3/9/09

¿Una vida de fe o de ritos vacíos?

Meditación con motivo del Viernes XXII de tiempo ordinario
Ciclo ferial /I/
Año impar

Textos:
Colosenses 1,15-20
San Lucas 5,33-39

El domingo pasado se hablaba de la pureza y con ello del sentido erróneo de los fariseos para marcar reglas y situaciones que permiten o no permiten el acceso a Dios cayendo en normas equívocas. Y justamente el evangelio del día de hoy se presta para ahondar más en las prácticas farisaicas, y el día de hoy se centra en el ayuno.
El ayuno es una práctica judía que servía para mortificar el cuerpo y pasar hambre, pero el sentido va más allá de una hambruna o de una dieta. Es el privarse de algo para dominarse y ayudar a los demás, el mismo profeta Isaías lo aclara: «Este es el ayuno que yo amo: soltar las cadenas injustas, desatar los lazos del yugo, dejar en libertad a los oprimidos y romper todos los yugos; compartir tu pan con el hambriento y albergar a los pobres sin techo; cubrir al que veas desnudoy no despreocuparte de tu propia carne» (Is 58,6-7) Con esto queda bien claro que para hacer ayuno es necesaria la vida en la misericordia. Sin embargo para los fariseos había quedado como una práctica meramente externa, una práctica de dolor, de mortificación, sin repercutir en un cambio de vida.
Con esto podemos constatar que los fariseos han reducido todo a prácticas, pero no a las acciones. Cree que este es un grande problema de nuestros tiempos, porque muchas veces tenemos ritos, costumbres, pero no cambiamos nuestra vida y la de los demás, simplemente vamos por la vida totalmente felices por hacer ciertas normas, sin estar convencidos que lo verdaderamente importante es transformar el entorno. Muchas veces pensamos en celebrar a alguien, pero rara vez le ayudamos a cambiar o cambiamos nosotros para su bien. Cuantos no celebran el día de las madres, pero no las ayudan ni respetan el resto del año.
Yo creo que el problema del ayuno es precisamente ese, que sólo se ha quedado en una práctica externa, pero no ha repercutido y llenado la vida del hombre. Sólo practican, pero no cambian. De nada sirve lo externo, si no toca lo profundo de nuestro corazón. Yo creo que si analizamos bien nuestra vida nos encanta hacer cantidad de cosas, pero rara vez dejamos que esas actividades o acciones nos dejen una moraleja que nos ayude a cambiar realmente nuestra historia.
El hombre piadoso por tanto, no es simplemente el que hace prácticas de piedad, sino es el que deja que la piedad haga de él un hombre nuevo. O somos fariseos hombres externos que se topan con Dios al margen de la vida con acciones externas, o bien somos hombres de fe que dejamos que Dios entre en nuestras vidas y nos cambie. La decisión es nuestra.

1 comentario:

  1. PADRE HOY VENCERÉ UN ERROR MÁS EN MI VIDA, CON AYUDA DE DIOS Y DE USTED.
    GRACIAS.

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