, es momento de la nueva vida, comienza los cantos y la alegría. Dios sabe que el hombre es caótico, que destruye, que hace tormentas de su vida, pero Dios perdona todo, él mismo ha saltado los montes y las colinas para llegar a él y comenzar una vida nueva, un nuevo modo de ver las cosas. Las tormentas cesaron, es el inicio de una nueva estación.
Eso es la navidad. El hombre vive en su pecado, que se ha olvidado de Dios, ha destruido su vida y la de los demás. ¡Basta! Es el momento de iniciar algo nuevo, Dios viene y nace para decirnos que hay una nueva oportunidad, que es posible entrar en la dinámica de amor, sólo hay que escuchar la voz y salir. Eso es la navidad, salir al encuentro de Dios, salir al encuentro del amor, salir e iniciar una nueva vida, una nueva transformación de la propia historia. Nada que ver con regalos, con árboles, con Santa Claus y consumismos. Es el momento de transformar la vida. El adviento es la preparación para dejar que la vida comience.
Y finalmente el texto concluye con una súplica ante el drama del hombre: «Paloma mía, que anidas en las grietas de las rocas, en lugares escarpados, muéstrame tu rostro, déjame oír tu voz; porque tu voz es suave y es hermoso tu semblante.» La súplica que se hace, es para que salga, para que no se quede encerrada en su pecado, en su desgracia, en su ruptura interior. Y para llamarla describe el drama del hombre, nos dice que “anida en las grietas de lugares escarpados”, manifestando que el hombre en su pecado, en lugar de anidar en lo más seguro y placentero de la vida, se dirige a las grietas, a los lugares más incómodos, puesto que cuál comodidad puede tener estar entre unas grietas; además son grietas que están en lugares peligrosos, pues son grietas en lugares escarpados. Esto indica que el hombre prefiera cantidad de veces estar en situaciones de peligro, donde se arriesga su estabilidad, su felicidad, su paz. Finalmente vivir en la mentira, casado con el poder, con la envidia, con la destrucción, con las difamaciones, son en realidad meras grietas en lugares escarpados, que traen consecuencias difíciles para los demás y para nosotros mismos. Y por ello Dios alza la voz y le pide ir a su encuentro, quiere que le muestre su rostro, su identidad, que se muestre tal cual es, pues así le ama.Navidad es esa llamada que Dios nos hace para encontrarnos con él, el nos llama y bien a nuestro encuentro, pues así como se describe en la primera lectura, el texto del evangelio muestra el cumplimento de esto, pues con el relato de la visitación de María a Isabel, nos muestra como Dios se hace hombre en el seno de la Virgen María y viene al encuentro de la humanidad frágil y cansada, representada por Isabel. Dios viene y esa es la Navidad. Que esta Navidad dejemos que la voz de Dios resuene en nuestros corazones y atendamos a su llamada, pues él ha salido a nuestro encuentro haciéndose hombre.

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