19/9/09

«¿De qué iban hablando por el camino?»

Meditación del Domingo XXV de Tiempo Ordinario
Ciclo /B/


Textos:
Sabiduría 2,12.17-20
Santiago 3,16-18.4,1-3
San Marcos 9,30-37


El hombre por naturaleza es un caminante constante, siempre anda caminado, camina para alcanzar sus metas, camina para alcanzar su deseos, camina para alcanzar su realización, camina y formula sueños, camina y ve cómo se van cumpliendo sus anhelos, como va alcanzando muchas de sus situaciones, camina y se topa con sus errores, camina y se descubre amado, camina y se descubre necesitado de los demás, camina y busca a Dios. El hombre es ese caminante constante, en donde va formando su vida, va madurando, aprovechando y desaprovechando muchas cosas, valorando y destruyendo ciertas situaciones. El hombre, generalmente camina, pero el problema es hacia dónde camina, y si es capaz de caminar por el camino adecuado. Sobre esta realidad nos habla el evangelio del día de hoy.
Hoy se nos presenta a Jesús dando una enseñanza fundamental: Por segunda vez enseña los discípulos que va a padecer a manos de los hombres. Sin embargo ellos van platicando de otras cosas, a saber, habían «estado discutiendo sobre quién era el más grande.» Jesús dándose cuenta de ello les hace un pregunta: «¿De qué hablaban en el camino?» y es que ese es el problema fundamental, por qué si Jesús va enseñando algo tan importante ellos se distraen y no ponen atención a lo que se les está diciendo. No vale la pena caminar con Jesús si no se le escucha.
Lo mismo nos puede suceder a nosotros caminar hacia Jesús y hablar de otras cosas, caminar por la vida, pero hablar de otras cosas, tener un camino bien puesto y desviar nuestras palabras y pensamientos hacia otras realidades. Deberíamos responderle hoy a Jesús de que venimos hablando en el camino, cuál es el sentido de nuestras platicas en nuestras vidas. Pero ¿De qué venimos platicando por la vida?
Venimos platicando sólo de cosas superficiales, como por ejemplo si nos dejó la sirvienta, si vamos comprar un carro un último modelo, o si vamos a irnos de viaje a tal lado, o si ya nos enteramos de las últimas novedades para comprarlas, o si ya nos dimos cuenta de la nueva ropa otoño-invierno que acaba de salir. ¿De qué vamos platicando por la vida? ¿Qué tenemos en el corazón?
A lo mejor nuestras conversaciones versan sobre los últimos chismes que nos han dicho o nos hemos enterado. O vamos platicando de cómo vamos a hacerle una maldad a alguna persona y lo vamos a acabar. O nuestros discursos versan sobre lo bueno que somos a comparación de los demás, que no hay nadie mejor que yo, que nadie se compara conmigo, ni con mis conocimientos, ni mis dones.
A lo mejor presumimos nuestros vicios y contamos lo buenos que somos para engañar a las mujeres, o para contar que tenemos varias novios o novias y nos hacen los mandados. O las trampas que hacemos por la escuela, de cómo nos escapamos y nos salimos de pinta, o incluso que copiamos las tareas o en los exámenes y salimos adelante.
O todo se centra en críticas a los demás diciendo que no valen la pena, envidiando todo lo que hacen, y tratando de crear una imagen nada favorable, dando así a conocer todo nuestro egoísmo y resentimiento hacia esas personas. Vamos por la vida sacando todo lo malo de las demás personas, viendo sólo los defectos. Hacemos distinciones impidiendo que realmente que se forme la unidad y la comunidad y todo se quede a nivel de meros sectarismos.
O comentamos lo mucho que nos hacen daño los demás creyendo que somos las únicas víctimas en la vida, y creemos que nuestro sufrimiento es lo único; y sobre todo nos gusta que nos digan constantemente que ya ni modo, que luego pasará, y así haciendo que todos nos tengan lastima para que se centren únicamente en nosotros.
En el fondo todas esas pláticas tienen como centro una realidad: Mi ego. Porque en realidad nos creemos con el derecho de juzgar, de lastimar, de herir, de juzgar, de compararnos, de sobajar, de creernos indispensables, de creer que nadie más tiene ningún derecho en la vida, que soy el único importante, que los problemas de los demás son secundarios y que no se comparan en nada con lo que yo tengo. Así, mis presunciones, mis lamentos, mis burlas tienen como un único eje temático: “a mi mismo y mis superficialidades.”
A lo mejor si somos como esos apóstoles de Jesús que van discutiendo por el camino quien es el mayor, pues vamos par la vida, no sólo diciendo que somos el mayor, sino creyendo que somos lo únicos y los mayores en la vida. Po eso Jesús inmediatamente los pone en si sitio y coloca a un niño en el centro, es decir, lo pone para que todos lo vean y descubran que es lo más importante en la vida, y curiosamente lo único que importa es ser niño.
Un niño en aquellos tiempos no tenían ningún privilegio, ningún valor, ningún derecho. Por ello Jesús los toma en cuenta y les dice que deben ser como ellos, es decir no creerse superiores, no creer que el mundo está a sus pies, sino a comprender que si bien es importante muchas cosas también lo es el servicio y velar por lo que necesitan los demás.
Con esto no quiero decir que comentemos nuestros problemas o nuestros logros, sino descubrir hasta que punto lo único que nos interesa en realidad sólo somos nosotros mismos y en realidad somos indiferentes a lo que los demás lo sientan. Lo importante es ver si lo que domina nuestras conversaciones por el camino somos nosotros mismos o tenemos la capacidad de ser sensibles y abrirnos a los demás. Descubrir se vamos por la vida hablando banalidades, egocentrismos, o una visión cristiana y solidaria de la vida descubriendo el rol y el papel de todos y mi espíritu de servicio, pues nos hemos hecho niños y con ello podemos iniciar una nueva construcción del Reino, dando la vida en favor de los demás como Jesús lo hizo, y no que todos den su vida para favorecernos.

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